Personas de diferentes credos religiosos pueden concordar en que la oración sincera a Dios es una ayuda eficaz para sanar las enfermedades. Mas a veces se les pregunta a los Científicos Cristianos: Si bien Dios es la fuente de la curación, ¿no son los médicos vías por las cuales Dios obra?
Esta pregunta es lógica y merece atención pues, aparte de sugerir que los médicos son vías de Dios para curar a los enfermos, involucra a menudo otra pregunta: ¿Por qué, entonces, los Científicos Cristianos no consultan a los médicos? Al no hacerlo, ¿no se privan acaso de la ayuda divina?
No hay duda de que la mayoría de los médicos tienen en común con los Científicos Cristianos el propósito de ayudar y sanar a la humanidad. No obstante, hay una diferencia en sus respectivos puntos de vista sobre lo que constituye la curación.
La premisa principal sobre la cual se basa el tratamiento médico es que el hombre es esencialmente un ser físico con un cuerpo físico, el cual hay que sanar. Para el Científico Cristiano, o metafísico, en cambio, el cuerpo físico es una manifestación de los pensamientos que abriga el individuo. Por lo tanto, corregir el pensamiento partiendo de la premisa de que Dios, el bien, es la única Mente, es el punto esencial para el estudiante de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens).
El Científico Cristiano sabe que lo que se manifiesta como falta de armonía o enfermedad del cuerpo no es otra cosa que el resultado de errores de pensamiento. En consecuencia, el propósito principal en el tratamiento de la Ciencia Cristiana es elevar, espiritualizar, el pensamiento mediante la oración científica. El resultado se ve no sólo en un mejoramiento del carácter de la persona, en motivos más elevados, etc., sino también en un cuerpo más armonioso, más sano. En la Ciencia Cristiana jamás hay curación sin que primero haya una purificación del pensamiento. La curación física es simplemente el resultado natural de un cambio del pensamiento; del reconocimiento de la compleción del ser espiritual como imagen de Dios.
La Ciencia Cristiana no es un sistema curativo aplicable meramente a enfermedades funcionales o a las tales llamadas enfermedades sicosomáticas. Esta Ciencia puede sanar permanentemente toda clase de enfermedades o heridas. Pero, más importante aún, imparte a aquel que busca su ayuda un sentido más elevado del ser — alegría, paz, gratitud, y un reconocimiento de su unidad con Dios. Hace más real y tangible en su vida diaria la totalidad de Dios, el Espíritu, el bien, y la semejanza del hombre con su Hacedor. La Ciencia Cristiana no debe aplicársela sólo cuando el cuerpo está funcionando mal o cuando nuestros asuntos son un embrollo; la Ciencia Cristiana es un modo de vida. Uno no usa “dosis” de Ciencia Cristiana en un tratamiento como quien aplica un ungüento o coloca un vendaje. Por el contrario, uno estudia esta Ciencia todos los días a fin de profundizarla más y más, ora para obtener nuevas inspiraciones, y aplica el espíritu de esta oración en sus actividades diarias. Esta devoción a pensar correctamente enriquece toda la experiencia del estudiante.
Es el sentido más amplio del bien, que obtenemos mediante el estudio y la aplicación de la Ciencia Cristiana, lo que nos hace sentir felices y seguros al confiar en esta Ciencia para la curación física. Vivir de acuerdo con las reglas de esta Ciencia no puede por menos que aportar pruebas de su validez y eficacia. Estas pruebas nos dan el deseo y el valor de rehusarnos a creer las evidencias discordantes que presentan los sentidos materiales y, en cambio, confiar exclusivamente en Dios, la Verdad, para la curación.
Cientos de curaciones, incluyendo casos llamados incurables, se han llevado a cabo en la Ciencia Cristiana poniendo el pensamiento en consonancia con lo que Dios sabe acerca del hombre como Su propia expresión perfecta y amada y no con lo que los cinco sentidos físicos dicen que es el hombre. Esta manera de enfocar la curación es radical. Requiere un cambio total de los conceptos acerca de la física y de la medicina. Pero la Ciencia Cristiana obra, y cuando obra lo hace de manera permanente. Una vez que uno ha cambiado sus pensamientos — cuando ha percibido la verdad del ser respecto a una situación en particular — no es probable que uno retorne a los viejos conceptos. De ello resulta que el riesgo de sufrir nuevamente de una enfermedad o desharmonía que fueron el resultado de conceptos equivocados puede ser eliminado de manera permanente. ¿No es acaso motivo de alegría saber que, pese a cuál sea la enfermedad, o cuán grave parezca ser, un cambio sanador de pensamiento nos capacita para recuperar nuestra salud, y mantenerla?
