Si usted se ha puesto en contacto con un practicista de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens) para que le dé tratamiento y lo sane, no piense ni por un momento que simplemente ha transferido sus preocupaciones a otra persona y que usted se quedará sin nada que hacer. Es mucho más provechoso sentir que estamos recurriendo a un Científico Cristiano experimentado y que se ocupa de las cosas del Espíritu, para trabajar juntos y resolver el problema del ser. Cualquiera que sea el desafío que encaremos, debiéramos verlo, en el enfoque más amplio, como una oportunidad para resolver una fase más del concepto que tenemos sobre lo que realmente es el ser. Al hacerlo, contribuimos muchísimo a despejar el camino para la curación.
“Tenemos que escudriñar la realidad más hondamente, en lugar de aceptar sólo el significado exterior de las cosas”,Ciencia y Salud, pág. 129. nos dice Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Cuando recurrimos a un practicista de la Ciencia Cristiana, puede parecer, según el cuadro exterior de las cosas, que estamos acudiendo a un ser humano en busca de ayuda espiritual; pero el sentimiento predominante que debiéramos tener es que estamos acudiendo al Espíritu divino para que nos ayude. O, para verlo desde otro punto de vista, debiéramos pedir ayuda al practicista desde la base que el practicista, científicamente hablando, es inseparable del Espíritu, y es inseparable de la infinita inteligencia divina que deriva del Espíritu.
Hay muchas cosas que podemos hacer para aumentar nuestra receptividad al tratamiento de la Ciencia Cristiana. Es obvio que deberíamos examinar cuidadosamente toda referencia a la Biblia y a los escritos de la Sra. Eddy que nos recomiende el practicista. Aun cuando el pasaje que se nos indique nos sea muy familiar, deberíamos, no obstante, enfocarlo desde un nuevo punto de vista esperando ver en él una nueva luz. El practicista confía en la intuición e inspiración espirituales, y deberíamos tomar muy seriamente cualquier cosa que se nos prescriba que traiga algún cambio en nuestra manera de razonar, o que profundice nuestra comprensión en un aspecto particular de la Ciencia Cristiana.
¿Qué debiéramos esperar cuando acudimos a un practicista de la Ciencia Cristiana para que nos ayude? Bueno, no debiéramos ir en busca de lo que no debemos. No nos ponemos en contacto con un practicista como un medio de que alguien sienta conmiseración por nosotros. Estamos pidiendo una oración profundamente significativa y específica en nuestro favor. No estamos pidiendo consejos humanos. El practicista no es psicólogo, abogado, agente de bienes raíces, consejero matrimonial ni un consejero de problemas sociales. No es simplemente alguien que siempre está a nuestra disposición para alegrarnos cuando nos sentimos melancólicos y tristes. El papel del practicista o de la practicista es primordialmente espiritual, aunque este papel tiene sus aspectos compasivos y humanos. Podemos esperar del practicista ternura, bondad, paciencia y comprensión espiritual que refuercen nuestra convicción en la verdad científica del ser.
La relación entre el practicista y el paciente tiene sus raíces en el Amor divino y en su expresión. El practicista ama lo que realmente es usted (la idea espiritual del Amor), y ama a la Ciencia Cristiana y ama a su trabajo. El practicista quiere ayudarle a que ame más a la Ciencia Cristiana y demuestre la Verdad cada vez más, como él se propone hacerlo. El practicista expresará paciencia al trabajar junto con usted — y usted debiera ser paciente al resolver el problema paso a paso, en casos en que la curación no es tan rápida como usted quisiera que fuera.
En la mayoría de los casos, entonces, el paciente puede y debe tener un papel activo y no sólo pasivo en la relación entre practicista y paciente. Él mismo puede hacer algo para quitar cualquier obstáculo o vencer cualquier resistencia a las corrientes de Verdad. Por ejemplo, puede reconocer que él es la expresión misma de la Verdad, no un mortal resistiendo a la Verdad. El paciente puede darse cuenta de que él no puede estar separado de la espontánea expresión del Amor divino — de que no hay nada pesado o espiritualmente obtuso en su pensamiento, porque, en realidad, toda la “mentalidad” que existe es la Mente divina, la consciencia divina.
