En una oportunidad estuve muy desalentada y preocupada, llena de autocondenación por lo que me parecía mi falta de capacidad para obtener curaciones completas. El malestar causado por varias condiciones físicas había desaparecido, pero el aspecto visible todavía perduraba.
Una noche me apareció una várice en el cuerpo. El dolor fue muy intenso y no podía sentirme cómoda ni sentada, ni recostada ni caminando. No podía pensar con claridad, ni estudiar ni dormir. A la mañana siguiente llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara mediante la oración. Dormí un poco y desperté sintiéndome algo mejor. Entonces pude estudiar la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.
A medida que estudiaba pude ver que esta vena dilatada no era otra cosa que una acumulación de ansiedad y preocupación sobre las curaciones incompletas. El pensamiento erróneo se había manifestado en una condición corporal.
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