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El autoexamen en el matrimonio

Del número de mayo de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al manifestar su consagración abnegada a Cristo Jesús durante la Última Cena, Pedro expresó una profunda lealtad: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo... a la muerte”. Lucas 22:33; De tenor similar, los votos matrimoniales que prometen amor perdurable indican que la relación tiene un fundamento más elevado que el meramente personal.

Jesús había elegido a Pedro para enseñarle a ayudar a los demás, y el discípulo no se había rebelado cuando Jesús le reprendió. A Pedro le gustaba aprender. Tuvo el privilegio de observar lo que al parecer había sido la carrera total de Jesús como sanador, y había estado incluido en las enseñanzas públicas y privadas de Jesús. Probablemente sólo Jacobo y Juan estuvieron tan cerca de Jesús. Por lo tanto, fue natural que respondiera con tan grande lealtad a su amigo y Maestro.

Sin embargo, cuando Jesús oyó el juramento de Pedro, dijo que Pedro le negaría antes que el gallo cantara. Por cierto que así fue; muy pronto Pedro estaba diciendo: “... no lo conozco [a Jesús]... no... soy [su discípulo]... no sé lo que dices”. “Y” — sigue diciendo el relato — “en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó”. vv. 57, 58, 60;

Pedro rompió su promesa. ¿Debemos, por ello, deducir que los años que había pasado con Jesús no le habían fortalecido? Lucas nos dice: “Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente”. vv. 61, 62;

Quizás lloró porque se examinó a sí mismo y vio que, por un lado, era, sin lugar a duda, leal y, por el otro, un verdadero renegado. ¿Estaba quizás examinando la distancia que existía entre “Señor, dispuesto estoy a ir contigo...” “no lo conozco”? Su integridad movió a Pedro a llorar.

La integridad es la parte más pura de la honestidad. Fue honesto que Pedro viera la diferencia entre “Señor, estoy dispuesto a ir contigo...” y “no lo conozco”. Sin embargo, su integridad fue aún mayor. Su integridad significó que estaba dispuesto a entristecerse debido a esa diferencia. Por esa diferencia estaba dispuesto a considerarse responsable — asumir responsabilidades. ¿Dónde estaba la justificación de sí mismo? Pedro lloró.

La Sra. Eddy dice: “El matrimonio es la provisión legal y moral para la generación entre la raza humana”.Ciencia y Salud, pág. 56; La ley de Dios se vive en lo que denominamos comportamiento moral. La honestidad y la integridad son cualidades morales. La Ciencia Cristiana nos muestra que el ejercicio de la ley moral es el único medio seguro para estar siempre conscientes de la presencia de Dios en nuestro matrimonio. Debemos preguntarnos si estamos expresando a Dios mediante la honestidad y la integridad.

Cuando tenemos dificultades en nuestro matrimonio, ¿actuamos como lo hizo Pedro? ¿Hay diferencia entre lo que decimos y lo que luego hacemos? ¿Nos atrevemos a percibir esas diferencias? ¿Estamos dispuestos a asumir la responsabilidad?

¿Decimos que amamos a Dios y luego nos mostramos antagónicos en nuestra actitud o conversación? ¿Decimos que queremos comprender a los demás sólo para descubrir que nos irritan? ¿Decimos que queremos amar más a nuestro cónyuge e hijos y luego los fastidiamos? Cuando nos interrogamos de este modo sondeamos nuestra honestidad.

Al advertir errores sólo en nuestro cónyuge, pareciera que el autoexamen en nuestro propio caso es innecesario, un punto que la Ciencia Cristiana niega enfáticamente. Sin embargo, incluso cuando el peso de la evidencia muestra que nuestro cónyuge está equivocado, ¿no es ésta una oportunidad para que nos identifiquemos correctamente como hijos de Dios? Si así lo hacemos, procederemos con integridad y sabiduría.

¿Qué efecto tuvo la integridad de Pedro en su vida? Un amor más elevado e indulgente. ¡Consideremos la capacidad de perdonar que necesitó para sí mismo a fin de continuar su labor!

¿Había previsto Jesús la conversión de Pedro: sus pasos desde la consagración a la negación y a la integridad, que culminó en un mayor amor? Jesús había dicho a Pedro estas palabras: “Una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. Lucas 22:32; ¿Podríamos tener nosotros una influencia semejante en nuestro cónyuge?

La integridad llevó a Pedro al punto de poder decir a Jesús con sinceridad: “Tú sabes que te amo”. Juan 21:15; ¿Quién de nosotros no querría estar en condiciones de decir y oír esto en su matrimonio?

Pedro pudo ordenarle al cojo que caminara porque había seguido el sendero de un autoexamen honesto, que había elevado su amor. Pedro tenía ahora un amor purificado e indulgente para dar a los demás. Esto lo capacitó para sanar. Su actitud honesta respecto de su fracaso le ayudó a avanzar al punto de poder sanar con el amor puro.

Dios es Principio, Amor. Lo que Él crea posee Sus cualidades. En consecuencia, el hombre expresa verdad y amor. Sabiéndolo podemos borrar la mácula de la improbidad, el odio o el fracaso. No obstante, para cada uno de nosotros, las verdades espirituales del hombre permanecen en el reino de las palabras hasta que respondemos a su verdadero significado. La vida de Pedro es un ejemplo de su disposición a responder a estas verdades espirituales y trabajar. Todos debemos adoptar decisiones en favor de la probidad si hemos de dar prueba fehaciente de nuestra relación con Dios.

¿Cómo sé yo si en mi matrimonio existe una diferencia entre lo que digo y lo que hago? Es posible que podamos responder a este interrogante con la idea que tenemos acerca de Pedro.

¿Quién es Pedro? ¿Es Pedro el que temporariamente caminó sobre las aguas o el que le pidió a Jesús que lo salvara? ¿Reconoció Pedro abiertamente que Jesús era el Hijo de Dios o quiso atacar a sus enemigos y luego huir de ellos? ¿Fue un testigo de la transfiguración o se quedó dormido?

Pedro fue todas estas cosas. Si para nuestra instrucción nos concentramos sólo en sus virtudes, bien puede ocurrir que elijamos de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana solamente aquellas que menos nos hacen ver nuestras propias deficiencias.

Lo que es lo suficientemente honesto en nosotros como para identificarse con el hundirse, el dormirse o el querer luchar y escapar, es la clase de integridad que responde hasta a las enseñanzas más exigentes de la Ciencia Cristiana, incluidas aquellas que nos obligan a hacer frente a las creencias de fracaso. Respecto de esa necesidad de conocimiento de sí mismo en relación con nuestra capacidad para sanar a los demás, la Sra. Eddy dice: “Entérate de lo que en tu propia mentalidad es desemejante al ‘ungido’, y échalo fuera; entonces discernirás el error en la mente de tu paciente que hace que su cuerpo esté enfermo, y sacarás ese error y descansarás como la paloma del diluvio”.Escritos Misceláneos, pág. 355;

El ejemplo de Pedro puede ser un estímulo para que examinemos con integridad la parte que nos corresponde en nuestro matrimonio. ¿Cuál será el resultado? La Sra. Eddy dice: “La honestidad y la virtud aseguran la estabilidad del pacto matrimonial”.Ciencia y Salud, pág. 64.

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