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No tienen por qué romperse nuestras redes

Del número de octubre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Considera usted que el ingreso que recibe por su trabajo es su provisión?

Consideremos este punto más detenidamente. Por supuesto que el dinero de por sí no es verdaderamente sustancial, pues su valor fluctúa, puede disminuir, retenerse, perderse, destruirse. La creencia de que el dinero es la fuente principal de satisfacción acaba por despertar avaricia, envidia, ansiedad, temor — emociones perjudiciales que deben eliminarse para que reine la paz.

Dios, la Mente, es nuestra verdadera fuente de provisión. La Mente constantemente se manifiesta en ideas — múltiples, inagotables, infinitas. Estas ideas constituyen la verdadera consciencia del hombre. El hombre, como una expresión individualizada de la Mente única y omniactiva, incluye todo lo que la Mente imparte: sabiduría, inteligencia, integridad y así por el estilo. Jamás hay carestía de cualidades espirituales, jamás se reduce su provisión. Podemos confiar en la comprensión de estos hechos espirituales.

Si se ha perdido el empleo, puede insistirse en que la verdadera provisión jamás corre el riesgo de acabarse. Este aparente desastre puede hasta convertirse en una oportunidad específica para usar nuestras aptitudes en otro campo de actividad o para ampliar nuestra experiencia utilizando posibilidades hasta ahora desconocidas. En una hermosa declaración la Sra. Eddy nos asegura: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria”.Escritos Misceláneos, pág. 307; Los pensamientos correctos y la habilidad para ponerlos en práctica están siempre a mano.

¿Está su matrimonio a salvo? ¿Sabe usted dónde están puestos realmente sus afectos?

Si uno ha elegido a su cónyuge por su personalidad atractiva o porque tiene un físico agradable, por dinero o acaso por lo que ha logrado o por prestigio social, es posible que nos demos cuenta de que esto es transitorio, insustancial y nada satisfactorio. La felicidad basada en lo superficial a menudo resulta fugaz. Si ése fuera el caso, en cualquier momento podemos elevar nuestro concepto acerca del hombre sin tomar en cuenta la personalidad y, con un discernimiento a la manera de Cristo, ver, en lugar de la personalidad, a la verdadera individualidad espiritual tanto de la otra persona como de uno mismo. Podemos reconocer que tanto nosotros como los demás incluimos cualidades divinas de amor, ternura, fidelidad, bondad, confianza y pureza.

Este punto de vista verdadero es especialmente necesario cuando se han descuidado las normas de la moral. Entonces debemos comprender, aún más, que la integridad espiritual es sostenida por el Principio divino y no puede desviarse; que la pureza y la obediencia a las leyes de Dios satisfacen; que un comportamiento moral disoluto no tiene atracción intrínseca, porque la bondad invariable del Alma siempre está disponible para bendecir, satisfacer e inspirar.

Al modificar nuestro punto de vista, nuestro matrimonio estará mejor preparado para soportar las fluctuaciones de ingresos, cambios de ambiente o sugestiones de impaciencia, frustración y desilusión. Comprenderemos que un matrimonio basado en el desinterés y consagrado al Principio, trae felicidad al hogar, porque el dar es un gozo, y la obediencia trae paz. El bien eterno que emana de la Mente divina está a nuestra disposición. Entonces el hogar no será sólo un lugar en el cual actuar humanamente; será un lugar donde reina la consciencia espiritual. La Sra. Eddy escribe: “Nuestra seguridad está en nuestra confianza de que verdaderamente moramos en la Verdad y el Amor, la mansión eterna del hombre”.Pulpit and Press, pág. 3;

¡Éste es verdaderamente un concepto glorioso de hogar!

¿Goza usted de una salud permanente?

