La Ciencia divina, el Consolador prometido por Cristo Jesús, ha venido a esta época revelando la verdad del ser — ilustrando con evidencias concretas que Dios es el bien supremo; que el hombre expresa la perfección de Dios. Esta realidad, presentada por el Cristo y amada por quienes la aceptan, transforma la consciencia. El mensaje de Dios acerca de la perfección nos eleva por sobre el mar de la mortalidad.
Pero ciertas actitudes quisieran, si pudieran, estorbar el mensaje del Consolador. Una de ellas es un punto de vista particular respecto a la medicina material. Las personas que no conocen la Ciencia Cristiana piensan a veces que el propósito primordial de esta Ciencia es el de alentar a la gente a prescindir de la medicina. Cuando enfrentamos una enfermedad, ¿hemos aceptado alguna vez la idea de que la Ciencia significa realmente para nosotros algo tan simple como eso?
El Consolador ha venido para alimentarnos con las verdades de la realidad. A medida que embebemos estas verdades, ellas vienen a ser nuestra medicina, constituyendo así un cabal y eficaz método de curación. Las verdades espirituales por cierto que eliminan los síntomas de discordancia; pero también inician una transformación fundamental de la consciencia. Esas verdades cristianizan nuestra vida.
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