Ya sea que vivamos en una sola habitación o en un apartamento; bien seamos propietarios de una casa o de un condominio; o bien vivamos en un coche-habitación o en una tienda de campaña, esa residencia expresa, en cierta medida, el concepto que al presente abrigamos del hogar y del ambiente. Hay diversas posibilidades que varían según sea la ciudad en que vivimos, nuestra cultura, nuestros ingresos, y otras cosas por el estilo.
Si deseamos vivir satisfactoriamente, no debiéramos abrigar una perspectiva material y estereotipada acerca de cuál sea “el lugar adecuado para vivir”. Puede que el sentirse contento con un sencillo apartamento sea para una persona la expresión de su satisfacción espiritual. Puede que otra se deleite con una espaciosa casa situada en medio de un placentero jardín, y esto puede evidenciar su amplio reconocimiento de la belleza y la luz del Alma.
Una vivienda monótona e inadecuada podría estar acusando la necesidad de elevar de la materia al Espíritu el nivel de nuestro pensamiento con respecto a cómo y dónde vivimos. Esto podemos hacerlo con la percepción que obtenemos de nuestro estudio de la Biblia — especialmente de las enseñanzas de Cristo Jesús — y de los libros de nuestra Guía, Mary Baker Eddy.
El modo metafísico de ganar un mejor concepto de lo que es el hogar es totalmente práctico. Si no nos sentimos felices donde vivimos, y nuestro descontento no es meramente el resultado del orgullo o la indulgencia propia, podemos obtener una percepción más espiritual del hogar. Esto nos puede conducir a encontrar otro lugar en donde vivir. Es siempre más importante mudar nuestro pensamiento de la materia al Espíritu, que mudar nuestras pertenencias de esta dirección a aquella otra.
Para encontrar la realidad espiritual de lo que es el hogar — para encontrar la verdad de todas las cosas según existen en el reino de la Mente — necesitamos razonar espiritualmente (ilimitadamente) en lugar de humanamente (limitadamente). Para las apariencias comunes y corrientes, el hombre es mortal, y un mortal que se mantiene a sí mismo. En la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), el hombre es inmortal y es mantenido por su Principio, la Vida y la Mente imperecederas. El mortal trabaja y labora para disponer de ingresos con los cuales hacer frente a sus necesidades. La idea inmortal de la Mente está eternamente ocupada en ser la expresión total de la Mente.
La expresión de la Mente es mantenida por la Mente así como la luz es mantenida por el sol. “La Mente divina que creó al hombre, mantiene Su propia imagen y semejanza”,Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 151; nos dice la Sra. Eddy. El hombre es la representación completa del Espíritu inagotable. Conceptos que limitan, condiciones que resultan de un “No tengo medios para adquirir lo que necesito”, nada tienen que ver con el hombre como reflejo de la Mente. Restricciones y carencias tienen que ver con el mortal, y mediante la Ciencia nos desprendemos progresivamente del punto de vista mortal que abrigamos de la existencia. Podemos aprender a identificarnos mucho más persistentemente con el hombre, en lugar de con un mortal finito. Cualquiera sea nuestra actual residencia, no podemos menos que beneficiarnos, y beneficiar a nuestra ciudad y a nuestra área, aguzando en la piedra de la Ciencia Cristiana nuestra visión de lo que el hombre es en realidad, y de cuál es su verdadero ambiente.
La palabra “ambiente” puede que sea un tanto inadecuada para describir cómo el hombre existe y dónde vive. De acuerdo con la Ciencia divina, el hombre no es un ser finito que vive en la materia. O un ser finito que vive en el Espíritu infinito. El hombre es la idea infinita del Espíritu, coexistiendo infinitamente con el Espíritu. Razonando desde esta base, y amoldando la forma de nuestro vivir de acuerdo con esta verdad científica del ser, nuestra experiencia humana de hogar es más satisfaciente.
La materia, en cualquier forma, no es el ambiente del Alma infinita, Dios. La materia no nos dice nada verdadero sobre el hogar y el ambiente. La Ciencia Cristiana, por otra parte, nos dice todo lo que necesitamos saber para percibir lo que verdaderamente somos y dónde realmente vivimos. Debido a que encontramos nuestro verdadero ser en el Alma, no en la materia, vemos que nuestro verdadero ambiente es el Alma; por lo tanto, no consiste en ladrillos, argamasa, vidrio, acero, o madera.
Dios crea todas las cualidades que constituyen la idea de hogar; y el hombre incluye todas estas ideas, pues el hombre es la expresión completa de Dios. Al buscar estas cualidades en Dios, no en la materia, podríamos decir que las estamos buscando en su propio hogar. Decir esto no es meramente un juego de palabras, sino que es declarar una verdad espiritual demostrable. Todo lo que realmente existe, incluso el verdadero concepto de hogar, ha de encontrarse en Dios.
Entonces, si tenemos razones valederas para sentirmos descontentos con nuestra vivienda, podemos trabajar el problema metafísicamente. El cielo es nuestro hogar. Incluye a todos los hijos de Dios, siempre. Nadie está excluido. Usted no está excluido. No tenemos que ser víctimas de condiciones sociales y económicas que varían. En la verdad absoluta ya estamos en nuestro hogar, el cielo. La Sra. Eddy dice: “Peregrino en la tierra, tu morada es el cielo; extranjero, eres el huésped de Dios”.ibid., pág. 254; ¡Tiempo presente! Y la Biblia dice: “Señor, tú has sido nuestra morada de generación en generación”. Salmo 90:1 (según Versión Moderna);
Al buscar el hogar adecuado debiéramos resistir cualquier tentación de pensar en una casa como un símbolo de posición social. No debiéramos creer que una casa representa una condición social superior o inferior. Esto implicaría que se está colocando el concepto de hogar en la materia en vez de en el Espíritu. Necesitamos percatarnos de nuestra posición o estado como idea inmortal de Dios. Es el Amor divino quien nos provee, y provee a todos, de este estado o condición. “La Ciencia de la curación por la Mente demuestra que es imposible que nada fuera de la Mente pueda dar testimonio verídico o exponer el estado verdadero del hombre”,Ciencia y Salud, pág. 120. declara la Sra. Eddy. Una casa grande y elaborada o un barrio elegante, no son de por sí representantes de lo que verdaderamente somos. Cuando nos tornamos a la Mente, no a la materia, en busca de nuestro estado verdadero, entonces descubrimos lo que realmente somos. Buscar nuestro estado en la materia es sencillamente perpetuar el sueño de la existencia mortal.
Nuestro correcto, verdadero y único hogar consiste en ideas espirituales. Encontramos estas ideas en el Espíritu, no en la materia. Y cuando conscientemente las buscamos en el Espíritu podemos, con toda razón, esperar que nuestra experiencia humana ilustre la compleción y plenitud del hombre como el reflejo del Amor divino, por siempre al cuidado de este Amor.