Por lo general, el paciente puede esperar del practicista algunas explicaciones de la Ciencia del ser y ciertamente mucho aliento para anticipar una curación rápida. Pero el papel del practicista no es hablar interminablemente a los pacientes para persuadirlos a que se sientan mejor. O darles un curso completo sobre metafísica cristiana. O dejar la relación sobre la base de bondad humana que intenta aliviar el sufrimiento humano. Es posible que las conversaciones no sean prolongadas, pero el paciente puede estar convencido de que el practicista tiene un trabajo espiritual y mental en que ocuparse.
Es posible que el practicista pida al paciente que lo llame a una hora especificada. Si la curación no se ha efectuado por completo, y estamos llamando nuevamente al practicista, deberíamos hablarle de cierta manera y con tal honradez que el practicista perciba nuestro estado de pensamiento — o nuestra claridad y convicción espirituales, o cualquiera duda o cualquier temor — en vez de sólo hablarle sobre el estado del problema material.
Incluso cuando estemos hablándole, podríamos tener presente que las condiciones mentales o físicas que le estamos mencionando, si son negativas, no están relacionadas con nuestra identidad verdadera como reflejo del Espíritu. No nos ponemos en contacto con un practicista para hablar primordialmente de la dolencia o del problema, sino para la renovación y curación que vienen de nuestra comprensión conjunta de la verdad absoluta del ser: la invariable bondad de Dios, y la inalterable perfección del hombre como idea de Dios.
Ahora bien, ¿qué decir si no estamos recibiendo la inspiración que necesitamos? Podemos afirmar que el Espíritu divino — el siempre abundante origen de la inspiración — se está expresando como la identidad verdadera tanto del practicista como del paciente. No debiéramos estar esperando la transferencia de espiritualidad de un lugar a otro, de una persona a otra, del practicista a nosotros; debiéramos estar reconociendo tan consecuente y tan vigorosamente como podamos que la total espiritualidad del hombre y del universo ya es la realidad en todas partes.
Cuando llamamos a un practicista por primera vez, por lo general se le da una descripción sencilla del problema. Pero no tenemos que impresionar al practicista con lo “serio” que es nuestro problema particular. Aun cuando pudiéramos hacer soñar al practicista el mismo sueño que nosotros estamos soñando, eso no sería de ayuda. El practicista está considerando todos los casos que se le presentan para curación como variaciones de un concepto equivocado — variaciones del concepto equivocado básico de que el hombre es finito, carnal, que está lejos de Dios. El practicista sabe que el concepto correcto del hombre es el antípoda del mortal: el hombre es la infinita idea del Espíritu, es incorpóreo y jamás pierde su unidad con el Espíritu. El tratamiento no varía en intensidad en la proporción de la “seriedad” del problema. Sin reparar en lo que pueda parecer el desafío, el tratamiento entraña una profunda y continua reversión de la creencia material y una confiada afirmación de pertinentes hechos espirituales acerca de Dios y el hombre.
Cuando el problema es resuelto y ha llegado el momento de enviar los honorarios al practicista, podemos darnos cuenta de que el pago es una afirmación de nuestra gratitud: gratitud por la vida de Cristo Jesús; por la Ciencia de la Vida y su poder sanador; por la Iglesia de Cristo, Científico, que está sostenida por la curación; y por nuestra Guía, la Sra. Eddy, quien fundó el oficio de practicista de la Ciencia Cristiana.
Enfáticamente hablando, el papel del paciente no debiera ser pasivo. Trabajar con un practicista es una maravillosa oportunidad de profundizar nuestra percepción espiritual y de fortalecer la fibra de nuestra convicción de que la Ciencia Cristiana es la verdad. El papel no es sólo el de obtener — podemos aportar nuestra comprensión e inspiración ya demostradas, y podemos ver que el tratamiento de la Ciencia Cristiana y cada curación contribuyen al crecimiento espiritual de la humanidad y general. Las consecuencias de la relación entre el practicista y el paciente son universales, aun cuando el tratamiento es específico para un caso determinado. Podemos regocijarnos en el hecho de que el tratamiento es una afirmación de las eternas verdades del ser, las cuales son aplicables a todos.
