El mundo siempre está en busca de algún nuevo peligro y tratando de batallar con él. Sin embargo, el mundo no hace nada sobre el temor mismo — esa emoción interior que se estremece más que un terremoto, que arde más que un fuego y sopla más que un viento. En esta época hay quienes enseñan que el temor es saludable porque nos alerta al peligro. ¿Por qué no usar en cambio la sabiduría?
Hace cuatrocientos años un escritor dijo: “Todas las veces que la conciencia dicta algo, hay sólo una cosa que temer: el temor”. Montaigne, Bacon, Thoreau y Roosevelt hicieron eco a este pensamiento. Pero si la raza humana sabe esto, ¿por qué no se ha progresado más en echar fuera el temor? Porque la humanidad no sabe qué es el temor. Hasta que uno no conoce la naturaleza del enemigo, su armamento y teatro de operaciones, ¿cómo puede ganar la batalla y luego la guerra?
Pero la Ciencia Cristiana ha resuelto el misterio. Desenmascara el temor y muestra exactamente cómo conquistarlo. La Sra. Eddy hace un resumen del temor en las siguientes palabras: “El temor es una creencia de que hay sensación en la materia”.Escritos Misceláneos, pág. 93; Esto pone al temor en el crisol de la religión porque, ¿qué es la materia sino la negación de la totalidad del Espíritu? Cristo Jesús dijo claramente: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Juan 4:24;
La Sra. Eddy nos ha permitido hacer esto mismo al descubrir la Ciencia del Cristo. La suya es la revelación gloriosa de que el Espíritu llena todo el espacio, constituyendo el hombre y el universo, y esto no deja lugar para la materia. El Espíritu es Alma, el creador de las facultades o sentidos del hombre, que deben ser espirituales; por lo tanto, la única sensación tiene que ser espiritual. Y el Alma es Mente, que nunca origina creencias, sino ideas espirituales solamente, porque la Mente sabe.
Así vienen las simples premisas en orden: Todo es el Espíritu; no hay materia. Todo es el Alma; no hay sensación en la materia. Todo es la Mente; no hay creencia en la materia o sensación en la materia. Conclusión: No hay temor.
De este modo la Ciencia Cristiana hace una disección objetiva del temor. Vemos qué es y qué hacer con él, y el descubrir nuestro dominio restaura nuestra libertad original como hijos e hijas de Dios. ¡Y pensar que ésta es una experiencia religiosa — parte de nuestro culto a Dios como Todo-en-todo! Lejos de estar basada en una lógica humana, la destrucción del temor es un elemento de la curación metafísica en la Ciencia Cristiana. Dios glorificó Su santo nombre a la Sra. Eddy, y ella percibió que el Amor perfecto es Dios Mismo — Dios, el bien absoluto, para quien el mal es desconocido. Ella vio el significado más profundo del bello pensamiento del Apóstol Juan: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”, 1 Juan 4:18; y a la luz de ese descubrimiento el versículo bíblico se transformó en algo nuevo sobre la tierra. Como no hay temor en el Amor, en Dios, no lo hay en la semejanza del Amor, el hombre.
Emerson sabiamente preguntó: “Si yo tiemblo, ¿qué importa por lo que tiemblo?” Ralph Waldo Emerson, Ensayos, “Carácter”; Verdaderamente, lo que tememos es trivial comparado con lo que usamos para temer. ¿Y qué usamos? La mente mortal. Quitemos el objeto al que le hemos temido, y nos sentiremos aliviados. ¿Pero le hemos hecho algo a eso que siente el temor? Si no le hemos hecho algo, pronto habrá algo nuevo que temer. ¿Qué podemos hacer? Lo mismo que hacemos cuando el automóvil que tenemos entra en la categoría de “cacharro”. Lo descartamos.
