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La radiación sanadora del Espíritu

Del número de mayo de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mucha gente que conoce a Dios por medio de la Biblia ha aprendido que Dios es Espíritu. En efecto, de las muchas maneras en que la Biblia nos ayuda a comprender a Dios, el término “Espíritu” es el primero que revela. Es imposible no sentir algo de la grandiosa iluminación de realidad cuando se empieza a leer la Biblia. “Y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”. Gén. 1:2, 3;

Este amanecer de la gloria de Dios no es un acontecimiento pasado. Es una continua y progresiva revelación que ocurre dentro de la eterna presencia de la consciencia infinita. El Espíritu derrama constantemente la luz divina — la sustancia misma del ser — y cada uno de nosotros tiene la santa oportunidad de recibir diariamente sus bendiciones. El Espíritu se revela a sí mismo mediante la luz — la iluminación espiritual. Como hijo del Espíritu, el hombre comprende que él es idea espiritual, una idea sostenida, preservada y protegida por la siempre luminosa presencia del Espíritu. La identidad del hombre depende de la luz del Espíritu. El hombre es conocido en términos de luz divina. Es nutrido con esta luz. Es bendecido por ella. Esta luz es la fuente y sustancia misma de su ser. El Espíritu jamás deja de radiar su perfección. Jamás es interrumpido en su continua emisión de consciencia divinamente iluminada. El Espíritu es inagotable, perpetuo.

La creencia mortal supone que el siempre presente Espíritu infinito puede ser resistido. Se considera que las limitaciones, la ignorancia, las restricciones, la oscuridad tienen existencia como elementos de materialidad. El sentido material — la llamada consciencia material — pretende que el Espíritu infinito permite tener tal contrario. Pero esta suposición, denominada por la Biblia “mente carnal”, es en sí misma totalmente ignorante.

La Sra. Eddy escribe: “Las tres grandes verdades del Espíritu, la omnipotencia, la omnipresencia y la omnisciencia, — el Espíritu poseyendo todo el poder, llenando todo el espacio, constituyendo toda la Ciencia,— contradicen por siempre la creencia de que la materia puede ser real. Estas verdades eternas revelan la existencia primitiva como la realidad radiante de la creación de Dios, en la que todo lo que

El ha hecho es declarado bueno por Su sabiduría”.Ciencia y Salud, págs. 109–110;

La oración que aporta la clara comprensión de que el Espíritu lo es Todo y la única fuente de la realidad, y nuestra sincera aceptación de ello, sanan las condiciones humanas discordantes. La materia jamás ilumina. Jamás emite elementos que realmente sanan. Pero nuestra comprensión de que el Espíritu irradia la sustancia de su propia bondad, unida a nuestra gratitud por el hecho de que somos los receptores de esa radiación, sí trae curación.

La brillantez del Espíritu despeja la oscuridad del desaliento. Ahuyenta nuestras noches de materialismo y nos lleva a sentir el gozo y la inspiración que vienen con la luz del Cristo. La oscurecida creencia mortal de que el Espíritu no es todo — de que tiene un opuesto, la materia — es temor. Lo que llamamos las varias condiciones discordantes de la materia son realmente las angustias y dudas de una supuesta mentalidad que quisiera objetar la totalidad del Espíritu. El amanecer en la consciencia humana de la supremacía del Espíritu disipa el temor. Disuelve las oscuras imágenes de la incertidumbre. La radiación del Espíritu ilumina de tal manera la consciencia receptiva que vemos sus efectos como curación.

Un método común de descubrir y de tratar ciertas enfermedades, consideradas condiciones de la materia, es el de detectar la enfermedad por medio de radiografías y después recurrir al uso médico de la radiación como fuente de curación. Se espera que la emisión de los rayos destruya la enfermedad. Pero la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) revela que el Espíritu es la única fuente de luz sanadora. Sólo el Espíritu puede iluminar el pensamiento, y es en la consciencia donde la curación verdaderamente se efectúa.

Cualquiera que sea la condición material de la cual se supone que uno está sufriendo, sólo la radiación del Espíritu puede llegar a la raíz del problema y destruir la creencia de que la materia puede afectar nuestra Vida verdadera, la cual es el Espíritu. La Sra. Eddy escribe: “Los vertebrados, articulados, moluscos y radiados son conceptos mortales y materiales clasificados, que, según se supone, poseen vida y mente. Estas falsas creencias desaparecerán cuando la irradiación del Espíritu destruya por siempre toda creencia en materia inteligente”.ibid., pág. 556;

Cuanto más aprendamos acerca del Espíritu y del bien que constantemente emite, tanto menos estaremos sujetos a efectos adversos procedentes de las falsificaciones mortales de la verdad. Es importante que todos profundicemos y ampliemos nuestra comprensión y reconocimiento de que el Espíritu está siempre presente. Es esencial que nos pongamos bajo el refugio protector del Espíritu. Las microondas desarrolladas por los gobiernos para propósitos dañinos, nubes de radiación que circundan el globo terráqueo como resultado de diversos experimentos, exposición a la radiación proveniente de cualquier fuente material, pueden demostrarse inocuas en el grado en que nos sometemos al Espíritu.

El hecho absoluto es que el hombre es la expresión del Espíritu. Él es el receptor de la radiación sanadora del Espíritu con su constante iluminación y revelación de la realidad. El hombre jamás es tocado por los llamados rayos de la materia. No puede ser bendecido ni dañado por ellos. Está protegido eternamente, está por siempre abrazado por el Espíritu.

La Sra. Eddy nos dice: “En la Ciencia no hay estado del ser caído; porque en ella no hay imagen invertida de Dios, no hay medio de escapar de la radiación focal del infinito. De ahí la irrealidad del error, y la verdad de la Escritura de que ‘no hay otro fuera de Él’ ”.No y Si, pág. 17.

La única radiación que ha existido jamás, o que existirá, viene directamente del Espíritu. Su propósito es siempre el de sanar y bendecir. Podemos estar agradecidos de saber que estamos dentro de la protección de esta luz eterna.

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