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La mayoría de la gente supone que la curación instantánea del alcoholismo...

Del número de abril de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La mayoría de la gente supone que la curación instantánea del alcoholismo es imposible, sin embargo, yo la experimenté mediante la Ciencia Cristiana. Durante varios años estuve estudiando Ciencia Cristiana de una manera intermitente, tratando de asimilar las verdades que yo sabía que contenía, y tratando, sin éxito, de acomodarla en mi concepto humano de la sicología y filosofía de la vida. Durante por lo menos quince años estuve recurriendo al alcohol para tranquilizarme, para sentirme a gusto en reuniones sociales, para divertirme, y hasta para mostrarme más afectuosa, o eso era lo que suponía. Cuando todo lo demás fracasaba, era al alcohol a lo que recurría, algunas veces en busca de olvido, algunas veces para destruirme a mí misma, siempre en procura de alivio para mí y mis problemas.

A medida que adelanté en comprensión espiritual mediante mi estudio de esta Ciencia, llegué a darme cuenta de que el alcohol era un mal que no traía satisfacción. Seguí despertando del supuesto alivio que traía el alcohol, sólo para encontrar que el problema seguía conmigo, repugnante aún. Decidí usar mi fuerza de voluntad para dominar este vicio, y hasta tomé un curso en la universidad sobre el uso inmoderado de drogas. Ensayé muchos medios materiales para detener este hábito, lo que lograba por uno o dos días; y luego algo ocurría que me hacía sentir solitaria o frustrada con mi vida, y volvía al alcohol.

Un día, un miembro de una iglesia filial de la Ciencia Cristiana a la cual asistía, llamó por teléfono y nos invitó a mí y a mi esposo a cenar. Acepté sin siquiera pensar en la perspectiva de encontrarme con algunos de los miembros activos de la iglesia. A medida que se aproximaba el día de la cena, me puse cada vez más nerviosa al pensar que no habría una hora para cocteles que me ayudara en esta reunión social. Tenía un gran deseo de estar tranquila y amena con estas personas que serían mis anfitriones. Sabía que ni siquiera podría tomar algo antes de ir a cenar. Me parecía que no era honesto dar la impresión de estar tranquila con ellos si secretamente dependía del licor para tranquilizarme. Respetaba a estas nuevas amistades y deseaba sentir su respeto.

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