Hace más o menos veinte años sufrí por algun tiempo de abscesos dolorosos en ambos oídos. Los tratamientos médicos no me habían mejorado. Finalmente acepté el consejo de una parienta, y recurrí a la Ciencia Cristiana. En el mismo momento en que decidí ponerme en contacto con un practicista de la Ciencia Cristiana, algo se reventó en el oído que estaba en ese momento afectado; el absceso comenzó a supurar, y esta condición no volvió a ocurrir.
Sin embargo, llevé a cabo mi intención de visitar a un practicista, ya no a causa de mis oídos, sino porque necesitaba una solución para un problema de relaciones muy deprimente. Había estado escuchando sugerencias erróneas por un largo tiempo. Ahora tenía que aprender a escuchar a Dios, a aceptar Su plan, y esto trajo armonía y paz para todos en este asunto. Recibí grandes bendiciones, y, con frecuencia, sentí el cuidado amoroso de nuestro Padre-Madre Dios.
Con la ayuda de un practicista, nuestra familia pudo vencer rápidamente todas las dificultades en la construcción de una casa, al reconocer el poder gobernante del Principio divino. Durante todo ese tiempo, y desde entonces, he recibido muchas curaciones físicas. Más importante aún, cada día estoy más segura de que nuestra razón de ser es la de glorificar a Dios en todo lo que hacemos. La instrucción en clase en Ciencia Cristiana continúa demostrando ser una ayuda de gran valor al acrecentar y profundizar mi comprensión espiritual.
Hace cuatro años comencé de pronto a sentir un dolor en los brazos y piernas, lo que me impedía dormir y limitaba mis movimientos. A pesar de la oración de una buena amiga, y de mi propio estudio intensivo de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, no había podido lograr una curación completa sino sólo una mejoría. Entonces hablé con mi maestro de Ciencia Cristiana, quien sabiamente me urgió para que me diera cuenta claramente de que en realidad sólo hay una Mente, Dios. En realidad, el hombre sólo puede saber y sentir lo que viene de Dios, porque la llamada mente mortal es un mito. Todas las noches antes de acostarme razonaba de esta manera. Muy pronto desaparecieron los dolores, pude dormir y estaba libre de la enfermedad.
En muchas ocasiones la omnipotencia de Dios se ha manifestado de una manera maravillosa. En una ocasión una persona me debía una considerable suma de dinero, la cual no me había pagado en la fecha convenida. Cuando ocasionalmente le preguntaba sobre el asunto, obtenía como respuesta nuevas promesas pero nada positivo. Decidí, en lugar de hacer una visita personal, pedir ayuda al banco; amablemente ellos le escribieron una carta al deudor, la cual éste nunca contestó.
Entonces comencé a orar sinceramente. Medité sobre esta petición del Padre Nuestro: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). Me di cuenta de que el Amor divino realmente responde a todas nuestras necesidades y que cada cual tiene la habilidad de expresar las cualidades del Cristo tales como honradez, responsabilidad y amor fraternal. Ninguna pérdida podía resultar de la expresión de estas cualidades. Hasta ese momento el banco había respondido a mis preguntas con una negativa, pero un día se me informó, para mi gran alegría, que la deuda había sido completamente cancelada.
El poner en práctica las enseñanzas de la Ciencia Cristiana me ha traído innumerables bendiciones. Estoy agradecida por cada una de ellas, porque cada una significa que otra pretensión del mal ha sido destruida por medio de la supremacía de la Verdad divina. Diariamente estoy aprendiendo a andar con Cristo, y esto es mi mayor tesoro.
Neumarkt, República Federal de Alemania
