Habiendo tenido la oportunidad de viajar por muchos países, he asistido a los cultos de la Ciencia Cristiana en iglesias, sociedades y grupos en la mayoría de los continentes. Me sorprendió ver que, hablando en general, los grupos más pequeños parecían ser los que expresaban un sentido más elevado de iglesia. Me pregunté por qué.
¿Cuáles eran algunas de las cualidades de esos pequeños grupos? Mi lista incluía: cálido afecto; alegría profunda; gran vitalidad al llevar a cabo toda clase de trabajos para la iglesia; comunicación espontánea y afectuosa de persona a persona; y una natural expectativa de bien. Vi estas cualidades brillar en los Lectores, los ujieres y en los miembros. ¡Qué entusiasmo!
Al repasar esta lista me di cuenta de que muchas de estas cualidades se podían relacionar con los niños. Eran esas características iguales a las de los niños las que no siempre se expresaban tan abiertamente — me pareció a mí— en las iglesias y sociedades más grandes. Pensé entonces en las palabras de Cristo Jesús: “Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. Mateo 18:3;
Me acordé, también, de lo que la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud sobre la educación de los niños: “Se les debiera permitir a los niños que sigan siendo niños en sus conocimientos, llegando a ser hombres y mujeres sólo por el progreso en el entendimiento de la naturaleza superior del hombre”.Ciencia y Salud, pág. 62; ¿No podría esto aplicarse a los grupos, sociedades e iglesias? Por supuesto que sí, pues éstos son capaces de alcanzar la madurez sin perder sus cualidades como las de los niños.
Obviamente, lo que una iglesia expresa sólo lo puede expresar por medio de sus miembros. Y esto nos lleva a considerar qué es lo que nos mueve a asistir a la iglesia. ¿Por qué asistimos? ¿Es sólo para encontrar la solución de nuestros problemas? Entonces estaremos tan preocupados en obtener una solución que no nos daremos cuenta de las necesidades de los demás. ¿O es que, sin darnos cuenta, estamos considerando a la iglesia como un lugar para ver a amigos queridos? Si es así, estaremos tan felices conversando antes y después de los cultos con nuestros compañeros de iglesia que tal vez no notemos al recién llegado, que se siente solo y que siente que se le ignora en el medio de esta feliz pero exclusiva congregación. ¿Acaso no es necesario que le hagamos sentir que es bienvenido?
¿Cómo puede una iglesia expresar más cualidades como las de los niños? Trayendo cada miembro al culto, al niño-que-habita-en-sucorazón y permitiendo que sus cualidades como las de los niños sean expresadas en la iglesia.
Es obvio que no podemos llevar este “niño” a la iglesia los domingos y miércoles si nos olvidamos de él durante el resto de la semana. Tampoco tenemos que crear este niño en nuestra consciencia; él ya está allí. Las cualidades como las de los niños son inherentes a la identidad espiritual. Y, como cualesquiera de las otras cualidades espirituales, no son pasivas, sino que están en acción continua, constantemente expresándose a sí mismas. Lo que necesitamos es percatarnos de ellas y manifestarlas en nuestra vida.
Esto se puede hacer diariamente. Temprano en la mañana podemos establecer nuestras metas. Podemos decidir, por ejemplo, que hoy expresaremos más alegría — alegría que no dependa de condiciones externas, sino sencillamente del hecho de que Dios nos ama y que, como Sus queridos hijos, expresamos Su amor. O quizás nuestra meta para hoy sea expresar una mayor expectativa de bien en nuestra camino al trabajo; o en la oficina; mientras caminamos por la calle; y también al regresar a casa. El bien espiritual e infinito es lo que constituye el verdadero ser del hombre, el cual es nuestro ser verdadero y el de los demás. Le abriremos nuestra visión y nuestro corazón a este bien espiritual. Entonces, cuando llegue el domingo o el miércoles, nuestro niño interior estará preparado para asistir al culto y llevar a éste el amor puro que eleva el pensamiento y sana.
Entonces, la sonrisa afectuosa de los Lectores; el gozo de los ujieres al darle la bienvenida a todos; la confiada expectativa de bien de los miembros y su profunda certeza de que un culto de la Ciencia Cristiana sana; los testimonios de gratitud espontáneos y abundantes; una bienvenida afectuosa y discreta al recién llegado — todo esto irradiará puro gozo. Y esto es lo que la Sra. Eddy esperaba de cada miembro de la iglesia.
Nuestra Guía dice: “Nuestra iglesia está construida sobre el Principio divino, el Amor. Podemos unirnos a esta iglesia sólo a medida que nazcamos de nuevo en el Espíritu, que alcancemos la Vida que es Verdad y la Verdad que es Vida, produciendo los frutos del Amor, — echando fuera el error y sanando a los enfermos”.ibid., pág. 35. El resultado de traer al culto esas cualidades nuestras que son como las de los niños será la oración elevada e inspirada en pro de la congregación. Tal oración despierta y sana.