Hay sólo una forma de liberarnos de la mente mortal: reconociendo a Dios como la única y sola Mente, infinita y eterna. Y esta verdad tiene un corolario: que no hay realidad en la mente mortal, ya sea que pretenda manifestarse como un diablo colectivo o como la mente privada y personal de cada mortal. Dios nunca hizo nada semejante. ¿Se hizo a sí misma? La Sra. Eddy dice: “Pruebas abrumadoras tenemos de que la mente mortal pretende gobernar todos los órganos del cuerpo mortal. Pero esta titulada mente es un mito, y tiene que ceder voluntariamente a la Verdad”.Ciencia y Salud, pág. 151–152;
¿Es esto posible? Sí, lo es. Miles de personas han leído Ciencia y Salud y han probado que esta mente mitológica se somete ante la Ciencia del Cristo y lo hace “voluntariamente”. Esto acontece cuando por medio de una profunda reverencia a Dios Le atribuimos a Él la gloria que Le pertenece por ser la única y sola Mente. Entonces se oyen salmos de gratitud en el templo de la demostración.
A medida que comprendemos que no tenemos mentes propias con las cuales temer, dominamos las cosas que nos han atemorizado. Cuando echamos fuera la pretendida causa del problema, nos liberamos de sus efectos. La única manera de negar lógicamente la mente personal que se supone reside en el cráneo, es comprendiendo que Dios es nuestra Mente. Esta Mente ni siquiera está en su idea, mucho menos en la materia.
La comprensión de la totalidad de la Mente expulsa el temor porque expulsa aquello que siente el temor. Juan dijo: “El que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. 1 Juan 4:18; Pero el que es perfeccionado en el Amor, no teme. Y, ¿quién ha sido perfeccionado en el Amor, sino el hombre espiritual, la consciencia individual, la imagen reflejada de Dios? Este reflejo verdadero es perfecto, no en la emoción humana mal llamada amor, sino en Dios, que es la Mente única. Y esta perfección demostrada cumple con el primer mandamiento.
Hay que negar a todos los “dioses ajenos”; pero si por “dioses” queremos decir mentes, entonces, ¿qué estamos haciendo sino excluir toda mente que no sea Dios? ¿Sobre qué base? Sobre la base de la verdad que Dios es la Mente que todo lo crea y que gobierna por siempre lo que Él crea. De esta manera vemos lo maravillosa que es la percepción que tuvo la Sra. Eddy de esta ley. Escribiendo sobre la sustancia divina ella dice: “La creencia de que el hombre tiene otra sustancia, o mente, no es espiritual e infringe el Primer Mandamiento: Tendrás un solo Dios, una sola Mente”.Ciencia y Salud, pág. 301.
Las siguientes declaraciones concuerdan muy bien: No tendrás otras mentes delante de Mí; tendrás una sola Mente. Repudian la supuesta existencia de cualquier otra mente, ya sea individual o colectiva. No hay ninguna mente exterior a la cual temer; ni ninguna mente interior con la cual sentir temor. No hay ningún órgano mental para pensar sobre la materia, ni materia sobre la cual pensar. No hay mente que crea en el mal, y no hay mal para que ella crea en él.
La Ciencia Cristiana anula los problemas ilusorios de la humanidad, echando fuera el temor como algo inexistente que nunca ha tenido un momento de existencia real, ya que el Amor divino siempre llena todo el espacio. Así se revela el milagro del Amor como la naturalidad de la Verdad y se demuestra que nunca más se puede volver a temer al temor; porque el misterio del mal se desvanece, perdido al vencerse el temor.
La enfermedad no está donde aparenta estar; no es lo que parece ser. No es una sensación material o condición del cuerpo; es una sugestión mental de una mente mitológica. Dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí; así que llamémoslo dolor o llamémoslo temor, ambos no son más que “una creencia de que hay sensación en la materia”. Y cuando sacamos eso fuera con nuestra comprensión de la totalidad de la Mente, que es nuestra Alma y Espíritu, ¿queda algo por lo cual temblar?
Mejor aún, ¿queda algo para temblar?