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Tomando nuestra posición

Del número de octubre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un amigo me contó que recientemente tuvo que tomar una posición que, a su juicio, era la más correcta. No reaccionó impulsivamente, no se rebeló obstinadamente, ni se sintió perturbado. Hizo simplemente lo que creyó que debía hacer pese a que nadie tomó su posición. Posteriormente se demostró que su posición había sido la correcta y su valor fue motivo de alabanza.

¿Estamos igualmente dispuestos a tomar nuestra posición por lo que creemos justo y a hacerlo tantas veces como parezca necesario? ¿O, por el contrario, permitimos que se juegue con nosotros y se nos intimide cuando sabemos que algo anda mal en nuestro hogar, en nuestro trabajo, nuestra vida social o incluso en nuestro trabajo de iglesia? Si sabemos que algo anda mal, ¿por qué dejamos que continúe? ¿Dónde está, pues, nuestro valor moral para tomar una posición firme en lo que creemos justo?

Podemos hacer frente al error — a todo lo que no es bueno, puesto que no proviene de Dios — al mantenernos en la Verdad, Dios. “La Verdad es siempre victoriosa”,Ciencia y Salud, pág. 380; escribe la Sra. Eddy. La Verdad nunca pierde ni vacila, no se aturde ni es impulsiva y no se intimida ni espanta. La Verdad siempre triunfa, es todopoderosa, omnipresente, el Todo. La Verdad conoce y está consciente sólo de lo que realmente existe.

Mantenerse en la Verdad es, pues, mantenerse firme en la verdad espiritual respecto de cualquier situación que encontremos en la escena humana. Y la verdad es que en nuestro ser verdadero como el hombre de Dios siempre estamos seguros, protegidos y libres de temor y siempre obramos con rectitud, amamos, estamos completos, somos cabales e indestructibles. ¿Por qué? Porque el hombre está hecho a semejanza de Dios, a semejanza del Espíritu infinito. Dios, el Principio divino y el Amor que todo lo abarca, mantiene y sostiene al hombre.

Se puede refutar cualquier mentira que el mal, la mente carnal, quiera presentarnos para mostrarnos lo contrario. El hombre, creado por el Espíritu infinito, es espiritual y no material o vulnerable a circunstancias o condiciones erróneas. El hombre, apoyado por el Principio divino, está regido solamente por la ley divina. Sostenido por el Amor que todo lo abarca, el Amor divino, el hombre es eternamente objeto de amor y de solicitud perfecta. Estas verdades espirituales nos dan una base divina e infalible para no tener que aceptar o temer nunca ninguna apariencia que el mal quisiera presentar en nuestra vida.

No estamos obligados a inclinarnos ante ningún poder aparte de Dios, porque no existe ningún otro poder. Cristo Jesús nos lo probó, y Pablo debe haberlo vislumbrado cuando escribió: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Rom. 8:31; Y no solamente quién, sino ¿qué podría estar contra nosotros? ¿Qué condición? ¿Qué circunstancia? ¿Cómo podría haber más de un poder omnipotente gobernando Su creación en armonía y orden perfectos?

Mantenerse en la Verdad significa que, en lugar de poner nuestra confianza en una persona o en el obstinado poder de voluntad, confiamos en el único poder omnipotente, la Mente divina, para todo lo que necesitemos. La Mente divina está continuamente dotando al hombre de toda inteligencia, fortaleza y entendimiento espiritual. Percibirlo nos ayuda a expresar más valor moral aunque estemos tentados a pensar que el mal tomará desquite de alguna manera si adoptamos una posición impopular. El hombre está fuera del alcance de cualquier ataque proveniente del mal porque el mal carece de existencia real. Además, la sustancia y la esencia mismas del ser del hombre son espirituales, no materiales y, por lo tanto, el hombre no puede convertirse en blanco del mal. Ninguna invectiva puede afectar a un rayo de sol. Tampoco afectan al hombre los ataques del mal, las opiniones materiales o las creencias humanas. Y esto es verdad a pesar de cuántos crean en el mal o que esos ataques sean deliberadamente maliciosos o ignorantemente involuntarios.

Al mantenernos en la Verdad aceptamos como verdaderos sólo los hechos espirituales, porque son verdaderos. Negarse a creer que el mal tiene poder o ascendencia sobre nosotros o sobre persona alguna provoca su caída y el mal es polvo que vuelve al polvo. Aunque nos parezca que podemos atribuir nuestro problema al odio de un tercero, podemos recordar lo que dice la Sra. Eddy: “Toda práctica mental no científica es errónea y no tiene poder, y debe ser entendida como tal y así desposeída de sus efectos”.Ciencia y Salud, pág. 375; El mal carece de identidad, no pertenece a nadie y es completamente impotente. Cuando percibimos con claridad la naturaleza errónea y la impotencia del mal, al comprender mediante la oración las verdades espirituales del ser, el mal es “desposeído de sus efectos”. Al mantenernos en la Verdad debemos esperar ser liberados del problema y ser sanados aunque no hayamos estado alerta para percibir la impotencia del mal.

Hace algunos años, mientras realizaba algunas actividades de la Ciencia Cristiana, me sentí enfermo. Mientras oraba para curar la enfermedad, sentí que podía detectar mucha resistencia hacia lo que estaba haciendo. Se lo mencioné a mi esposa, que había logrado que saliera de mi lecho de enfermo para sentarme a la mesa, donde me esperaba una cena de un delicioso pollo frito. Sin perder un bocado me preguntó: “¿Qué resistencia?”

Su comentario me fastidió, pues ella sabía el problema que estaba enfrentando. Sin embargo, luego de la cena pensé en lo que mi esposa me había dicho y súbitamente me di cuenta de todo: “Si estoy pensando que puede haber algo que puede resistir al bien, a Dios, estoy creyendo que Dios no es todopoderoso. Y no es así. Él es todopoderoso y así lo creo”. Por fin tomé una posición firme y valiente en la Verdad. Oré con esta idea y en media hora sané completamente de todos los síntomas físicos que había sentido por dos o tres días. Me reincorporé a todas mis actividades con renovado vigor y con una convicción espiritual más profunda.

Esta sencilla experiencia me enseñó a tomar una firme posición contra toda intrusión del error en mi consciencia, pues es allí donde está siempre nuestra línea de defensa: en nuestra consciencia. Cuando nos defendemos mentalmente tenemos valor moral para hacer lo que debemos hacer en nuestra vida. La Sra. Eddy nos dice: “Id, si es preciso, al calabozo o al patíbulo, mas no desdigáis las palabras de la Verdad”. Enérgicas palabras, ¿pero acaso no hay hoy muchas situaciones que justifican que tomemos enérgicamente una posición firme? La Sra. Eddy presenta a continuación esta pregunta que invita a pensar: “¿Cuántos hay que están prontos a sufrir por una causa justa, a soportar un largo sitio, a colocarse a la vanguardia, hacer frente al enemigo, y pisar el campo de batalla todos los días?” Escritos Misceláneos, pág. 99.

Todos poseemos la capacidad, el poder y el valor moral derivados de Dios para hacerlo cuando debemos hacerlo. No estamos solos, sino apoyados en la Verdad. Podemos comenzar a tomar nuestra posición dondequiera que estemos: aquí y ahora. ¿Está usted dispuesto a comenzar?

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