Hace más de cincuenta años conocí por primera vez la Ciencia Cristiana cuando seguía la carrera de medicina. Después de leer el primer capítulo en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, sobre el tema “La Oración”, mi manera de pensar cambió radicalmente. Sin embargo, sentí que honestamente no podría dedicarme al estudio de Ciencia Cristiana hasta que hubiera un cambio en mi vocación. Desde entonces, me he sentido divinamente sostenida mediante muchos cambios en mi vida. Tengo un concepto más elevado de cómo interesarme más activa y eficazmente por el bienestar de los demás.
Al comparar la Ciencia Cristiana con las distintas formas de ayuda humanitaria, se ha dicho que otras le dan peces a los hombres, mientras que la Ciencia Cristiana les enseña a pescar. Mediante el estudio diario de Ciencia Cristiana, mi afiliación a La Iglesia Madre y a una de sus filiales, así como la instrucción en clase, siento que estoy aprendiendo a pescar. Algunas de las varias curaciones que hemos tenido en nuestra familia de cinco personas, incluyen las de alergia, amigdalitis, síntomas graves de asma, arcos del pie caídos y los efectos de accidentes, incluyendo dos fracturas aparentes. Mediante la aplicación de la Ciencia Cristiana, pude reanudar y completar mis estudios universtarios después de que mi hijo menor entró al jardín de infantes. Para ello fue necesario tener perseverancia, pero durante ese tiempo aprendí mucho sobre cómo crecer en mi comprensión espiritual. Llegué a considerar que la verdadera educación consistía en la curación de actitudes negativas tales como: el egoísmo, indiferencia, pereza e incompetencia. Cuando me di cuenta de que podía interesarme por el bienestar de los demás, comprendí que podía aprender.
Una curación que tuvo mi hijo mayor sobresale porque me enseñó la importancia de reconocer y superar la voluntad humana. Cuando este niño tenía diez años de edad, sus dientes estaban completamente torcidos. Debido a que esta condición era muy visible, el consejero de la escuela sugirió que realmente debía hacerse algo. Le pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana.
Al comienzo me mantenía inflexible en no dejar que el niño fuera a consultar a un dentista y tampoco quería que usara abrazaderas. El practicista con toda paciencia me dijo que la razón por la cual me resistía a ello, no era por apoyar la curación, sino por imponer mi voluntad humana. Me indicó una declaración de la Sra. Eddy referente a la evangelización del yo humano para que la estudiara cuidadosamente (Ciencia y Salud, pág. 254): “Dios exige que aceptemos esta tarea amorosamente hoy mismo, y que abandonemos tan pronto como sea posible lo material, y que laboremos por obtener lo espiritual, que determina lo externo y verdadero”. Comprendí que la única determinación que podía tomar era mantener mi pensamiento de acuerdo a los hechos espirituales.
Las creencias materiales de herencia eran difíciles de arrancar. En mi juventud yo había tenido un problema similar, para el cual fue necesario que se me hiciera una operación y por años tuve que usar un aparato corrector. Otra declaración de la Sra. Eddy que me ayudó en esa oportunidad dice (ibid., pág. 63): “En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia”. También necesitaba comprender que todos los aspectos del crecimiento son armoniosos. Pablo expresa esta idea en Romanos (8:28): “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”.
Poco a poco a mi hijo le comenzaron a cambiar de posición los dientes. En un año se le alinearon de manera natural y normal. Al vencer la voluntad humana pude redimir mi convicción de que la oración, como se enseña en la Ciencia Cristiana, sana — hasta problemas dentales.
Por los esfuerzos incansables de la Sra. Eddy por establecer la Causa de la Ciencia Cristiana y por sus fieles trabajadores en todo el mundo, me siento profundamente agradecida.
Greensboro, Carolina del Norte, E.U.A.