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¿Está orando usted para triunfar?

Del número de octubre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los deportes de competición son, a menudo, parte integral de la formación de un joven. Nos enseñan muchas lecciones útiles no sólo cuando se ejercitan, sino a través de toda nuestra existencia. El deporte de la lucha exige muchas cualidades que, por lo general, se consideran de naturaleza animal, tales como fuerza física, resistencia, valor, astucia, y una fuerte naturaleza competidora. La lucha libre incita a pelear a dos personas en combate abierto en el que uno triunfa y el otro pierde.

Los Científicos Cristianos jóvenes se sienten a veces confundidos cuando tienen que elegir entre los objetivos de un deporte y las lecciones aprendidas en la Escuela Dominical. Es posible que se pregunten: “¿Concuerda con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana el tratar de derrotar a otra persona y probar que soy más capaz que ella? ¿Puedo orar a Dios para salir triunfante? ¿Quién se beneficiará más si mi contrincante y yo oramos para triunfar?”

La Ciencia Cristiana, vivida y practicada, no nos priva de ninguna actividad buena y sana, como, por ejemplo, la de tomar parte en los deportes. Antes bien, aprendemos a aplicar las verdades aprendidas en la Escuela Dominical a todas nuestras actividades, por medio de las cuales glorificamos a Dios y logramos el nivel más elevado de ejecución. La Biblia nos dice que somos hijos de Dios. En la proporción en que expresamos las cualidades de Dios en nuestras actividades diarias, los que nos rodean a menudo son atraídos a la verdad que demostramos y desean aprender sobre la relación del hombre con Dios.

“Vosotros sois la luz del mundo”, dijo Cristo Jesús a sus discípulos. “Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:14–16; Al hacer esto, no sólo nos beneficiamos gracias a nuestra comprensión acerca de lo que es Dios, sino que ayudamos a toda la humanidad a acercarse a la armonía final, que es el resultado de conocer a Dios, la única fuente que gobierna.

Quizás usted se pregunte: “¿Pero qué tiene que ver todo esto con los esfuerzos por ser un mejor luchador?” Primero debemos examinar nuestro motivo para querer integrar el equipo de lucha (o cualquier otro equipo). ¿Qué buscamos? ¿Fama? ¿Reconocimiento? ¿Popularidad? ¿O es nuestra meta poner en práctica las cualidades que Dios nos concede, tales como inteligencia, fortaleza espiritual, hermandad, justicia y aun amor? Si nuestra meta es ésta tenemos mucha más razón para dedicar todo el arduo esfuerzo y las largas horas que necesitamos para perfeccionar el arte de aplicar llaves y de pasar de la posición defensiva a la posición de ataque para derribar y obligar al contrincante a tocar con ambas espaldas al suelo.

El luchador que es Científico Cristiano trabaja arduamente para obligar a su contrincante a que toque al suelo no tanto para producir daño o humillación, sino para demostrar — junto con su contrincante — gracia, belleza, coordinación, entereza. Sus oraciones, que deben ser una parte tan integral de su día como lo es la práctica en su equipo, no son, entonces, simplemente para ganar, sino más bien para estar consciente del gobierno armonioso que Dios ejerce sobre todas Sus ideas y para actuar de una manera que lo ayuda a él y a los demás a confirmar este hecho.

En su libro Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe acerca de las metas más elevadas que señalan la verdadera razón de nuestra existencia. Dice: “El hombre no es el linaje de las más bajas sino de las más altas cualidades de la Mente. El hombre entiende la existencia espiritual en la proporción en que se aumentan sus tesoros de Verdad y Amor”. En el párrafo siguiente agrega: “Este concepto científico del ser que abandona la materia por el Espíritu, de ningún modo sugiere la absorción del hombre en la Deidad y la pérdida de su identidad, sino que confiere al hombre una individualidad más desarrollada, una esfera más extensa de pensamiento y acción, un amor más expansivo, una paz más elevada y permanente”.Ciencia y Salud, pág. 265.

Aprendemos, entonces, que el expresar cualidades elevadas de Dios no significa que tengamos que ser pasivos y meditar durante todo el día. Mejor dicho, podemos ser activos y enérgicos, y así ayudamos a otros con nuestro ejemplo en todo lo que hagamos a darse cuenta de que tienen derecho a saber cómo los bendice y gobierna Dios. A medida que nos esforzemos por expresar más cabalmente nuestras cualidades semejantes a Dios, alcanzaremos nuestras metas con más facilidad, nuestro progreso será más seguro, y nuestra vida más plena. Podemos y debemos estar agradecidos porque comprendemos nuestra relación con Dios, y podemos compartir con entusiasmo este amor por Dios con nuestros amigos.

En la lucha hay ataques y contraataques. Un contrincante ataca. El otro anula el ataque y se esfuerza a su vez por reestablecer su supremacía. En el proceso de salir de una existencia material limitada, a veces nos asaltan pensamientos de escasez, limitación, enfermedad y pecado. Todos ellos no son más que supuestos ataques al hecho verdadero de que Dios es el único poder. Así como el que practica para anular el ataque de su contrincante, debemos anular continuamente las mentiras del error que se presentan en nuestro pensamiento y reemplazarlas con la verdad que es siempre real. Debiéramos afirmar conscientemente el hecho de que sólo hay una fuente de toda acción — Dios, el bien — y que todos somos hijos perfectos de Dios. A medida que oremos para estar más alerta a esta verdad y hacemos esfuerzos conscientes para vivirla, estaremos realmente orando para triunfar.

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