Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Liberémonos de la frustración

Del número de octubre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Se ha dicho que la frustración es obstinación contrariada. Tal declaración nos invita a detenernos y reflexionar. Nos invita a analizar cuidadosamente muchas de las dificultades que afectan nuestra vida. Uno podría preguntarse: “¿Cómo puedo liberarme de mis frustraciones, de mis fastidios y ansiedades?” La respuesta podría ser: “Abandone su obstinación”. Pero, ¿cómo lograrlo?

Consideremos algunas de las verdades básicas de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens): que Dios es la única Mente, o inteligencia, que gobierna al hombre, el único poder motivador. La voluntad de Dios es la voluntad del Amor, de la Verdad, de la Vida. El hombre, como expresión de Dios, como reflejo de Dios, es la manifestación de la voluntad de Dios. Esta voluntad es todopoderosa, siempre presente y lo abraza todo. Es enteramente buena. El someter la voluntad humana a la voluntad divina, es esencial.

¿Qué constituye la resistencia a este curso de acción? En creencia, hay una voluntad mortal que se manifiesta como vida e inteligencia en la materia. Se la llama obstinación o sentido personal. Forma parte de la creencia general de que hay una mente separada de Dios, quien es la Mente divina. Pero, en realidad, no hay identidad en la materia. No hay inteligencia en la materia. Y cuanto más claramente reconozcamos este hecho, tanto más rápidamente dejaremos lo humano por lo divino. Éste es el camino para disfrutar de la armonía, la salud y la libertad de la Mente divina que se manifiesta a sí misma en el hombre.

Los pecados son obstinación expresada concretamente. La obstinación es la fuente de mucho mal. Es la creencia de ego en la materia. Este ego quisiera trazar su propio curso de acción egoísta, desafiar la voluntad de Dios y subvertir la ley del Amor divino. Pero debido a que este ego no tiene base verdadera en la Verdad, se derrota a sí mismo. Aquel que se deja influir por la obstinación finalmente enfrentará dificultades, sufrimientos y limitaciones. La obstinación siempre nos lleva en la dirección equivocada. Es lo que nos hace errar; también puede resultar en accidentes. Ahora bien, ¿a qué recurrir en busca de dirección, de orientación?

Sólo la sabiduría divina nos capacita para encontrar nuestro camino hacia la salud, la armonía y la abundancia. Es Dios, la Mente divina, quien da la dirección inequívoca. Mediante la oración, mediante la sumisión de lo humano a lo divino, podemos percibir la dirección divina. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, leemos: “Ninguna sabiduría es sabia, sino Su sabiduría; ninguna verdad es verdadera, sino la Verdad divina; ningún amor es bello, sino el Amor divino; ninguna vida es Vida, sino la divina; ningún bien existe, fuera del bien que Dios concede”.Ciencia y Salud, pág. 275;

No es de admirarse que Cristo Jesús siempre recurriera a Dios en busca de sabiduría, dirección y poder para llevar a cabo la curación y regeneración. Es la influencia divina la que corrige las falsas creencias, ajusta la vida humana, y saca a la luz la armonía de la ley de Dios. Esto fue especialmente evidente en la lucha de Jesús en el Huerto de Getsemaní cuando llegó a la sublime conclusión: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Lucas 22:42; El propósito de la vida de Jesús se cumplió, y la lección del cristianismo fue totalmente revelada.

La obstinación a menudo se manifiesta en rebelión — rebelión contra la autoridad, tal vez, contra los padres, contra la ley de Dios. A veces esta rebelión es la causa de enfermedades. Tiende a desordenar el cuerpo humano. Teorías médicas afirman que algunas formas de enfermedad son causadas por el crecimiento desordenado de células en el cuerpo. Pero toda acción es mental, y lo que necesitamos corregir es el estado mental desordenado. Amargura, frustración, sentimientos heridos, fastidios y ansiedades — todo ello tiene su fuente en alguna clase de obstinación. Este error ha de eliminarse a fin de restaurar la armonía al pensamiento y al cuerpo.

Ceder lo humano a lo divino puede purificar la consciencia y restaurar el orden apropiado. La voluntad de Dios es completamente armoniosa. Es la base misma del bienestar, de la salud. ¿Por qué nos resistimos? Bueno, es posible que esta resistencia no siempre sea obvia voluntariedad; puede ser ignorancia. Tal vez creamos que la materia puede actuar por sí misma y que no tenemos manera de gobernar el cuerpo humano armoniosamente. Pero la materia no tiene inteligencia, es simplemente mentalidad material. La materia es una fase de la voluntad humana — aun cuando la persona no esté consciente de ello. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, se refiere a esto de la siguiente manera al comentar sobre la declaración de San Pablo que aparece en 2 Corintios 12:10: “La Ciencia contenida en la declaración de San Pablo resuelve el elemento mal llamado materia en su pecado original, o voluntad humana”.Escritos Misceláneos, pág. 201. La resistencia no es, entonces, por sí misma materia, sino voluntad humana.

De manera que negar la voluntad humana tiene un profundo alcance. Una constante negación socava la creencia de inteligencia en la materia y hasta de que la materia existe. La Ciencia Cristiana nos enseña que la materia no es sustancia verdadera. Podemos llegar a comprender la irrealidad de la materia cuando resolvemos “el elemento mal llamado materia en su pecado original, o voluntad humana”.

Muchos problemas de relaciones humanas giran alrededor de este elemento de obstinación. Aun cuando la gente no difiera realmente en sus miras y propósitos, la agresividad de la voluntad mortal puede causar entre ellas fricción e irritación. Un punto primordial en la solución de este problema es reconocer que esta falsa voluntad es mente mortal, la creencia de vida e inteligencia en la materia, y encararla científicamente. Podemos impersonalizarla, negarla y excluirla, reconociendo solamente la voluntad de Dios. Podemos estar dispuestos a someter nuestra voluntad humana sin ninguna sensación de pérdida cuando vemos lo que es la voluntad verdadera.

Cuando nos enfrentamos con la necesidad de negar el “yo” es posible que pensemos que estamos perdiendo algo, que se nos está privando de algo bueno o deseable. Hasta puede suscitarse el argumento de que esto es la aniquilación de sí mismo. He aquí la causa de la lucha. Pero cuando vemos este falso ego como un concepto equivocado acerca del ser, como un falso concepto acerca de la voluntad, entonces nos damos cuenta de que no hemos perdido nada sustancial, sino que hemos ganado. Empezamos a percibir más que el hombre proviene de Dios, que él es la manifestación de la voluntad divina. Nos damos cuenta de que no tenemos identidad real aparte de Dios, el Ego divino y único.

La esencia de la armonía es ceder lo humano a lo divino. La ley de Dios es la única base verdadera para la armonía. Reconocer que Dios es la única Mente, la única inteligencia que gobierna al hombre, establecerá nuestra vida entera sobre la base del gobierno de Dios. No hay frustración en la Mente divina. Y cuando nos sometemos al gobierno divino, podemos liberarnos de nuestros fastidios y ansiedades o de la frustración. Eliminamos la obstinación y cedemos a la ley de Dios.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 1980

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.