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Hace unos seis años me entró una gran apatía para estudiar la Ciencia Cristiana...

Del número de mayo de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace unos seis años me entró una gran apatía para estudiar la Ciencia Cristiana; concurría a la iglesia esporádicamente y estudiaba la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana sólo cuando me resultaba conveniente. Acababa de obtener un empleo como azafata en una importante compañía aérea. Esto me significó tener que mudarme a otra ciudad y sentí que extrañaba mucho mi hogar. Un día de trabajo particularmente arduo renuncié a mi empleo a fin de regresar a mi casa.

Un mes más tarde descubrí que había cometido un gran error, pues el haber regresado a mi hogar no solucionó mis problemas. Quise recuperar mi trabajo pero la compañía me informó que no podían contratarme nuevamente porque al retirarme no les había dado dos semanas de aviso y había trabajado con ellos sólo seis semanas.

Esta situación me impulsó a comenzar un sincero estudio de la Ciencia Cristiana. El concepto de un mortal, que ha cometido errores y por los que debe ser castigado, fue reemplazado por una percepción de mi verdadera naturaleza como imagen de Dios. La siguiente declaración de la Sra. Eddy me resultó muy útil (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany — La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 12): “No tenemos pasado, ni futuro, poseemos solamente el ahora”.

Nuevamente me puse en contacto con mis antiguos empleadores y les hablé de mi profundo deseo de volver a trabajar allí. En mis oraciones eliminé todo pensamiento de autocondenación, desaliento y conmiseración propia, y me vi a mí misma como ya empleada en expresar las cualidades de Dios. La compañía me volvió a contratar, y he estado trabajando allí desde hace casi seis años.

Una tarde comencé a sentir síntomas de resfrío. Una declaración que leí en un ejemplar del Heraldo me hizo ver el hecho espiritual de que si Dios es Todo, no puede haber nada fuera de Su totalidad. Me quedé dormida y a la mañana siguiente desperté completamente libre de todos los síntomas.

Sané del deseo de fumar y de beber bebidas alcohólicas al darme cuenta de que mi deseo de ser obediente a las normas de la Ciencia Cristiana no podía privarme de nada bueno o verdaderamente deseable.

Cuando dejé de irritarme con uno de nuestro animalitos domésticos y comencé a ser más paciente con él, sané de unos forúnculos.

Una torcedura de tobillo ocurrida mientras esquiaba sanó en un solo día cuando reconocí que en realidad yo era la hija perfecta de Dios, completa y a salvo, y no un mortal que necesitaba curación.

Por medio de la aplicación de las verdades espirituales, mi esposo y yo hemos visto la abundancia reemplazar un problema de carencia. Estamos sinceramente agradecidos por estas pruebas de la eficacia de la Ciencia Cristiana, pero lo más importante de todo es el crecimiento espiritual que continuamos ganando.


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