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Influencias mentales: El gran engaño

Del número de agosto de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El interés actual por el ocultismo y la considerable publicidad que ahora se está dando a los métodos que alegan capacitarlo a uno para influir a otros mediante un control mental, es una advertencia que no debe ignorarse.

Estos métodos no son ni atractivos ni aterradores para quienes comprenden no sólo la Ciencia de la Mente divina sino también algo de las maquinaciones de la mente humana. Saben cuán falsas son las bases de estos sistemas mortales de control mental, y cuán ilusorias sus consecuencias. Por tanto, no los usarán, ni los temerán, ni serán afectados por dichas maquinaciones. Están preparados para protegerse contra la tentación de usar esos llamados poderes mentales sobre otras personas, y saben por qué son sabios al no dejarse influir y aceptar como suyos los pensamientos mortales que otros pudieran intentar imponerles.

La Sra. Eddy a menudo se refiere en sus escritos a los insidiosos y clandestinos métodos de los enemigos de la sociedad que procuran dominar a otros por medios mentales. Ella expone y condena la práctica de manipular mentalmente a otros, y, al mismo tiempo, nos asegura y explica la base desde la cual podemos defendernos para no aceptar sugestiones extrañas en nuestra consciencia. Escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Nunca temáis al que usa la mala práctica mental, al asesino mental, que, al tratar de dominar al género humano, pisotea el Principio divino de la metafísica; porque Dios es el único poder”.Ciencia y Salud, pág. 419;

Ésta es la base verdadera para un razonamiento correcto y una defensa contra la mala práctica: que Dios es el único poder. Dios es también la única presencia, el único Principio creativo, la única Mente e inteligencia verdaderas y eternas, el único que acciona. A medida que uno llega a comprender el hecho de que Dios es todopoderoso y se aferra a ello, no tendrá temor de que pueda ser influido mentalmente por quien haga mala práctica, y así estará a salvo de erróneas influencias mentales. Dios es el bien, y la unicidad y el todo poder del bien excluye la posibilidad de que pueda haber otro poder, un poder maligno. En realidad, no hay nada que temer porque nada está presente ni nada está ocurriendo excepto que Dios se está expresando a Sí mismo.

Dios es Mente divina, y la singularidad de Dios, o Mente, niega la existencia de otras mentes con deseos de imponer sus opiniones personales a otros. La Sra. Eddy escribe: “El exterminador del error es la gran verdad de que Dios, el bien, es la Mente única, y que el supuesto contrario de la Mente infinita — que se llama diablo o el mal — no es Mente, no es Verdad, sino error, sin inteligencia ni realidad”.ibid., pág. 469;

Puesto que Dios es la única Mente, y únicamente lo que procede de Dios, la Mente, es verdadero, nuestra seguridad está afianzada cuando nos identificamos con la única y todopoderosa Mente, Dios, y reconocemos sólo su gobierno sobre nuestros pensamientos y los pensamientos de otros. Afirmar que se tiene una mente aparte que posee poder para influir a otros, es infringir una ley fundamental de la Ciencia divina. Nos coloca en una posición imposible de pretender que la verdad pueda ser cambiada.

Lo que es divinamente verdadero no puede cambiarse — ni siquiera modificarse ligeramente. La Verdad no puede alterarse ni por la fuerza ni por la persuasión. Esto sería imposible aun cuando hubiera un poder o influencia que intentara producir tal cambio — que no lo hay puesto que la Verdad es Todo-en-todo, y no hay nada aparte de ella. La Verdad es Dios, “en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”, Sant. 1:17; como lo afirmara uno de los primeros seguidores de Cristo Jesús.

La Verdad, Dios, es omnipresente, eterna y todopoderosa. Está por siempre intacta y es inamovible e inmutable. En realidad, no hay poder en la materia ni en la mente mortal que pueda desafiar la supremacía de la Verdad, y en su totalidad no hay elemento falto de poder o inconsistencia que la haga debilitar, vacilar o fragmentarse. Aun las más estupendas ostentaciones de poder que ocurren en el reino del sueño adámico de mortalidad — explosiones moleculares o el mesmerismo masivo del pensamiento y voluntad humanas — son incapaces de afectar la Verdad. Tampoco pueden afectar a ninguna de sus múltiples manifestaciones espirituales. La Verdad y sus ideas inevitablemente permanecen intactas y perfectas, eternamente iguales. Como dice la Biblia: “Él es la Roca, cuya obra es perfecta. .. Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto”. Deut. 32:4.

Esta comprensión científica de la bondad de Dios, la Verdad, y de la inevitable perfección del universo verdadero y espiritual, es una protección para la humanidad. Libera a los mortales de la tentación y el deseo de influir y manipular personas y acontecimientos. También los protege contra el peligro y el temor de ser erróneamente influidos y manipulados por los pensamientos, acciones y argumentos mortales de otros. Nos muestra que no se llega a soluciones mediante la voluntad humana sino comprendiendo la verdad de la presente perfección del universo de Dios. Y nos asegura que, como ideas de Dios, la Verdad, reflejamos Su eterna estabilidad y que las agresivas sugestiones de la mente carnal no pueden influirnos o dañarnos.

La verdadera creación manifiesta las cualidades de su Principio divino, el Amor; él la gobierna, la provee abundantemente con hermosas imágenes de pensamiento y le asegura el perpetuo desarrollo de la percepción de las variadas ideas del Principio divino. ¿Qué más se puede desear que experimentar el continuo desarrollo del sublime propósito de Dios? ¿Por qué habría uno de querer desarrollar influencias mortalmente mentales para cambiar la perfección espiritual?

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