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¿Cosechas sin sembrar semillas?

Del número de octubre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Muchos problemas de la humanidad emergen de continuo. Uno de ellos es el desafío de tener que alimentar a un número cada vez mayor de habitantes en el mundo.

Alimento para un mundo hambriento

A veces se hacen predicciones acerca de la incapacidad del mundo para producir la cantidad de alimentos que necesita, y estas predicciones puede que aterren a la gente. Thomas Malthus, un pionero en el estudio de la demografía, hizo tal predicción a comienzos del siglo dieciocho. Su teoría sostenía que a menos que el aumento de la población fuera detenido, éste llegaría a ser superior al abastecimiento de alimentos y los resultados serían desastrosos. Pero algo sucedió que escapó a la percepción de la teoría maltusiana — nueva tecnología multiplicó la producción agrícola. Y, al menos en aquel tiempo, su predicción falló.

Sin embargo, a largo alcance, el mundo todavía está amenazado con el espectro del hambre. La gente todavía se acuesta con hambre. Pero otra cosa puede ocurrir también que venga a silenciar esta amenaza de un mundo hambriento. La Biblia describe a personas de visión que encontraron soluciones originales para el problema de escasez de alimentos. A veces la solución tuvo que ver con una necesidad humana de considerables proporciones — otras veces con necesidades más pequeñas. Sin embargo, en cada caso, la solución vino de una manera única.

•La confianza de José en Dios condujo a alimentar a una nación entera durante años de sequía.

• La íntima comunión de Moisés con Dios produjo maná para los hijos de Israel.

• Elías, quien él mismo fue sustentado por Dios en el desierto, pudo, mediante comprensión espiritual, hacer durar la pequeña cantidad de harina y aceite que tenía la viuda.

• Eliseo, bajo la dirección de Dios, hizo que su asombrado sirviente alimentara a cien hambres con una escasa provisión de panes de cebada, y trigo.

• Cristo Jesús alimentó a miles con unos pocos peces y panes.

Indudablemente, uno podría encontrar varios factores en común entre estos hombres de la Biblia. Pero uno de los más obvios es el que cada uno de ellos era obediente a Dios. Sus vidas enteras — monumentos conmemorativos permanentes, que ilustran obediencia a Dios — los capacitaron para derribar barreras mentales, incluyendo la barrera mental que hubiera querido privar a la gente del alimento necesario. Los obstáculos de hoy en día que quisieran obstruir la provisión de alimentos para un mundo hambriento, son esencialmente mentales, no materiales. La visión espiritual que capacitó a los personajes bíblicos a traspasar las limitaciones mentales con verdades espirituales, todavía puede practicarse.

Hoy en día, la Ciencia divina, el Consolador prometido por Cristo Jesús, está aquí para revelar los hechos espirituales del ser. Saca a luz la plena naturaleza de Dios — la supremacía e infinitud del bien. La Ciencia explica que la verdadera naturaleza del hombre es la idea espiritual de la perfección de Dios. El hombre no es un mortal despojado y a merced de conceptos distorsionados tales como el hambre, la desnutrición, la inanición. El hombre es el reflejo de la consciencia divina; sano, completo, sustentado. Tales hechos metafísicos absolutos — revelados a la consciencia humana — son el filo cortante de la espada del Cristo, que penetran el ignorante pensamiento mortal.

Hoy en día, tal como en los tiempos bíblicos, nuestra necesidad es la de ser obedientes a Dios. Escuchar tan atentamente el mensaje que nos trae Su Cristo que podamos ver mas allá de las limitaciones de la mortalidad y vislumbrar las posibilidades de las verdades metafísicas. Cuanto más cerca estemos de Dios, tanto más claramente percibiremos los hechos espirituales que resolverán los problemas — incluso el hambre del mundo. Al comienzo del libro del Génesis, por ejemplo, encontramos este discernimiento espiritual: “Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos, y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese”. Gén. 2:4, 5;

Hay un profundo significado en el concepto de que una planta exista antes de que la semilla haya sido plantada en la tierra. Hay un simbolismo de profunda verdad metafísica aquí. Las sustentadoras verdades de la realidad están disponibles abundantemente aun antes de que se evidencie la provisión que ha de satisfacer a la necesidad humana. ¿Podríamos hoy en día producir cultivos sin plantar semillas, — podrían haber cosechas sin antes labrar la tierra? No, no de acuerdo con la presente creencia humana. Pero el papel del metafísico es romper la limitada creencia humana. De acuerdo con la creencia, Cristo Jesús no habría podido alimentar a miles con unos pocos panes y peces. Pero Jesús penetró las restricciones de la manera de pensar mortal.

A medida que las verdades espirituales se perciban más cabalmente, nuevas posibilidades empezarán a surgir en la consciencia humana. La clave, como lo fue con Cristo Jesús, es nuestra obediencia a Dios — obediencia a los hechos originales y eternos del ser. La Sra. Eddy pregunta: “¿Puede el agricultor, conforme a la creencia, producir una cosecha sin sembrar la semilla y esperar su germinación según las leyes de la naturaleza?” Y continúa: “La respuesta es que no; y sin embargo las Escrituras nos informan que fue el pecado, o sea el error, el que primero causó la condenación del hombre a labrar la tierra, e indican que la obediencia a Dios eliminará esta necesidad”.Ciencia y Salud, pág. 183;

Por lo tanto, que la consciencia esté o no generalmente preparada en este punto de creencia para aceptar cosechas sin haber sembrado, es secundario. La importancia primordial radica en la necesidad del metafísico de poner en práctica suficiente visión espiritual como para discernir las posibilidades de provisión ilimitada que Dios confiere al hombre. Cuanto más poderosas y penetrantes sean estas percepciones, tanto más pronto cederán las limitativas creencias humanas. Nuevamente: Partiendo de una perspectiva espiritual, ¿hay que considerar siempre que las semillas y la tierra son esenciales para la obtención de cosechas? En su artículo: “Una sola causa y un solo efecto” la Sra. Eddy presenta esta clara percepción: “El agricultor contempla el desarrollo de una semilla y cree que sus cosechas provienen de la semilla y de la tierra, a pesar de que las Escrituras declaran que Él hizo 'toda planta del campo antes que fuese en la tierra’ ”.Escritos Misceláneos, pág. 26.

Tal vez algún día aquellos que padecen hambre serán alimentados con cosechas producidas sin sembrar semillas. O quizás la solución se presente de otra manera. En todo caso, cualquiera ésta sea, la Ciencia Cristiana nos ayuda a ver que tal solución será más genuina y perdurable si es el resultado de la oración — del discernimiento espiritual inspirado. Los que padecen hambre necesitan profundamente, en su batalla por alimentos, contar con la clase de metafísicos diestros — soldados de primera fila — que derribarán las limitaciones de la manera de pensar materialista al revelar la infinita creación de Dios — o sea Su “planta del campo”— y al comprender que Dios otorga al hombre abundante provisión de bien.

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