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Andemos sobre el mar

Del número de julio de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia divina, el Consolador prometido por Cristo Jesús, ha venido a esta época revelando la verdad del ser — ilustrando con evidencias concretas que Dios es el bien supremo; que el hombre expresa la perfección de Dios. Esta realidad, presentada por el Cristo y amada por quienes la aceptan, transforma la consciencia. El mensaje de Dios acerca de la perfección nos eleva por sobre el mar de la mortalidad.

Actitud hacia la medicina

Pero ciertas actitudes quisieran, si pudieran, estorbar el mensaje del Consolador. Una de ellas es un punto de vista particular respecto a la medicina material. Las personas que no conocen la Ciencia Cristiana piensan a veces que el propósito primordial de esta Ciencia es el de alentar a la gente a prescindir de la medicina. Cuando enfrentamos una enfermedad, ¿hemos aceptado alguna vez la idea de que la Ciencia significa realmente para nosotros algo tan simple como eso?

El Consolador ha venido para alimentarnos con las verdades de la realidad. A medida que embebemos estas verdades, ellas vienen a ser nuestra medicina, constituyendo así un cabal y eficaz método de curación. Las verdades espirituales por cierto que eliminan los síntomas de discordancia; pero también inician una transformación fundamental de la consciencia. Esas verdades cristianizan nuestra vida.

¿Hemos considerado a veces superficialmente nuestro avance en la comprensión de la medicina de la Mente divina? Después de todo, la mayor parte de la humanidad depende totalmente de diferentes remedios materiales. En el mundo de nuestros días, el hecho de que por más de un siglo a la fecha un gran número de personas en muchos países hayan recurrido enteramente a la Mente divina en procura de salud, y no a remedios de la medicina, debiera considerarse algo así como un milagro. En cierto modo es un milagro singular, una clase especial de andar sobre el mar, que ilustra la clase de dominio al que se refirió la Sra. Eddy cuando explica lo de poner el pie derecho sobre un mar de “error latente, elemental”. Aquí ella se refiere al pasaje del Apocalipsis que habla del ángel que tenía un librito. Juan dijo de este ángel que descendía del cielo: “Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra”. Apoc. 10:2;

La Sra. Eddy pregunta: “¿Contenía este mismo libro la revelación de la Ciencia divina, cuyo ‘pie derecho’, o poder dominante, estaba sobre el mar, — sobre el error latente, elemental, el origen de todas las formas visibles del error?” Después de hacer esta pregunta continúa: “El pie izquierdo del ángel estaba sobre la tierra; esto es, un poder secundario se ejercía sobre el error visible y el pecado audible”.Ciencia y Salud, pág. 559;

La medicina material yerra; es un “error visible” en cuanto a lo que realmente mantiene la salud. Pero si ejercemos dominio sólo sobre esta forma visible del materialismo, si nuestro enfoque hacia la preservación de la salud es meramente el abstenerse del uso de medicina material, estamos tratando de pararnos sólo con nuestro pie izquierdo. Y podemos perder el equilibrio. No podemos pasar por alto la referencia de San Juan de poner nuestro pie derecho sobre el mar; el “error latente, elemental” tiene que ser vencido.

La naturaleza de este mar

¿Qué es este mar? ¿Qué son estas olas latentes del sentido material? Son las sugestiones sutiles e insidiosas que susurran que nuestra salvación, o al menos parte de ella, puede encontrarse en la materia — la creencia de que la materia misma, y no el Espíritu infinito, nos da vida o sostiene nuestra salud e inteligencia. A través de muchas avenidas, que incluyen a la medicina material, este error latente o sutil se ofrece a sí mismo agresivamente a la humanidad.

¿Es simplemente poner nuestro pie izquierdo sobre el error visible lo que realmente nos pide la Ciencia Cristiana? ¿No nos exige acaso mucho, mucho más? Nos pide renunciar progresivamente a la creencia entera de que hay vida e inteligencia en la materia. Nos exige comprender la totalidad de Dios — la absoluta supremacía del Espíritu, y al hombre hecho perfecto, a la semejanza de Dios. Cuando vemos que éste es el mensaje del Consolador, nos es natural recurrir sólo a la medicina de la Mente.

Tenemos que ejercitar el pie derecho. Tenemos que ponerlo firmemente sobre el magnetismo animal — la invisible o latente sugestión de que la sustancia y el ser están en la materia. Esto, y no la mera abstención de la medicina, es lo que nos mantiene sobre las olas. El sutil mensaje de la teoría médica incluye la creencia de que nuestra seguridad y salud descansan en la materialidad. A medida que pisoteamos al error firmemente con los dos pies, estamos seguros.

