A Norberto le encantaba correr al aire libre. En el momento en que cruzaba el umbral de la puerta, dejaba de caminar y corría a todas partes. Un día, al ir corriendo, se cayó en el patio de la escuela, pero no le dio mucha importancia. Se levantó, se frotó la barbilla donde se había golpeado y siguió jugando, hasta que vio la cara de su maestra. Parecía muy preocupada. Entonces se dio cuenta de que estaba sangrando y le dio miedo.
Su maestra lo llevó a la oficina de la escuela y se comunicó con la madre de Norberto para decirle que se había lastimado mucho y le pidió que viniera por él. Norberto calculó que su mamá llegaría en veinte minutos.
Mientras estaba sentado en la oficina de la escuela, oyó a algunas de las maestras hablar acerca de lo serio de la herida. Hasta dijeron que tendría que ir al hospital para que le dieran unas puntadas en la barbilla. Aunque Norberto trataba de pensar en Dios, y en todas las ideas sanadoras que había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, no podía evitar sentirse solo y atemorizado.
Entonces llegó su mamá y no parecía estar preocupada en lo más mínimo. El vio por la mirada tranquila de su madre, que ella había orado durante el camino a la escuela. La madre le dio las gracias a la secretaria que había ayudado a Norberto y le dijo que ahora ella se haría cargo de todo.
Y así lo hizo. No por medio de un hospital o puntadas, sino con Dios y la oración. En el auto, de regreso a casa, Norberto y su madre hablaron sobre algunas frases del libro Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy. Él conocía el libro porque en su clase de la Escuela Dominical lo leían juntamente con la Biblia cada semana. Hay una cita que dice: “Cuando ocurre un accidente, pensáis o exclamáis: ‘¡Estoy lesionado!’ Vuestro pensamiento es más poderoso aún que vuestras palabras, más poderoso que el accidente mismo, para hacer real la lesión”.Ciencia y Salud, pág. 397;
Norberto comprendió que aunque él mismo no había pensado o dicho “Estoy lesionado”, había creído a su maestra cuando dijo que él se había lastimado. Y fue así como empezó el problema. Luego creyó lo que las maestras habían dicho en la oficina.
De pronto Norberto se dio cuenta de qué manera había cedido a todo esto. “Sucedió tan rápido y toda esa gente mirándome con lástima”, dijo entre sollozos, “era difícil pensar en Dios”.
“Estoy segura de que así fue”, le dijo su mamá enjugándole las lágrimas, “pero empecemos ahora mismo a pensar de manera correcta — a la manera de Dios. Debemos invertir el proceso y declarar que no estás lastimado, tal como nos indica la Sra. Eddy que hagamos. Ver ibid., pág. 397:17–22; Ella también dice: ‘La práctica científica y cristiana comienza con la nota tónica de la armonía de Cristo: “¡No tengáis miedo!” ’ ” ibid., pág. 410.
“Yo NO estoy lesionado”, dijo Norberto en voz alta, “porque Dios nos mantiene a todos perfectos”. El temor de Norberto iba desapareciendo. Estaba pensando de manera correcta.
Era tan lindo estar en casa, lavarse y leer su artículo favorito para niños, publicado en el Heraldo, así como éste. Estas historias verdaderas relatan cómo otros niños de su edad se sanaron al recurrir a Dios. Norberto sabía que también él sanaría. Ya no tenía temor.
A la mañana siguiente muy temprano estaba listo para ir a la escuela. La herida se había cerrado perfectamente y su semblante estaba mucho mejor. El pensamiento de Norberto también estaba mejor, y él lo sabía. Lo que otros hubieran pensado acerca de él o lo que había pasado no tenía importancia. Lo importante era lo que Dios sabía. Dios sabe que cada uno de Sus hijos es perfecto, sano, que está a salvo y es feliz. Esto es lo que realmente importa.
Dos días después Norberto se cayó y al golpearse, la herida se abrió nuevamente. En vez de sentir temor, miró a su madre y ambos repitieron al mismo tiempo “NO estoy lesionado” y sonrieron. Sabían que ésta era una oportunidad para que Norberto pusiera en práctica lo que había aprendido. La herida cerró rápidamente y en pocos días estaba completamente bien.
“¡Es maravilloso saber que Dios cuida de cada uno de nosotros”, dijo Norberto, “y que uno no puede lastimarse, a pesar de lo que otros digan!”