Hay una gran diferencia entre el hombre que se encuentra en la revelación de la Ciencia divina y la personalidad humana que observamos con los sentidos corporales. La Sra. Eddy frecuentemente usa la frase “en la Ciencia” al describir al hombre creado por Dios, como en esta declaración: “Cristo Jesús consideraba al hombre en la Ciencia, teniendo el reino de los cielos dentro de sí. Él se refería al hombre no como la descendencia de Adán, una desviación de Dios, ni como Su semejanza perdida, sino como el hijo de Dios”.Message to The Mother Church for 1902, pág. 8;
Como Científico, Cristo Jesús jamás ha sido igualado. Él entendía a fondo la naturaleza de Dios y Su ley, era fiel a Dios, el Principio divino, y una y otra vez daba muestras de su entendimiento. El descubrimiento hecho por la Sra. Eddy de la Ciencia en la que se basaba la vida ejemplar de Jesús, le permite a cualquier estudiante fiel comprender al hombre en la Ciencia y demostrar esta comprensión.
Si hemos de alcanzar esta comprensión científica del hombre, necesitamos ser Científicos — con C mayúscula. Ya sea que seamos nuevos o antiguos estudiantes de la Ciencia Cristiana, el leer nuestros libros de texto con la meta de profundizar continuamente nuestro entendimiento es una parte muy importante de nuestro trabajo; de estos libros de texto — la palabra inspirada de las Escrituras, y Ciencia y Salud por la Sra. Eddy — aprendemos acerca del hombre en esa relación inseparable que éste tiene con Dios, y cómo poner en práctica esta comprensión. Las Lecciones Bíblicas en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana proporcionan un plan de valor inestimable para el estudio diario. Los otros escritos de la Sra. Eddy también nos hacen percibir la verdadera naturaleza del hombre. Las publicaciones de la Ciencia Cristiana proveen una maravillosa oportunidad para leer lo que otros Científicos Cristianos han percibido y demostrado para sí mismos, y para compartir con otros nuestra nueva comprensión acerca del hombre.
¿Podemos aprender algo al hablar con otros acerca del hombre? Quizás. Y sin embargo, ¿no es acaso la más importante comunicación nuestra comunión con Dios en oración? Mediante nuestra lectura y estudio aprendemos mucho sobre la manera en que debemos orar. Un anhelo profundo, consagrado, de conocer mejor a nuestro Padre, de escuchar Sus instrucciones, y de amar a Sus hijos más, aumentará — como ninguna otra cosa puede hacerlo — nuestro entendimiento del hombre revelado en la Ciencia. Mediante la oración nos damos cuenta de lo que realmente somos — no seres humanos finitos, luchando en vano por ser mejores seres humanos, sino ahora mismo reflejos perfectos de la Mente perfecta.
Aprendemos de otros Científicos Cristianos en el grado en que vemos que cada uno expresa la Mente que es Dios. Nada, sin embargo, puede ocupar el lugar de nuestra comunión individual con Dios. Cuanto más escuchemos a Dios, mejores Científicos seremos.
El estudio y la oración definen y agudizan nuestras observaciones. De hecho, nos dicen qué observar y cómo observar. No aprendemos lo que es el hombre en la Ciencia mediante el cuerpo físico o la personalidad que vemos con los sentidos materiales. Sino que mediante el entendimiento espiritual cultivado veremos más claramente que el hombre es la idea perfecta de Dios. Para observar al hombre desde el punto de vista científico, debemos considerar sólo la evidencia verdadera. La Sra. Eddy declara en Rudimentos de la Ciencia Divina: “En la Ciencia, el hombre es el reflejo manifiesto de Dios, la Mente perfecta e inmortal”. En el próximo párrafo agrega: “Según la evidencia de los llamados sentidos corporales, el hombre es material, caído, enfermo, depravado, mortal. La Ciencia y el sentido espiritual contradicen esto, y proporcionan la única verdadera evidencia del ser de Dios y el hombre, puesto que la evidencia material es del todo falsa”.Rud., pág. 7;
A menudo durante el día podemos verificar nuestras observaciones. ¿Estamos viendo a un compañero de trabajo como difícil, o un caso sin esperanzas en un sanatorio, o a un chiquillo lloroso? ¿O, con científica autoridad, vemos al hombre como se conoce en la Ciencia — el hombre inteligente, activo, eterno y jubiloso, de la creación de Dios? ¿Nos vemos a nosotros mismos como si estuviéramos bajo una nube de incomodidad o deformidad física? ¿O vemos nuestro verdadero ser en la Ciencia, el cual siempre es la perfecta expresión del Principio y vive libremente en el resplandeciente sol del Alma? Mediante la Ciencia Cristiana reconocemos como una ilusión todo aquello que aparece ante los sentidos corporales; entonces lo rechazamos y lo reemplazamos con el hecho científico — la verdadera evidencia.
