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Cuando se da tratamiento a los niños...

Del número de agosto de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“¿Puede usted venir rápidamente? Creo que nuestro bebé se está muriendo, y mi esposo no está aquí”, — fue la llamada que recibí por teléfono.

Al acudir en contestación al llamado de emergencia, mientras trataba de ver el camino a través de la lluvia que caía a torrentes sobre el parabrisas del coche, con sencillez de niño me esforcé por acercarme a Dios, la Mente divina, el origen de toda inteligencia y amor. Me vino al pensamiento este mensaje, de Escritos Misceláneos de la Sra. Eddy: “Dios es nuestro Padre y nuestra Madre, nuestro Ministro y el gran Médico. Él es el único pariente verdadero del hombre en la tierra y en el cielo”. Esc. Mis., pág. 151;

¡Por supuesto! Sentí una cálida sensación del amor de Dios y de su total suficiencia. Me sentí tranquila física y mentalmente. Pronto estuve en aquel hogar, sabiendo con gratitud que la madre, el bebé y la practicista estábamos a salvo bajo la ley de Dios, ley de salud y armonía. Un poco después la criatura — que había recobrado su color normal, y cuya respiración era ahora suave y natural — estaba acurrucada en mis brazos. Hoy ese niño es un adolescente sano y fuerte.

Es maravilloso comenzar a comprender a Dios como “Padre... Madre... Ministro... Médico”, aceptarlo conscientemente en nuestra vida en esas cuatro capacidades — especialmente si tenemos niños en nuestro hogar o en nuestra práctica.

La paternidad o maternidad, en el sentido humano, a menudo contiene elementos de temor, basados en el falso sentido de que uno es mortal y que ha creado a otros mortales, lo cual resulta en un sentido de responsabilidad personal. El aprender en la Ciencia Cristiana que cada individuo es una idea espiritual que emana de la Mente divina, que es sostenida por la Vida, protegida por el Amor, engendrada y amada por el único Padre-Madre Dios — esto alivia el temor y capacita a los padres a comprender la habilidad de Dios para mantener a Sus hijos, bajo la ley divina.

También es importante que el practicista vea que Dios es Padre y Madre. Muchos de los casos de niños provienen de la creencia de que la enfermedad o algunas idiosincrasias son heredadas de los padres o de algún antepasado.

Después de mencionar algunas cosas esenciales para el buen éxito de los tratamientos en la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy escribe: “Si se trata de un niño pequeño o una criatura, es necesario atender el caso principalmente por medio del pensamiento de los padres, ya sea silenciosa o audiblemente, sobre la base antes mencionada de la Ciencia Cristiana”.Ciencia y Salud, pág. 412; Sin embargo, el niño es una expresión individualizada del Espíritu, distinto y eterno en su propia relación con Dios. ¿No es, de hecho, este pensamiento básico lo que el practicista tratará de que los padres comprendan y acepten?

Siendo la ocupación de practicista de la Ciencia Cristiana la de ministrar a las necesidades espirituales y así sanar, es importante reconocer a Dios como “nuestro Ministro y el gran Médico”. ¡Qué consuelo saber que Dios está enseñando a Sus hijos! Entonces, aunque nosotros pensemos que “no tenemos habilidad con los niños”, vemos que podemos dar exactamente el mensaje adecuado para ayudarlos a comprender la cercanía de Dios y Su realidad. A muchos de nosotros los niños nos parecen difíciles de comprender. Pero podemos saber acerca de aquellos que se cruzan en nuestro camino que Dios comprende a Sus propios hijos; y si escuchamos espiritual y receptivamente, Él nos indicará qué decir.

Una vez me oí a mí misma decirle a una escéptica adolescente quien se acababa de romper un brazo y el cirujano se lo había entablillado, que, en realidad, nada había sucedido. Dios no sabía nada de eso, por tanto todo el asunto era una mentira. Yo no quería decírselo pues pensé que ella se reiría, pero fue lo único que me vino a la mente y de parte de la Mente, decirle.

Me llenó de alegría cuando dijo que entendía perfectamente, y al día siguiente movía el brazo con toda libertad. En realidad, podemos saber que reflejamos a Dios en todos Sus aspectos, incluyendo el de Ministro.

Y Dios es “el gran Médico”. Él es el único sanador. A través de Su Cristo, Su manifestación divina, la verdad absoluta del ser, — su totalidad, seguridad, pureza y perfección — se vuelve aparente en la situación humana relativa.

En muchos países hay leyes que requieren que los niños reciban atención médica cuando están enfermos. Los Científicos Cristianos no ven estas leyes con resentimiento. Ellos reconocen su intención humanitaria y cumplen en todo momento con las obligaciones legales. Pero permanecen con una clara convicción de que Dios es el único médico, y que Su ley espiritual de salud, armonía e invulnerabilidad supera toda otra ley. Además, se dan cuenta de que, en proporción a su demostración de la ley divina, las leyes de protección para el niño reconocerán que el tratamiento de la Ciencia Cristiana para los niños es un cuidado aceptable para el niño. El autor del Apocalipsis reconoció el tiempo en el cual “los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos”. Apoc. 11:15.

Es importante, en casos en que los requisitos legales exijan llamar a un médico, que los padres y los practicistas sean totalmente sinceros y no permitan que ni el temor ni un sentido de alivio acompañen este paso. Podemos dar a César las cosas que son de César, mientras que la lealtad tanto del corazón como de la comprensión permanece en los métodos y medios espirituales.

A los niños se les puede enseñar a temprana edad a cooperar con los practicistas y, mejor aún, a ser sus propios practicistas. Se les puede enseñar a escuchar espiritualmente las ideas de la Mente, y a utilizarlas en sus asuntos. El niño que se apoya espiritualmente en su propio entendimiento tiene sus raíces en la comprensión espiritual; está creciendo con su propio tallo. Al encontrar a Dios como “Padre. .. Madre. .. Ministro. .. Médico”, él está a salvo.

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