Hace más o menos veinte años sufrí por algun tiempo de abscesos dolorosos en ambos oídos. Los tratamientos médicos no me habían mejorado. Finalmente acepté el consejo de una parienta, y recurrí a la Ciencia Cristiana. En el mismo momento en que decidí ponerme en contacto con un practicista de la Ciencia Cristiana, algo se reventó en el oído que estaba en ese momento afectado; el absceso comenzó a supurar, y esta condición no volvió a ocurrir.
Sin embargo, llevé a cabo mi intención de visitar a un practicista, ya no a causa de mis oídos, sino porque necesitaba una solución para un problema de relaciones muy deprimente. Había estado escuchando sugerencias erróneas por un largo tiempo. Ahora tenía que aprender a escuchar a Dios, a aceptar Su plan, y esto trajo armonía y paz para todos en este asunto. Recibí grandes bendiciones, y, con frecuencia, sentí el cuidado amoroso de nuestro Padre-Madre Dios.
Con la ayuda de un practicista, nuestra familia pudo vencer rápidamente todas las dificultades en la construcción de una casa, al reconocer el poder gobernante del Principio divino. Durante todo ese tiempo, y desde entonces, he recibido muchas curaciones físicas. Más importante aún, cada día estoy más segura de que nuestra razón de ser es la de glorificar a Dios en todo lo que hacemos. La instrucción en clase en Ciencia Cristiana continúa demostrando ser una ayuda de gran valor al acrecentar y profundizar mi comprensión espiritual.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!