Hace como doce años enfermé gravemente y llamé a mi jefe para decirle que no me estaba sintiendo bien. Los dos días siguientes tuve que comunicarle lo mismo. Mi condición física parecía empeorar, si bien no podía explicar cuál era mi problema porque no fue diagnosticado. A l semana siguiente no podía retener alimentos. Cuando llamé a mi jefe la otra semana, creí que tenía que decirle algo que él pudiera comunicar a su superior. Le dije que al parecer se trataba de una úlcera.
Estaba recibiendo ayuda a través de la oración en la Ciencia Cristiana. Debido a que la curación no se había producido con la rapidez de otras curaciones que había tenido en los quince años anteriores, se me ocurrió que tal vez un diagnóstico médico facilitaría el trabajo del practicista. Sin embargo, el practicista me aseguró que no sería así. Ponerle nombre a una ilusión sólo hace más tenaz la creencia en la condición.
Al cabo de unas seis semanas mi situación parecía desesperada desde un punto de vista humano. Había adelgazado mucho y estaba muy débil. Transcurrieron algunos días y sentí que no podía sobrevivir una noche más. Se lo dije a mi esposa, a pesar de lo difícil que fue hacerlo. No tenía temor por mi propia vida (porque estaba seguro de que en realidad era inmortal). No obstante, estaba muy angustiado al tener que dejar a mi esposa y a dos niños pequeños. Después de decírselo, no pude retener las lágrimas. Afortunadamente, mi esposa no tuvo temor, ni voluntad humana. Ella confiaba absolutamente en Dios y comprendía el método de la curación del Cristo. Desde entonces he aprendido lo importante que fueron su confianza y su fe.
Éste fue el punto decisivo. Si bien sabía que la verdadera naturaleza del hombre es inmortal, me había estado aferrando a un sentido material de la existencia y ahora tenía que despojarme completamente de este falso sentido del ser. Me había librado de temores ocultos al confiar en mi esposa, y ella había contribuido con la fe y el valor que requería la situación. Ella sabía, lo mismo que yo, que el hombre nunca puede hundirse en el olvido.
Cuando desperté al otro día mi condición física no había cambiado, pero mi perspectiva mental era totalmente diferente. Tenía mucha energía mental, y empecé a orar científicamente como jamás lo había hecho antes. Afirmé que no iba a soportar esto ni un día más. Era una mentira acerca de Dios y Su hijo, y no quería seguir escuchándola.
Mientras continuaba afirmando declaraciones como la anterior, de alguna manera me las arreglé para levantarme de la cama y llegar hasta la cómoda, donde me detuve temblando. Apoyándome en un brazo, golpeé con el puño sobre la cómoda desafiando toda esta imposición e insistí en que a partir de ese momento no iba a permitir ningún pensamiento de enfermedad ni ninguna pretensión de limitación en mi consciencia. No iba a albergar más ni un solo argumento mental sobre esta enfermedad y ni tan siquiera iba a dejar entrar el pensamiento de que mi verdadera identidad alguna vez había estado enferma.
Pronto descubrí que me iba a costar mucho trabajo y que tenía que estar muy alerta para cumplir con estas resoluciones, pero me invadió la certeza de que podía ser yo mismo — la manifestación perfecta de Dios — y verme a mí mismo como Dios me había creado: completo, armonioso, sano. Entonces las cosas cambiaron, y unas dos semanas después ya me había reintegrado a mi empleo, completamente sano.
Desde que tuve esta curación, muchas declaraciones se han destacado por haber arrojado luz sobre varios aspectos de la demostración. La Sra. Eddy dice (Ciencia y Salud, pág. 394): “Al conceder poder a la discordia, la gran mayoría de los médicos deprimen la energía mental, que es el único poder recuperativo verdadero”. “La energía mental.. . es el único poder recuperativo verdadero” es la parte que más se destacó. Y del mismo párrafo: “El admitir que un estado corporal cualquiera esté fuera del dominio de la Mente, desarma al hombre, evita que éste se cure a sí mismo, y entroniza la materia por medio del error”. Ella también dice (ibid., pág. 420): “Si se hace necesario sacudir la mente mortal para romper su sueño de sufrimiento, decidle con vehemencia a vuestro paciente que tiene que despertar. Desviad su atención del falso testimonio de los sentidos hacia las realidades armoniosas del Alma y del ser inmortal”.
Lighthouse Point, Florida, E.U.A