Durante mi adolescencia cometí muchas equivocaciones típicas de algunos otros de mi generación. Mi madre había comenzado a estudiar Ciencia Cristiana, pero yo no me uní a ella en este estudio. Mientras estudiaba filosofía en la universidad empecé a tener interés en esta Ciencia. Pero llegó el momento en que sentí que tenía que elegir entre continuar el estudio de la Ciencia Cristiana o casarme con un muchacho que no quería saber nada de esa Ciencia. Hice una elección equivocada. Nos casamos unos meses más tarde, y casi desde el primer día me sentí desesperadamente infeliz. Tuve cuidado de aparentar bienestar en beneficio de familiares y amigos.
Después de dos meses, secretamente fui a hablar con una practicista de la Ciencia Cristiana, cuyo nombre elegí en un The Christian Science Journal. Ella me recomendó que estudiara las Lecciones Bíblicas que aparecen en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y que leyera los escritos de la Sra. Eddy. Empecé a hacer esto, y también asistí a una reunión de la organización de la Ciencia Cristiana en mi universidad. Descubrí que varios de sus miembros eran alumnos de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Con gusto acepté su invitación para asistir. El magnífico maestro de la Escuela Dominical percibió mi problema la segunda vez que nos encontramos. Me dijo cómo me podía ayudar la Ciencia Cristiana. Oramos juntos.
Durante los meses que siguieron, me pasaba varias horas diarias estudiando no sólo las Lecciones Bíblicas y los Evanglios, sino todos los escritos de la Sra. Eddy, leyendo viejas y nuevas publicaciones periódicas y folletos de la Ciencia Cristiana — todo lo que caía en mis manos.
Varias personas, que no eran Científicas Cristianas, me dijeron que mi vida estaba arruinada, por haber cometido esta seria equivocación al casarme. Algunos comentaron que las cosas hubieran sido más fáciles para mí si hubiéramos vivido juntos sin casarnos, pero estaban equivocados. Estoy contenta de haber estado legalmente casada, pues esto hizo que me enfrentara a la realidad de mi situación. Me vi obligada a pensar claramente, a ser honesta y realmente a encontrar cuál sería la mejor manera de proceder.
Mis amigos estaban admirados de que pudiera continuar estudiando en la universidad, trabajar en empleos por algunas horas para pagar honorarios a abogados, colegiatura, renta, y estar tan feliz mientras atravesaba por un período tan difícil. Para entonces ya era miembro de la organización de la Ciencia Cristiana de mi universidad, y asistía con regularidad a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y a los cultos de la iglesia. Sinceramente atesoro aquella etapa de mi vida. Una circunstancia tras otra obraban en mi contra (la falta de cooperación de mi esposo y su desaparición, la soledad, la falta de dinero, un empleo inadecuado y problemas legales), mas todo fue resuelto al poner en práctica lo que aprendía mediante mi estudio y oración.
No puedo enumerar las declaraciones específicas de la verdad que usé, pues fueron tantas. Lo que me ayudó fue el estudio verdaderamente consagrado de los preceptos cristianos, interpretados espiritual y científicamente, y la comprensión que había adquirido de que Dios ama a cada uno de nosotros, sin excepciones, y que no podemos hacer mal a otros ni otros pueden hacérnoslo a nosotros si constantemente escuchamos a Dios.
El matrimonio fue anulado legalmente. Después de mi graduación de la universidad, me casé con un estudiante de Ciencia Cristiana, quien piensa que vivir bajo estas enseñanzas es lo más importante que él puede hacer. Cuando recuerdo lo que era antes de estudiar esta Ciencia, parece como si fuera una persona diferente. Nunca hubiera creído entonces, que pudiera ser tan feliz.
También he tenido muchas curaciones, incluyendo una curación rápida de heridas causadas por un accidente automovilístico, mediante el tratamiento de un practicista.
Estoy muy agradecida por las oraciones de mi madre, y por el hecho de que ella tenía la Ciencia Cristiana que la ayudó durante esos años difíciles conmigo. También estoy agradecida a mi querido maestro de la Escuela Dominical, al superintendente, y a los miembros de la organización de la universidad, quienes contestaron a mis interminables preguntas. La instrucción en clase me ayudó a obtener una base sólida para mi trabajo en la Ciencia Cristiana. Estoy especialmente agradecida por los consagrados Científicos Cristianos que mantienen las iglesias abiertas para personas como yo, cuando estamos listas a recurrir a ellas.
Vancouver, Columbia Británica, Canadá
