Una mañana fui a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana a leer un artículo que había sido publicado en una de las primeras publicaciones de esta religión. Mientras buscaba el artículo, mi vista reposó en un estante lleno de volúmenes encuadernados del The Christian Science Journal y del Christian Science Sentinel. Súbitamente me vino el pensamiento que en esos volúmenes habían miles de testimonios de curaciones documentadas, escritos por aquellos cuyas vidas habían sido restauradas por la Ciencia Cristiana. El significado total de este hecho me conmovió profundamente, y me invadió un profundo amor y estimación por la Sra. Eddy, quien descubrió el Principio y las reglas del ministerio restaurador y sanador de Cristo Jesús y sus discípulos.
Esta acumulación de pruebas de la curación espiritual confiere a la Ciencia Cristiana un lugar jamás logrado por sistema alguno de curación desde la época de Jesús. Y esta gran documentación del nuevo nacimiento de personas que buscan el restablecimiento de la mente y del cuerpo, es índice también de nuestra capacidad para efectuar demostraciones aún mayores del poder restaurador de la Verdad.
Un hombre que conozco bien, sufría de dolores en la cabeza tan intensos que no podía pensar con claridad. Llamó a un practicista para que lo ayudara, y se dio comienzo al tratamiento por medio de la Ciencia Cristiana. La gravedad de la condición requería alivio inmediato. No había tiempo para la duda o incredulidad. Tanto el practicista como el paciente tenían la certeza de que el hombre es espiritual y perfecto, y estaban convencidos igualmente del poder de la Verdad divina para sanar. Reconocieron que este cuadro anormal de dolor y presión no procedía de la única Mente, Dios, y, por lo tanto, no podía persistir ante la comprensión de que el paciente era en verdad la expresión del ser eterno de Dios, no un mortal material sujeto al deterioro o decadencia.
Utilizando de este modo la fuerza espiritual del cristianismo científico, fueron testigos de la prueba práctica del poder sanador de la Verdad. Una incisión se abrió en la parte posterior de la cabeza permitiendo que el líquido fluyera, y el hombre recobró la salud y normalidad. Por medio de la oración y total dependencia en Dios, él y el practicista probaron que la Ciencia Cristiana es la verdad acerca de Dios, verdad que sana cualquier enfermedad y cualquier situación difícil con la que nos estemos confrontando. Demostraron la veracidad de las palabras de la Sra. Eddy: “No se debe hacer escarnio de la metafísica divina; es la Verdad con nosotros, Dios ‘manifestado en la carne’, no sólo a través de milagros y parábolas, sino por la demostración...” The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 109;
Los cuadros de enfermedad que presenta la mente mortal — aunque quizás distintos en nombre y clasificación desde la época de Jesús — presentan el mismo tipo de desafío en esta era que los que presentaron en el primer siglo de la historia cristiana. En la actualidad cada uno de nosotros necesita desarrollar la capacidad que poseía Jesús para surcar las imposturas del mal y sanar rápidamente. El Científico Cristiano debe cumplir su llamado como seguidor del Maestro, quien ordenó: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Marcos 16:15; “Sanad enfermos”. Mateo 10:8; Nuestra habilidad para demostrar el poder sanador de la Verdad es otorgada por Dios. ¡Usémosla!
La Ciencia Cristiana interpreta con autoridad las curaciones efectuadas por Jesús entre las multitudes. Y asegura a las multitudes de hoy que todo aquello que es erróneo en sus vidas puede ser corregido por el Cristo, la verdadera idea de Dios. En esta Ciencia, la Verdad es un término sinónimo de Dios. De modo que, donde Dios está — y Él está en todas partes — la Verdad tiene poder. Más aún, en la omnipresencia de la Verdad, el error no puede realmente existir. No tenemos que procurar que la Verdad sane, ya que la Verdad por ser suprema, omnipotente, tiene dentro de sí misma el poder de aniquilar todo lo desemejante a ella que pretenda tener existencia. Sólo tenemos que percibir la presencia total y el poder cabal de la Verdad; esto descubre la nada del error.
¿Cómo podemos lograr esta espiritualización de pensamiento a fin de que la Verdad y su poder sanador gobiernen nuestra vida? Procurando obtener un entendimiento claro y científico de la unidad eterna del hombre con la Mente omnisciente, la fuente de todo conocimiento verdadero y el Todo-en-todo. Tal entendimiento no sólo destruye el error y sus ilusiones, sino que establece en nuestro pensamiento y en nuestra vida exterior la armonía que caracteriza el reino de la Mente — y todo esto se logra bajo la guía y protección del Amor divino. La Sra. Eddy escribe al respecto: “Si consideramos el bien como algo más natural que el mal, y reconocemos que es la comprensión espiritual — el verdadero conocimiento de Dios — lo que imparte el único poder para sanar al enfermo y al pecador, demostraremos en nuestra propia vida el poder de la Verdad y del Amor”.Escritos Misceláneos, pág. 3.
Cuando aceptamos en nuestra consciencia la idea espiritual como verdadera — en otras palabras, cuando la reconocemos — ésta actúa como una ley de restauración, renovando la salud y el gozo en nuestra vida. Necesitamos aplicar a cualquier error de creencia la idea correctiva del Cristo, es decir, es menester reemplazar el falso concepto por el correcto. De este modo, cualquier tergiversación de la Verdad que el error tratara de hacernos aceptar se anula. La idea espiritual, o el Cristo, demuestra el poder que tiene para borrar todas las imágenes de enfermedad en la consciencia humana y para restablecer la salud.
Todo error debe ser destruido en la consciencia humana individual porque es ahí donde únicamente existe. Y aniquilamos el error al morar en la Verdad, el gran poder restaurador, y, de ese modo, nos ponemos bajo su benéfico dominio.