Un día en que mis dos hijos menores estaban jugando afuera, el mayor de ellos fue lastimado. Fui hacia mi hijo y lo abracé. Algo había penetrado en su ojo, y con sus manos lo estaba cubriendo. Me pregunté: “¿Qué debo hacer?” Inmediatamente pensé en la palabra “inmolación propia”. La Sra. Eddy la usa en la página 1 de Ciencia y Salud: “La oración, la vigilancia y el trabajo, combinados con la inmolación propia, son los medios misericordiosos de Dios para lograr todo lo que se ha hecho con buen éxito para la cristianización y la salud del género humano”. Durante el año había pensado mucho sobre esta palabra, y en ese momento vi la necesidad de abandonar el yo mortal. Dios es Todo, y Él estaba a cargo, no un yo mortal. Él estaba allí mismo con nosotros — amándonos, protegiéndonos y cuidando de nosotros.
Al limpiarse el niño un poco, no miramos el ojo ni tratamos de hacer nada con él. No teníamos idea de lo que había penetrado en él, ni nos preocupamos con esto.
En lugar de eso, nos sentamos en el cuarto de estar y declaramos en voz alta la verdad acerca de Dios y el hombre hecho a Su semejanza. Hablamos sobre el supremo gobierno de Dios. La ley de Dios es la única ley, y anula toda llamada ley material; Su ley es perfecta y segura, Su palabra “más cortante que toda espada de dos filos” (Hebreos 4:12). Este concepto de la ley de Dios fue tan poderoso y absorbente que al seguir este curso de pensamiento siguieron ocurriéndoseme verdades para compartir con nuestro hijo. Uno de los himnos favoritos de este niño es la “Oración vespertina de la madre”, con letra de la Sra. Eddy (No. 207, Himnario de la Ciencia Cristiana ). Comienza: “Gentil presencia, gozo, paz, poder”. Sentimos la “gentil presencia” de Dios, Su “gozo, paz, poder” justo con nosotros y alrededor de nosotros. Vi que este niño verdaderamente pertenecía a Dios, quien era su Padre-Madre, que tiernamente lo sostenía.
La Lección Bíblica de la semana en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana era sobre el tema “El hombre”. Nuestro hijo estaba reposado y en paz cuando le leí esta bella lección, deteniéndome con frecuencia para hablar sobre ciertos puntos que se iluminaban al ir leyendo. “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí” (Isaías 43: 10). Esto significaba para nosotros que sólo podemos ser testigos de Dios y de Su bondad y hacer Su voluntad. Este niño era Su siervo, y como tal obedecía a Dios y estaba protegido por Él.
Había citas de Daniel que hablaban de los tres jóvenes hebreos que fueron arrojados al horno de fuego ardiendo. No fueron tocados por la creencia mortal y salieron sin siquiera con olor de fuego (ver Daniel 3). Pudimos comprender que nuestro hijo, en su naturaleza verdadera, estaba intacto de toda situación física. El hijo de Dios no es víctima del sufrimiento, por estar gobernado por la ley de Dios, la única ley que realmente es operativa. “Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate” fue un mandato directo y consolador (Daniel 10:19).
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 287): “Los cinco sentidos materiales testifican de la verdad y del error como si estuvieran unidos en una mente a la vez buena y mala. Sus falsos testimonios cederán finalmente a la Verdad, — al reconocimiento del Espíritu y de la creación espiritual”. Aquí encontramos seguridad de que la falsa evidencia tiene que ceder a la Verdad. Pudimos comprender que la creación del Espíritu es perfecta y completa, incluso este niño. Al leer, se nos aclaró que no teníamos por qué estar impresionados por la mente mortal de ninguna manera. De hecho, sólo hay una Mente, Dios. Pudimos abandonar a toda la familia de los “sí mismos” — compasión de sí mismo, justificación de sí mismo, importancia de sí mismo — a cambio de reflejar a Dios y escuchar Su dirección y confiar en ella.
Mis otros dos hijos vinieron mientras leía la última sección de la lección. La atmósfera era de paz y armonía. Al yo preguntarles a estos niños lo que estaban haciendo, el niño que había sido lastimado dijo: “Mamita, algo me acaba de caer del ojo”. Se agachó y recogió una munición menuda. Habían transcurrido entre cuarenta y cinco minutos a una hora desde que la munición penetró en su ojo, pero pareció que había transcurrido menos tiempo porque estuvimos muy absortos con las verdades de Dios. Cuando cayó la munición estaba yo tan agradecida por esta evidencia del cuidado de Dios que supe que el niño podía ver normalmente y no tuve que preguntárselo. Este vino a ser el caso. Me sentí especialmente agradecida por estar completamente libre de animadversión, malignidad, odio o temor hacia quien lo lastimó. Estábamos rodeados de tal manera del amor de Dios, que nada desemejante a Él pudo penetrar.
Al día siguiente este hijo llevó a cabo sus actividades acostumbradas, que incluían patinar, andar en bicicleta y nadar. En una semana, no había evidencia en el globo del ojo dónde había entrado la munición. Al recurrir a Dios, yo sé que este niño tuvo el mejor cuidado posible y que este cuidado estuvo disponible en el acto. Después de ver casos anteriores del poder de Dios evidenciado en nuestros asuntos humanos, cómo podíamos conformarnos con algo que no fuera lo mejor, que es lo que Dios da. Cuán agradecida estoy como madre por haber tenido esta bella y exacta Ciencia para utilizar en obtener una comprensión más profunda de lo que es Dios y mantener una relación más estrecha con Él.
Sunnyvale, California, E.U.A.
Deseo acreditar el testimonio de mi esposa. Cuando llegué a casa de mi trabajo, nuestro hijo estaba descansando tranquilamente sobre el sofá. La munición ya había salido de su ojo, y el ojo se veía normal excepto que tenía una leve rojez y estaba lloroso. El niño pudo participar normalmente en el próximo ensayo de su equipo de fútbol dos días después. Estoy muy agradecido de que Dios sea nuestro protector y de que nuestra familia entera confíe en la Ciencia Cristiana para la curación.
