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Antes de jubilarme, trabajaba en una fábrica preparando sustancias...

Del número de octubre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes de jubilarme, trabajaba en una fábrica preparando sustancias químicas relacionadas con la fotografía. En una ocasión estaba agregando ácido sulfúrico a un líquido hirviendo, y la mezcla inesperadamente me saltó a la cara. A tientas caminé hacia donde estaba el agua fría para neutralizar el ácido lavándome la cara.

Pronto llegó el químico jefe, y me aconsejó muy firmemente que recibiera de inmediato atención médica. Por la apariencia de mi cara temía que pudiera uno de los ojos. Rechacé esta sugestión, y le dije que estaba seguro de que estaría bien. Sostuve en mi consciencia la verdad acerca de mi ser como idea espiritual — como el reflejo perfecto de Dios — y expulsé de mis pensamientos todo temor.

La piel alrededor de los ojos había cambiado de color, y los ojos me dolieron durante varios días. Pero persistí en mis oraciones, y pronto el dolor y otras manifestaciones del accidente desaparecieron, y sané completamente.

Antes del accidente yo usaba anteojos, pero después que ocurrió la curación descrita pude ver mejor sin ellos. Hace ocho años que estoy jubilado y todavía no uso anteojos ni los necesito.


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