Tener la salud asegurada se considera generalmente como lo más grandioso. Muchas personas que consideran que tanto su mundo como ellas son materiales, creen que la carne constituye la parte principal de su identidad. Buscan medios materiales para realzar o mantener su belleza y proteger su salud. Pero no saben que están incluyendo su cuerpo en su pensamiento y que, sin darse cuenta, pudieron haber aceptado el modo de pensar del mundo en general. “Un cuerpo material sólo expresa una mente material y mortal”, dice la Sra. Eddy. “Un hombre mortal posee este cuerpo, y lo hace armonioso o discordante, según las imágenes de pensamiento que imprima sobre él. Abrazáis vuestro cuerpo en vuestro pensamiento, y debierais delinear en él pensamientos de salud, no de enfermedad. Debierais eliminar todo pensamiento de enfermedad y de pecado y de otras creencias incluidas en la materia”.Ciencia y Salud, págs. 208–209;

La Ciencia Cristiana nos enseña a gobernar nuestra vida y nuestro cuerpo dejando a un lado todo apoyo material y permitiendo que Dios llene nuestro pensamiento con las verdades científicas. Por ejemplo, sabemos que no somos mortales sino seres espirituales y conscientes; nuestra identidad es la incorporación de ideas divinas, por tanto, no puede desintegrarse; nuestra belleza y salud son cualidades y estados espirituales que derivan de Dios — y, por consiguiente, son invariables y confiables. Éstas son algunas de las verdades espirituales que emanan de la Mente y están en actividad en el pensamiento inspirado. Al valorar lo que la Mente está impartiendo, el concepto erróneo de que tenemos un cuerpo material que necesita atención pierde su tenacidad, y se manifiesta el ser verdadero, hermoso y saludable que siempre somos. El confiar en Dios nos trae grandes recompensas.

Un punto de vista más espiritual de lo que es la provisión — ya sea de recursos, felicidad, o salud — nos ayuda a comprender la experiencia de Simón Pedro, de Jacobo y de Juan en la orilla del lago de Genesaret. La noche que habían pasado pescando fue infructuosa. Sin embargo, Jesús instó a Simón diciendo: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”. Simón dudaba, pero fue obediente, y, para su sorpresa, “encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía”. Lucas 5:4, 6; Pero a pesar de ello, la abundancia fue tal, que se llenaron las barcas hasta el borde.

¿Qué lección sacamos de esto?

Cuando creemos que nuestra provisión nos debe venir de alguna fuente en particular, y en algún momento definido, o que la seguridad y felicidad de nuestro hogar dependen de cierta persona, o que nuestro bienestar deriva de la materia o del ambiente, los resultados deseados muy a menudo son deficientes. Como Simón, nosotros también debemos bogar “mar adentro”. Debemos recurrir a una fuente más profunda y sustancial de inspiración para nuestras decisiones, felicidad y salud. Debemos recurrir a la verdadera fuente, Dios. Y encontramos esta fuente exactamente donde estamos, y a nuestra inmediata disposición la efusión de ideas que emanan de ella. Pero si nos dejamos llevar por el egotismo, la duda, la codicia, la ignorancia o el temor, nuestras “redes” pueden romperse e invalidarse nuestra respuesta a la inspiración. Aun así, el tierno amor de Dios y Su providencia son tan poderosos que la provisión y el valor de las ideas correctas que se necesitan en el momento no se desperdician. Por limitada que sea nuestra presente capacidad humana para recibir la verdad, será satisfecha. Aún más, habremos aprendido la importancia de enfrentar y superar la debilidad mortal y así reforzar nuestra receptividad.

Aproximadamente tres años después de aquella noche, los discípulos tuvieron una experiencia similar. Al parecer habían aceptado que la crucifixión era el fin y creyeron que Jesús los había dejado, y regresaron a su pesca por la noche pero, como antes, no pescaron nada. Mas en la madrugada oyeron la orden de Cristo Jesús nuevamente: “Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis”. Esta vez, aunque también había una “gran cantidad de peces”, la red no se rompió. Ver Juan 21:3–11.

Debido a su íntima asociación con Jesús, los discípulos indudablemente habían desechado muchas características y limitaciones mortales. No hubo resistencia; la justificación propia había dado lugar a la humildad; la confianza había reemplazado a la duda. Su red se mantuvo firme, y reconocieron la presencia misma del Cristo.

Lo mismo nos ocurre a nosotros. Cuando dejamos de confiar en los medios materiales y confiamos en que la Mente es la fuente de toda nuestra provisión, vemos que las ideas están activas ahora en la consciencia divina. Aún más, al comprenderlo podemos ver la irrealidad de las emociones malsanas, tensiones y flaquezas. Nuestras redes estarán llenas y no se romperán. Podemos regocijarnos de que nuestros receptivos corazones están a salvo.

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