“¿Puede usted venir rápidamente? Creo que nuestro bebé se está muriendo, y mi esposo no está aquí”, — fue la llamada que recibí por teléfono. Al acudir en contestación al llamado de emergencia, mientras trataba de ver el camino a través de la lluvia que caía a torrentes sobre el parabrisas del coche, con sencillez de niño me esforcé por acercarme a Dios, la Mente divina, el origen de toda inteligencia y amor.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!