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Un día en que mis dos hijos menores estaban jugando afuera, el...

Del número de octubre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un día en que mis dos hijos menores estaban jugando afuera, el mayor de ellos fue lastimado. Fui hacia mi hijo y lo abracé. Algo había penetrado en su ojo, y con sus manos lo estaba cubriendo. Me pregunté: “¿Qué debo hacer?” Inmediatamente pensé en la palabra “inmolación propia”. La Sra. Eddy la usa en la página 1 de Ciencia y Salud: “La oración, la vigilancia y el trabajo, combinados con la inmolación propia, son los medios misericordiosos de Dios para lograr todo lo que se ha hecho con buen éxito para la cristianización y la salud del género humano”. Durante el año había pensado mucho sobre esta palabra, y en ese momento vi la necesidad de abandonar el yo mortal. Dios es Todo, y Él estaba a cargo, no un yo mortal. Él estaba allí mismo con nosotros — amándonos, protegiéndonos y cuidando de nosotros.

Al limpiarse el niño un poco, no miramos el ojo ni tratamos de hacer nada con él. No teníamos idea de lo que había penetrado en él, ni nos preocupamos con esto.

En lugar de eso, nos sentamos en el cuarto de estar y declaramos en voz alta la verdad acerca de Dios y el hombre hecho a Su semejanza. Hablamos sobre el supremo gobierno de Dios. La ley de Dios es la única ley, y anula toda llamada ley material; Su ley es perfecta y segura, Su palabra “más cortante que toda espada de dos filos” (Hebreos 4:12). Este concepto de la ley de Dios fue tan poderoso y absorbente que al seguir este curso de pensamiento siguieron ocurriéndoseme verdades para compartir con nuestro hijo. Uno de los himnos favoritos de este niño es la “Oración vespertina de la madre”, con letra de la Sra. Eddy (No. 207, Himnario de la Ciencia Cristiana ). Comienza: “Gentil presencia, gozo, paz, poder”. Sentimos la “gentil presencia” de Dios, Su “gozo, paz, poder” justo con nosotros y alrededor de nosotros. Vi que este niño verdaderamente pertenecía a Dios, quien era su Padre-Madre, que tiernamente lo sostenía.

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