Hablando de Dios, la Biblia nos dice: “Tu justicia es justicia eterna, y tu ley es la verdad”. Salmo 119:142; La Ciencia o ley de Dios es la única ley que existe. Por lo tanto, es imposible para cualquier realidad, o evidencia real, ser desemejante a Dios. Es imposible concebir la imperfección la enfermedad, el mal, o la muerte en la Ciencia — o aun fuera de la Ciencia, ya que ésta abarca todo lo que verdaderamente existe.
En cada prueba que tengamos que pasar a cada hora, o a veces de momento a momento, debemos seguir cada una de las reglas de la Ciencia o nuestras conclusiones serán incorrectas. Por ejemplo, no podemos darnos el lujo de oscilar entre la ilusión humana y el concepto espiritual. No podemos en un minuto decir: “El hombre es espiritual y está satisfecho” y en el otro pensar: “¿Cómo voy a lograr que ese niño deje de quejarse?” No podemos un día declarar las verdades que sanan a un amigo que lo necesite y al otro día comentar: “¡Qué caso tan triste es ése!” Tampoco podemos afirmar en un momento nuestra unidad con Dios y acto seguido examinar el cuerpo físico buscando evidencia de esa perfecta filiación. Si somos verdaderos Científicos, realmente sabemos los hechos, y nos aferramos a ellos. Estamos dispuestos a rechazar las ilusiones, las observaciones materiales; tenemos el valor para negarlas, el dominio propio para no hablar de ellas, y la sabiduría para aceptar que el hombre no tiene otras cualidades sino las espirituales.
Si estamos estudiando, orando, observando y juzgando correctamente, habrá demostraciones como prueba de que estamos obteniendo vislumbres más frecuentes y más claras del hombre en la Ciencia. Tal vez podamos compartir nuestras curaciones en una de las reuniones de testimonios de los miércoles, o en el The Christian Science Journal, el Christian Science Sentinel, o en El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Aún mejor, podemos compartirlas diariamente viviendo de acuerdo con la comprensión más clara que hemos obtenido del hombre mediante estas curaciones.
El darme cuenta del hecho de que el hombre en la Ciencia vive eternamente en la Vida divina y el rechazar la sugestión de que la vida del hombre puede terminar me elevó completamente por encima del pesar cuando murió mi madre. Teníamos una relación afectuosa e íntima. Cuando falleció yo era Primera Lectora en una Sociedad de la Ciencia Cristiana y me pareció que sería de ayuda tanto para mí como para otros tratar directamente sobre el tema de la muerte en la lectura del siguiente miércoles. No sentía temor alguno de ser incapaz de leer sobre este tema. Sané del pesar tan rápidamente que al principio sentía cierta renuencia a reconocerlo. Entonces me dí cuenta claramente de que el trabajo que había estado haciendo para ver a través de la Ciencia de que el hombre vive en la perfección de la Vida divina y no en la materia, había dado sus frutos — el que yo me pudiera percatar de que la desaparición del cuerpo físico a los sentidos corporales no podía tener ningún efecto sobre el hecho de la verdadera existencia de mi madre, ni tampoco podía afectar el que yo viera esa verdad.
A medida que obtenemos el entendimiento de que ahora mismo somos el hombre que la Ciencia divina saca a luz — la semejanza, o el reflejo, de la Mente infinita — llegamos a ser mejores practicistas de la ley de Dios, mejores Científicos. Nos agrada permanecer en las verdades del bien y prontamente desechamos lo que reconocemos que son falsas creencias. Nos vemos cada vez más cómo somos en la Ciencia. Sabemos que ya poseemos el poder de ver solamente los hechos de la Ciencia. Lo que en nuestra ignorancia nos parecía un mortal enfermo, pecaminoso, acongojado, o que muere, ahora en nuestra comprensión es reemplazado por el hombre en la Ciencia — armonioso, jubiloso, imperecedero.
Los estudiantes de Ciencia Cristiana pueden sentirse diariamente como se sintió el Salmista cuando cantó: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”. v. 97. Hay gran alegría en demostrar paso a paso que el hombre ciertamente reside bajo la ley de Dios, a salvo y seguro para siempre.
