“La Verdad está revelada. Sólo es menester practicarla”.Ciencia y Salud, pág. 174; Así escribe la Sra. Eddy en Ciencia y Salud.
Tal vez ninguna otra declaración resuma mejor la base para la acción y el propósito que los Científicos Cristianos tienen que aplicar a cualquier campo de actividad. Nuestra base es la revelación divina misma, la Palabra misma de Dios. Nuestro propósito es demostrar lo que la Palabra ha revelado: la verdad espiritual del ser. Cualquiera que sea la actividad práctica específica del Científico Cristiano, si él ha de ser un Científico Cristiano, su tarea principal es practicar la verdad que la Palabra divina ha revelado en la Ciencia Cristiana.
Si bien esta declaración se aplica a los Científicos Cristianos sea cual fuere su ocupación, en el mundo de hoy día hay razones para prestarle especial atención al papel que pueden desempeñar los Científicos Cristianos en el ambiente académico. Esto no quiere decir que la vida académica sea de por sí más importante, más prestigiosa o que tenga una significación espiritual mayor que otras esferas de actividad, porque sabemos que el poder de la Verdad tiene finalmente que transformar cada fase de la existencia. Pero, en la actualidad, la vida académica tiene un significado tan potencial, tanto para bien como para mal, en el desarrollo espiritual de la humanidad, que requiere una consideración seria y cabal.
La necesidad de dar atención específica a la relación entre la Ciencia Cristiana y el trabajo académico se debe a las condiciones especiales de la vida contemporánea. Durante las últimas décadas las instituciones de enseñanza académica han ocupado un nuevo lugar no solamente en los Estados Unidos de América, sino también en otros países. Para empezar, durante la época posterior a la Segunda Guerra Mundial, un porcentaje mucho mayor de la juventud mundial — incluyendo a Científicos Cristianos — ha estado asistiendo a las instituciones de enseñanza superior. Es necesario recordar, además, que las instituciones de enseñanza académica tienen en la actualidad una influencia mucho mayor en la vida pública y en las corrientes generales de pensamiento que la que han tenido en años anteriores. Desde principios de la década del treinta estas instituciones han estado cada vez más íntimamente comprometidas en la adopción y ejecución de asuntos de interés público tanto en el ámbito nacional como internacional. Lo que es más, han estado adquiriendo una importancia cada vez mayor como puntos de partida para la difusión en el pensamiento de distintas influencias, ideologías y conceptos acerca del hombre.
Es en relación con este último punto que podemos ver más claramente la relación entre el trabajo académico y la práctica de la Ciencia Cristiana. Esta Ciencia demuestra que la vida humana no está moldeada por leyes, procesos y acontecimientos objetivos en un tal llamado universo material, sino por los conceptos y las convicciones que la humanidad tiene sobre la naturaleza del ser mismo — sobre Dios, el hombre y el universo. Hoy en día, las instituciones de enseñanza académica sí tienen un papel importantísimo en la formación del pensamiento. Han venido a ser cada vez más la trabazón del complejo sistema por el cual se transmiten y cementan en el pensamiento humano los nuevos conceptos.
En la proporción, entonces, en que la luz del Cristo toque los distintos campos de la legítima erudición, el trabajo del académico puede transformarse en un factor importante para destruir los modos de pensar anticuados y arraigados y abrir el pensamiento humano a la Verdad. En efecto, la Sra. Eddy escribió en una oportunidad sobre las palabras de un pensador de ideas avanzadas: “Tal declaración es como la ‘voz de uno que clama en el desierto’ de las creencias humanas y prepara el camino de la Ciencia”.ibid., pág. 208;
Ella también escribió en un pasaje muy conocido en el que debemos recapacitar cuidadosamente: “Enseñanzas académicas adecuadas son necesarias. La observación, la invención, el estudio y el pensamiento original son expansivos y deberían promover el desarrollo de la mente mortal fuera de sí misma, fuera de todo lo que es mortal”.ibid., pág. 195; El Científico Cristiano percibe que los estudios académicos, cuando se practican correctamente, no inculcan en el pensamiento humano el relativismo, el secularismo y el descreimiento — como es por cierto el caso cuando se los practica erróneamente — sino que inculcan en él un sentido más claro, más funcional de la acción del Principio universal. Tampoco esclavizan al hombre con conceptos más limitados acerca de la vida y sus posibilidades; mas ayudan a abrir el camino hacia la demostración completa de libertad espiritual.
