Algunas personas disfrutan muchísimo conduciendo un buen y bien diseñado automóvil a lo largo de una carretera bien construida; experimentan una agradable sensación de dominio. Pero, por el contrario, sentimos desasosiego si pasamos por alguna parte resbaladiza y el auto se nos desvía, momentáneamente fuera de control.
Es reconfortante recordar en cualquier situación “resbaladiza” que todo lo que existe genuinamente, todo lo que es real, está bajo el perfecto control de Dios. Nada hay fuera de ese dominio. Cada vez que nos encontramos en alguna necesidad, podemos demostrar el gobierno divino afirmando la verdad del ser y poniendo nuestra vida bajo la dirección de la Deidad. “El dominio de la Mente sobre el universo, incluso el hombre”, nos dice Mary Baker Eddy, “ya no es una cuestión discutible, sino que es Ciencia demostrable”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 171;
Demostrar el dominio de la Mente con más perseverancia requiere que nos volvamos de la materia a la Mente tan regularmente como podamos. Tenemos que dar una vuelta mental en redondo, o sea, cambiar el curso de cualquier dirección hacia la materia y volvernos de frente al Espíritu y su totalidad. Y, bien lo sabemos, hay una tremenda necesidad y oportunidad en las oficinas, en los hogares, y en la sociedad en general de dar más evidencias del gobierno de la inteligencia inmortal.
Nos sentiremos menos amenazados por cosas “fuera de control” mientras más reconozcamos que no hay nada fuera de la Mente divina y de su acción ordenada. En la actualidad científica, la Mente divina con todo lo que expresa constituye la compleción del ser; todo lo que existe verdaderamente es la Mente y sus ideas. A medida que el entendimiento espiritual florece nos vemos menos confrontados por cosas que parecen estar fuera del gobierno inteligente y, si tales situaciones ocurren, las resolvemos de manera más eficaz.
Querellas laborales que causan inconvenientes y tal vez extenso sufrimiento público son evidencia del argumento no refutado de que vivimos en un mundo donde sectores de la existencia están fuera del gobierno de la Mente. Tomemos, por ejemplo, un caso de huelga de empleados de correos. Debiéramos, y podemos, ayudar a la solución reconociendo con comprensión la verdad del ser. Primero, la vuelta en redondo. Debemos apartar la mirada de los factores materiales de la situación. La cultivada convicción del gobierno que ejerce la Mente resultará en que nos distraerá menos lo que sea justo o injusto desde un punto de vista político del caso, no nos preocuparán tanto los conflictos, ideológicos, o las injusticias ya sean económicas, de salario o de clases, que parezcan formar parte del cuadro humano. Éstas pueden ser condiciones que necesiten curación. Mas si hemos de ayudar espiritualmente, entonces debemos volvernos a la Mente y razonar desde la infinita realidad espiritual de la Mente.
Los conflictos laborales destructivos nos urgen a reconocer el gobierno de la Mente sobre el universo entero y sobre cada uno de sus aspectos y condiciones. Toda discordancia es una manifestación de la creencia mortal de que el universo no ha sido creado por Dios. Expresa el argumento de que el universo es físico, que está poblado por mortales en conflicto — que la Mente no es Dios, que la Mente no es sólo una, y universal, sino que está fragmentada en consciencias personales frustradas. La Sra. Eddy desenmascara este argumento: “La Ciencia muestra que una pluralidad de mentes, o materia inteligente, significa más de un Dios, y así impide la demostración que el Cristo sanador, la Verdad, dio y da en prueba de la omnipotencia de un solo Principio divino e infinito”.Christian Science versus Pantheism, pág. 7;
La única Mente del hombre es la Mente divina. Y esta Mente no encierra opiniones mortales. Es infinita e impersonalmente inteligente. Hablando de manera absoluta, esa divina y única Mente, o Principio, es todo lo que está operando y gobernando a través de todo el universo. El hombre con todo lo que se relaciona con él está bajo el gobierno del Principio.
Es reconfortador en todo aspecto el saber que todas las cosas están, en realidad, inteligente y eficientemente dirigidas. La Mente lo gobierna todo porque la Mente lo es Todo. La Mente se gobierna a sí misma, y por ser infinitamente inteligente, es infalible en su autogobierno. Y al gobernarse en forma ideal, gobierna a su imagen, el hombre y todo el cosmos espiritual.
La mente mortal (la consciencia vacía y falsa, que arguye ser la única consciencia) alega que ella gobierna el cuerpo. Parecerá hacerlo si se lo permitimos. Pero no tenemos por qué permitirlo y no debiéramos permitirlo. La mente mortal está, en cierto sentido, siempre bajo el dominio de la Mente inmortal, pues la infinitud de esta Mente nunca dejó que la llamada mente mortal llegara a tener existencia. Las enfermedades y dolencias representan el argumento todavía sin desafiar y refutar, de que el pensamiento mortal tiene poder y puede influenciar el cuerpo.
Una enfermedad nunca puede estar fuera de control, porque nunca puede estar fuera del alcance del efecto sanador que tiene nuestro reconocimiento del gobierno infalible de la Verdad sobre el error. Nuestro verdadero ser jamás puede ser empujado de un lado a otro o intimidado por creencias mortales, pues existe por siempre en el reino perfectamente gobernado del Espíritu inmortal.
La Sra. Eddy escribe acerca de Cristo Jesús: “El poder de su trascendente bondad se manifiesta en el dominio que ésta le confirió sobre las cualidades opuestas al Espíritu, que los mortales llaman materia”.Escritos Misceláneos, pág. 199; Ésta es una explicación maravillosa de cómo Jesús podía hacer el bien que hacía. Como lo indica la Biblia, su benevolencia subordinaba los argumentos de la materia. Dijo: “Yo he vencido al mundo”. Juan 16:33. Jesús jamás fue el siervo o el esclavo de las condiciones materiales, sino su amo. Podemos ser sus seguidores en esto.
La importancia y la utilidad de comprender el gobierno de la Mente sobre toda existencia debiera ser aparente. La Mente ciertamente gobierna todo lo que realmente existe. Sabiendo esto, evitamos las partes resbaladizas de la creencia mortal, que dan la impresión de que las cosas están fuera de control.