¿Qué es, entonces, lo que nos sostiene sobre una base segura? Una creciente comprensión de lo que es Dios — un reconocimiento de que la Mente divina es la sustancia misma de la verdadera medicina. La Sra. Eddy escribe: “Dios siendo el Todo-en-todo, Él hizo la medicina; pero esa medicina era la Mente. No pudo haber sido la materia, que se aparta de la naturaleza y el carácter de la Mente, Dios”.ibid., pág. 142;

El Científico Cristiano recurre fielmente a la medicina de la Mente y no a la materia porque está aprendiendo que el Espíritu, no la materia, es la fuente y sustancia de su ser. Aun una pequeña comprensión inicial de este hecho lleva en sí inmenso poder, colocando así la habilidad de curar sobre una base segura.

El Amor divino cuida del hombre — lo sostiene. La identidad verdadera jamás es material; es espiritual. La salud verdadera jamás es una condición de la materia; es una expresión del Espíritu. La materia jamás puede traernos salud. Nos trae la sugestión de que la salud y la compleción se encuentran en otra parte que el Espíritu. Sin el pie derecho puesto firmemente en esta sugestión latente, el pie izquierdo, solo, es inestable. La Sra. Eddy nos dice: “Hay que utilizar la potencia moral de la Mente para andar sobre las olas del error y apoyar sus declaraciones por la demostración”.ibid., pág. 455;

El Cristo nos mantiene sobre las olas

Al examinar nuestro progreso en la Ciencia Cristiana, tal vez necesitemos apreciar mejor qué pasos importantes hemos dado para ganar dominio sobre las pretensiones de la medicina material. Cuando Pedro comenzó a andar sobre el mar hizo lo que estaba bien, pero necesitaba percibir más plenamente la razón de por qué era capaz de hacerlo.

Pedro debe haber tenido una gran fe cuando salió de la barca. Dijo a Jesús: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. Mateo 14:28; Pero necesitaba más que la invitación de Jesús. Y así ahora. No es suficiente esperar simplemente a que el Consolador nos invite a andar sobre las olas de la medicina. Debemos, y podemos, comprender por qué tenemos el dominio de hacerlo. Nuestra renuncia a la medicación material va de la mano con una comprensión cada vez más profunda y mayor del porqué no estamos usando esta medicación. Nuestra creciente comprensión de las verdades espirituales que reemplazan a la medicación nos proporciona una poderosa base espiritual que nos mantiene a flote con toda seguridad, sobre el agua. “Jesús nos enseñó a caminar por encima de, no dentro de ni con las corrientes de la materia, o sea la mente mortal”,La Unidad del Bien, pág. 11; explica la Sra. Eddy.

En cierto sentido, tal vez podríamos decir que así como Pedro tuvo el valor de andar sobre el mar, nosotros también podemos tener el valor de andar sobre las creencias de medicina material. Pero nuestro andar no está basado en pasos vacilantes o indecisos. El Cristo nos da valor inquebrantable para confiar radicalmente en la curación espiritual. Este valor nace de una profunda seguridad interior de que Dios por cierto nos sana. La Biblia nos promete curación. El Consolador explica la capacidad para curar. Y usted ha sabido de casos de curación. Están registrados en las páginas de este Heraldo. Están registrados en las páginas de la vida de usted.

Los Científicos Cristianos a través del mundo han comprobado durante generaciones hasta la fecha que la oración científica los hace andar no de una manera precaria o teórica, sino de una manera muy práctica y segura sobre las olas de la medicina. Y si las sutilezas del error nos invitan a temer — si vemos que las teorías y pretensiones médicas se ponen turbulentas como lo estuvieron las olas con Pedro —¿cuál es nuestra solución? ¿Qué nos levanta? Justamente lo que levantó a Pedro. El Cristo aquietó su temor y apoyó sus pasos. Dios envía este mismo poder del Cristo hoy para levantarlo a usted — para darle dominio cabal sobre las pretensiones del sentido material. El Cristo está con usted ahora, dándole confianza, alentándolo.

El Consolador no es meramente una regla para no hundirnos en la medicina. La Ciencia nos da lo profundo de la espiritualidad para llevarnos con convicción por sobre las aguas de las creencias materiales y de las creencias médicas.

El Cristo elimina nuestro temor y trae a nuestra consciencia el poder de Dios, dándonos la confianza de Su presencia preservadora. Jamás podemos estar separados del Cristo salvador que Dios nos da. Su misión de sanar no falla. La Ciencia divina es el Consolador que nos trae la verdad del ser — que nos revela al Cristo sanador. El pensamiento inspirado y que participa de la naturaleza del Cristo nos capacita para glorificar al Espíritu, para dejar atrás sin temor los esfuerzos materiales para sanar.

El Cristo silencia la creencia en un poder que quisiera separarnos de Dios. El Consolador nos da la victoria sobre las sugestiones sutiles del magnetismo animal. San Juan escribe: “Vi. .. como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia. .. en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios”. Apoc. 15:2.

Nada puede hacer vacilar nuestra firme posición. Nada puede apartarnos del poder sanador de Dios, porque el Consolador nos está apoyando ahora. Está aumentando nuestro discernimiento de la naturaleza del único Dios y nuestro amor por Él.

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