Desde el punto de vista del Científico Cristiano, Dios es el Médico. De ahí que el Científico Cristiano recurra a Dios para la curación en lugar de recurrir a los médicos y a la medicina. Dios obra en la consciencia mediante Sus ideas. Y todos podemos recurrir a Él, la Mente, sin intermediarios. Si se solicita la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana, tanto el practicista como el paciente reconocen que sólo la Mente imparte al corazón receptivo el pensamiento correcto.
Esto no quiere decir que los Científicos Cristianos no reconozcan los motivos humanitarios de muchos que trabajan en la profesión médica. El Científico Cristiano agradece la expresión de cualidades de pensamiento procedentes de Dios, tales como amor, ternura, altruismo. Y hay médicos que respetan a los Científicos Cristianos. Hay algunos que al haber presenciado los efectos de un tratamiento en la Ciencia Cristiana a veces han reconocido que sus excelentes resultados han superado con creces a aquellos que podrían haber producido en aquel caso los métodos médicos, y han comprobado por sí mismos que los Científicos Cristianos no tienen nada “contra” los médicos, como a menudo se les imputa, sino que solamente trabajan sobre una base diferente para resolver los problemas y sanar las enfermedades.
El libro mismo de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, dice: “Gran respeto se debe a los motivos y la filantropía de la mejor clase de médicos. Sabemos que si ellos entendiesen la Ciencia de la curación por la Mente y poseyesen el poder más amplio que ésta confiere para beneficiar el género humano física y espiritualmente, se regocijarían con nosotros. Esta misma reforma en la medicina libraría finalmente a la humanidad de la terrible y opresiva esclavitud impuesta al presente por teorías erróneas, de las cuales muchísimos escaparían con gusto”.Ciencia y Salud, pág. 151;
Estas palabras fueron escritas por Mary Baker Eddy, quien descubrió este sistema curativo. Y en una disertación que ofreció a los miembros de la Iglesia que ella fundó, la Sra. Eddy dijo: “El Científico Cristiano genuino ama a protestantes y a católicos, a ministros eclesiásticos y a médicos, — ama a todos los que aman a Dios, el bien; y ama a sus enemigos. Se encontrará que tal individuo, en lugar de oponerse, sirve a los intereses tanto de la facultad médica como del cristianismo, y que prosperan juntos, aprendiendo que el poder de la Mente es buena voluntad hacia los hombres”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 4;
Este poder de la Mente, o poder del Espíritu, nadie lo usó jamás de manera más eficaz que el sanador más grande de todos los tiempos: Cristo Jesús. Su método a la manera del Cristo fue totalmente mental y espiritual. El sinnúmero de curaciones que efectuó se han considerado milagros. Pero vistas a través de la lente de la Ciencia Cristiana que las elucida, esas curaciones fueron naturales y el resultado de una ley espiritual comprendida y utilizada.
Esta misma ley está operando hoy en día, y aquellos que la comprenden, aun en parte, están usándola de manera práctica, como Jesús dijo que lo harían: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre”. Juan 14:12;
Al ir al Padre, a la fuente del ser, uno encuentra que la comprensión que uno tiene de la Verdad, Dios, elimina las mentiras respecto a la enfermedad y la desarmonía. Jesús dijo también: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. 8:32; La Sra. Eddy explica: “Cuando la Ciencia del ser se entienda universalmente, cada hombre será su propio médico, y la Verdad llegará a ser la panacea universal”.Ciencia y Salud, pág. 144;
Vemos así que a aquellos que les preocupa el interrogante de la curación en la Ciencia Cristiana puede asegurárseles que por vivir esta Ciencia y confiar sólo en Dios para la curación, uno no está renunciando a nada que sea bueno o necesario. En efecto, al elegir el método espiritual uno tiene la oportunidad de aumentar su conocimiento del Padre y su sentido de unidad con Él, el Amor divino, al mismo tiempo que obtiene dominio sobre el cuerpo.
El Salmista dijo: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias”. Salmo 103:2,3. Podemos estar seguros de que Dios es el único médico verdadero.