Mirando a mi pequeño hijo que,
bajo mi cuidado, ¡tan feliz jugaba!
Mirando a mi pequeño hijo que,
tan inocente y seguro, a mis caricias se entregaba,
de pronto la comprensión de que
así como un niño debía confiarme yo
en los brazos del Amor, inundó mi corazón.
Que Dios en todo momento
está cuidando de mí; ... y que como todo
buen Padre, si en algo yerro
¡Él me lo hará saber!
Y escucharé su fuerte y tierno llamado,
y, guiada por Su amor,
regresaré otra vez.
¡Qué hermoso es, Dios mío,
esta seguridad tener!
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