Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

[Original en español]

El impaciente investigador siempre está al acecho para saber la...

Del número de agosto de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El impaciente investigador siempre está al acecho para saber la razón y el porqué de todas esas cosas que le resultan un enigma. Sin embargo, a veces debiera aprender del paciente agricultor que no se preocupa por conocer de qué está constituida una semilla. A él le interesa saber qué clase de fruto podrá obtenerse con ella. Y si el fruto es bueno, no escatimará esfuerzos para proveerse de la misma semilla para sus sembradíos.

La Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), descubierta y fundada por nuestra Guía, Mary Baker Eddy, también proporciona una buena semilla para todo aquel que quiera tener una buena cosecha. Explica las leyes divinas, las cuales, cuando se aceptan y obedecen, nos dan frutos espirituales. Cristo Jesús dijo: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20). La Sra. Eddy dice (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 459): “El arból que trae buen fruto tiene que ser bueno”.

La Ciencia Cristiana, mediante mi estudio de Ciencia y Salud, hizo palidecer mis arraigadas convicciones sobre enfermedades crónicas. Recién había comenzado a vislumbrar conceptos espirituales de Ciencia y Salud cuando una noche desperté con un fuerte dolor de cabeza. Al no encontrar ningún remedio calmante, comencé a recordar lo que había leído sobre el estado armonioso del hombre creado a la semejanza de Dios, espiritual y perfecto. Al instante el dolor desapareció y me dormí nuevamente. La noche siguiente una curación similar ocurrió cuando desperté con síntomas de gripe que sufría todos los años. Como no tenía medicamento a la mano, volví a recurrir a los conceptos espirituales de Ciencia y Salud, pero con una sonrisa de incredulidad total de que una comprensión correcta de lo que es Dios pudiera tener un efecto sanador sobre una gripe que sabía que tenía. A pesar de mis dudas sobre el poder divino para curar, sentí una influencia benéfica inmediata — mi cuerpo cesó de transpirar y yo, sorprendido y entusiasmado, procuré recordar todo lo que había leído en aquel libro que estaba transformando mi cuerpo y mi mente. Aunque mi lucha contra la enfermedad duró toda la noche, a la mañana siguiente concurrí al trabajo, perplejo, pero contento por este resultado, que me pareció extraño. Las extraordinarias curaciones continuaron manifestándose cada vez que necesitaba del auxilio divino; ya no era posible para mí dudar de los prometedores resultados obtenidos por volverme a Dios confiado de que Él respondería a mi necesidad.

Iniciar sesión para ver esta página

Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 1979

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.