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La curación de los niños

Del número de octubre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si se les pregunta a unos padres Científicos Cristianos qué significa su religión para ellos, es posible que su respuesta no sea inmediata. ¿Cómo podrían dar una respuesta en pocas palabras sobre algo que ha venido a ser lo más importante de su vida? Pero después de recapacitar por un momento, es posible que digan que una de las cosas más significativas es la alegría de haber sanado a un hijo.

Dichos padres están profundamente agradecidos por las poderosas verdades acerca de la realidad que están encontrando mediante el estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Pero la gratitud es más que el reconocimiento de que mediante su estudio están comenzando a ver los hechos fundamentales del ser sacados a la luz. Están agradecidos porque pueden poner en práctica estas verdades. El comprenderlas, les proporciona una solución confiable a problemas desafiantes.

¿Qué son estas verdades? El Cristo las revela de una manera clara y comprensible. Dios es el bien. Él preserva a Su hijo. Él mantiene la perfección de Su hijo porque el Espíritu infinito es la sustancia invariable de toda existencia. El hombre, la idea espiritual de Dios, el hijo del Espíritu, expresa Su perfección. En el reino de Dios no hay discordia ni enfermedad ni defecto. Y aquí es exactamente donde cada uno de nosotros, como hijos de Dios, realmente existe — dentro de Su totalidad. Debido a que estos hechos son verdades fundamentales y eternas, llevan una influencia divina — son un poder sanador. El hijo de Dios es la representación individual y espiritual de Su perfección. Comprender y amar estas verdades — verdades que el Cristo nos revela — tiene un efecto transformador en nuestra consciencia. Satisface la necesidad humana. Sana a nuestros hijos.

Qué bendición es ésta para los padres que aman a sus hijos y tienen la convicción espiritual de cuidar de ellos con el tratamiento de la Ciencia Cristiana — el tratamiento sanador más consecuentemente eficaz disponible. Qué bendición poderosa para los padres es tener constantemente a disposición un medio espiritual demostrable para asegurar el bienestar de un hijo.

Hace ya más de un siglo que cuatro o cinco generaciones de una misma familia han dependido exclusivamente del cuidado y tratamiento de la Ciencia Cristiana para cuidar de la salud de sus hijos. Algunas veces han enfrentado desafíos. Pero la cabal eficacia de la curación por medio de la oración científica, donde las leyes del país lo permiten, ha demostrado que esta oración científica es una atención viable y apropiada para el niño. Testimonios impresos en las páginas de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana a través de los años, proveen una firme y continua evidencia de que el Cristo, la Verdad, sana a los niños. No es desacostumbrado que familias enteras hayan venido a la Ciencia Cristiana por haberse agotado los remedios materiales y no haber quedado esperanza para la recuperación de un niño. Entonces la familia aprendió algo de la Ciencia divina y la práctica de la curación cristiana primitiva, enseñada por Cristo Jesús — y el hijo sanó.

Hubo padres que vinieron a Jesús con algunos de los casos más difíciles en busca de curación para sus hijos. Y él amaba y comprendía la verdad acerca de Dios y del hombre suficientemente como para sanar a esos niños. Podemos imaginarnos cuán agradecidos estuvieron los padres de tener a su disposición la clase de poder sanador que sanó al hijo epiléptico y a la hijita de Jairo y al hijo del noble que temía por la vida de su muchacho. El mismo Cristo está aquí hoy en día. Es un poder siempre presente y espiritual, que salva a los niños de la enfermedad ahora, tal como lo hizo siglos atrás.

Al considerar la inapreciable curación cristiana que Jesús practicó, es especialmente instructiva la curación del epiléptico. Jesús se había ido. Acababa de pasar por la experiencia de uno de los grandes sucesos de su carrera: la transfiguración. Pero durante esa ausencia, aquellos que eran antagonistas al Cristo procuraban trastornar la influencia de Jesús que aumentaba cada vez más. Es posible que esta oposición haya contribuido a la ineptitud de los discípulos para sanar al epiléptico. Haya contribuido o no, el fracaso de los discípulos ayudó el esfuerzo de los escribas para estorbar el mensaje de Jesús.