Si continuamos leyendo la página mencionada, encontramos otra declaración sobre la que debiéramos meditar con el mismo detenimiento: “Lo que deploramos son los intrincados barbarismos en las enseñanzas, — el mero dogma, la teoría especulativa, la ficción nauseabunda”. La Sra. Eddy estaba vivamente alerta al potencial negativo y positivo del trabajo académico. Es de vital necesidad que los Científicos Cristianos de hoy en día estén, lo más posible, igualmente alerta.
Además de esto, tanto los Científicos Cristianos que no pertenezcan a la vida académica, como aquellos que pertenecen, debieran sentir esta necesidad. Los Científicos Cristianos no deben dar margen para ignorar el desafío que presentan importantes esferas del pensamiento humano. Y por cierto que no tienen la intención de dejar de comprender, apoyar y alentar a otros Científicos Cristianos que están haciendo contribuciones importantes o enfrentando problemas difíciles en dichas esferas.
El trabajo académico y la curación
Este último punto se relaciona con un tema que requiere un énfasis especial. El cometido básico y propósito impulsor de los Científicos Cristianos dentro y fuera del ámbito académico es el mismo: la curación, en su sentido más amplio y completo. Correctamente considerado, el trabajo académico para el Científico Cristiano genuino no es un sustituto de la curación. Es, debe ser, una fase de la curación; y a menos que se lo considere de esta manera, las actividades académicas del Científico Cristiano están propensas a ser espiritualmente confusas e intelectualmente improductivas. Si él no relaciona la Ciencia Cristiana con los campos de sus inquietudes intelectuales, virtualmente los estaría clasificando bajo la jurisdicción de la mente mortal, poniendo su trabajo académico exactamente donde la mente mortal quiere que esté: dentro de definiciones mortales.
En el concepto mortal común y corriente de las cosas, lo académico generalmente se ha asociado, como era de esperarse, con el dogmatismo, el formalismo, lo especulativo y lo impráctico. ¿Se refiere esto a las “enseñanzas académicas adecuadas” que la Sra. Eddy asocia con la “observación, la invención, el estudio y el pensamiento original” y que contribuyen a liberar la mente mortal de la limitación? Estas últimas no son cualidades del escolasticismo, sino de la verdadera erudición. Y es interesante notar que la Sra. Eddy usa los términos “erudito” y “erudición” en muchas partes de sus obras con la connotación de que son deseables cualidades de pensamiento.
En el grado en que la verdadera erudición sea iluminada por la percepción espiritual, puede convertirse en una fase de la redención y la curación universales. Esta erudición espiritualmente inspirada puede operar como levadura en el pensamiento humano, ayudando a liberarlo de la esclavitud que se ha impuesto a sí mismo. El enfocar la luz de la Verdad en los distintos campos de interés académico puede ser un medio por el cual lo humano se abra más a lo divino. El incremento de la erudición iluminada espiritualmente puede ser resistido por el profesionalismo estrecho del pensamiento académico rígido. Pero vendrá su hora. La Sra. Eddy nos asegura: “El racionalismo espiritual y el libre pensamiento acompañan a la Ciencia que se va acercando, y no se pueden descartar”.ibid., pág. 223;
El Científico Cristiano que pertenece a la vida académica puede por lo tanto hacer una gran aportación al progreso espiritual de la humanidad, porque puede contribuir a cambiar modelos de pensamiento que afectan los puntos de vista que tiene la humanidad sobre cada fase de la vida. Los Científicos Cristianos que se desempeñan en distintas disciplinas están tratando de una manera muy directa con aquellas creencias que están esclavizando al hombre a la limitación. Si ellos están realmente usando su comprensión de la Verdad en todo lo que se refiere a su trabajo, están procurando disipar estas creencias y traer a luz la verdad espiritual. En toda disciplina hay necesidad de curación — de que se disuelvan las creencias anticuadas, de que se obtenga la iluminación espiritual y de que se manifiesten nuevas ideas.
Esta clase de curación no desmerece ni un ápice la curación de enfermedades físicas sino que la apoya y la fortalece. El Científico Cristiano que está demostrando el poder de la Verdad para sanar la enfermedad física y el Científico Cristiano que está demostrando el poder de la Verdad para quebrar la resistencia de antiguos modelos de pensamiento están peleando la misma batalla, por decirlo así, en diferentes frentes. Como nos dice San Pablo: “Hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo”. 1 Cor. 12:6.
El trabajo académico desafía al Científico Cristiano a que amplíe su concepto sobre la misión sanadora de la Ciencia Cristiana. Puede hacer más concreta su comprensión acerca de lo que nuestro estudio de Ciencia y Salud debiera estarnos revelando — la magnitud de la Ciencia divina, la enorme significación que tiene para la humanidad su descubrimiento y exposición en la Ciencia Cristiana, y relativamente lo poco que hemos demostrado hasta este momento de su gran promesa.