¿Pero significó esto que el Cristo había perdido su poder y era incapaz de satisfacer la necesidad de este muchacho? El Cristo es siempre capaz de revelar las verdades espirituales que sanan. Jesús demostró este hecho. Sanó el caso. Nos dio un ejemplo mostrando las posibilidades de la curación por el Cristo — un ejemplo que nos asegura que no tenemos por qué temer jamás, pero sí necesitamos ser profundamente concienzudos y dedicados en nuestras oraciones para los niños. No sólo necesitamos persistencia sino un firme discernimiento espiritual en nuestra “oración y ayuno” Marcos 9:29; — nuestra afirmación de la verdad y nuestra denegación del mal. Tenemos que reconocer claramente que, como idea de Dios, la identidad del niño es totalmente espiritual y rechazar vigorosamente la mentira de que pueda haber una sola intrusión discordante en la pureza e inocencia del ser verdadero.

Tenemos que estar seguros de que jamás nos someteremos a las creencias médicas de incurabilidad — incluso aquellas que se definen como leyes fijas. La Sra. Eddy comenta sobre la curación del epiléptico: “Jesús nunca habló de la enfermedad como peligrosa o como difícil de curar. Cuando sus discípulos le trajeron un caso que ellos no pudieron curar, les dijo: ‘¡Oh generación incrédula!’ — indicando que el poder que se requería para sanar estaba en la Mente. No recetaba medicinas, ni exigía obediencia a las leyes materiales, sino que obraba con franca desobediencia a ellas”.Ciencia y Salud, págs. 147–148;

¿Qué leyes de la materialidad necesitamos desobedecer?

El temor: Mediante convicción espiritual podemos rehusarnos a doblegarnos a las insistencias del temor. El Amor está siempre presente. Su niño está a salvo. El temor quisiera negar ese hecho. Pero nuestra sumisión al Amor saca a luz la certeza de ese hecho. Las impresiones del Amor, sentidas en la consciencia, repelen las erradas e inciertas impresiones del sentido material.

Distracciones: Cuando la condición de un niño requiere nuestra atención específica y constante, no permitiremos que la mente mortal nos desvíe del tratamiento serio y consecuente. La fidelidad, la sabiduría y la compasión definen nuestra obligación para con el niño.

La sugestión: Rechazaremos a fondo los antiguos esfuerzos de desacreditar al Cristo — sugestiones agresivas de que el Cristo es incapaz de curar. El impulso del Cristo es irresistible.

¿Qué decir del niño cuyos padres lo han sacado de momentos difíciles? El muchacho sanado de epilepsia; la hija que fue devuelta a la vida; el hijo del noble — muchacho que tal vez nunca vio a Jesús — tenían toda la razón de estar llenos de gratitud por la fidelidad de sus padres en recurrir al Cristo.

De niño me lastimé gravemente un pie. La condición empeoró. Quizás, como los discípulos, el practicista y mis padres se preguntaron acerca de este mal: “¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?” Marcos 9:28. Complicaciones resultantes de la profunda herida me mantuvieron postrado en cama y motivaron seria preocupación. Pero esta condición amenazante fue rechazada firmemente mediante la oración científica. La curación fue total y ha sido permanente. Hay muchos, como yo, que están profundamente agradecidos a sus padres por haber tenido la sabiduría y el valor de procurar una respuesta por medios espirituales hasta que el caso fuese sanado.

De manera que no sólo los padres están agradecidos por esta preciosa atención y tratamiento que están aprendiendo a dar a sus hijos; los hijos mismos reciben de buen grado las convicciones espirituales y serios empeños de sus padres.

A medida que contemplamos espiritualmente las maravillosas oportunidades de traer al mundo una manera segura de atender las necesidades de los niños, apreciaremos y estudiaremos y diligentemente trabajaremos para comprender y practicar mejor este sistema de curación. Estaremos profundamente agradecidos por el creciente reconocimiento del Cristo, siempre a mano para sanar. No nos intimidaremos por el clamor de los sentidos materiales, sino que calmada, fiel y vigorosamente iremos en procura de la curación hasta que se efectúe.

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