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La esencia de la labor de enfermera de la Ciencia Cristiana

Del número de julio de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El ser enfermera de la Ciencia Cristiana es algo más que una ocupación, una profesión o una carrera. Es un ministerio de amor que es reflejo del Amor divino. La enfermera ora para seguir los pasos del Maestro, quien se refirió a sí mismo como a aquel que “no vino para ser servido, sino para servir”. Mateo 20:28;

Este amor cumple los requisitos de la promesa expresada en Malaquías: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Mal. 3:10; En la medida en que la enfermera refleja el Amor divino, encuentra el lugar que le corresponde, y la seguridad y alegría que lo acompañan, en la esencia misma de esta bendición.

La expresión del Amor divino en nuestra vida no es la obra de un momento. Tenemos que esforzarnos por alcanzarlo; tenemos que ganarnos la bendición. Tenemos que vivir Su amor, no hablar acerca de él. Ello requiere oración, vigilancia, trabajo y demostración.

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, nos muestra los pasos a seguir. En respuesta a la pregunta: “¿Cómo puedo progresar más rápidamente en el entendimiento de la Ciencia Cristiana?” ella dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Estúdiese a fondo la letra, embebiendo el espíritu. Adhiérase al Principio divino de la Ciencia Cristiana y acátense los mandatos de Dios, morando firmemente en la sabiduría, la Verdad y el Amor”.Ciencia y Salud, pág. 495; Yo había leído estas afirmaciones muchísimas veces, pero sólo recientemente esos verbos se destacaron de pronto como faros de luz: estudiar, embeber, adherir, acatar y morar.

Consideremos primeramente lo referente a “estudiar”. Al requerir de quien solicita afiliarse a La Iglesia Madre que: “La Biblia, juntamente con Ciencia y Salud, y otras obras de la Sra. Eddy, serán sus únicos libros de texto para instruirse en la Ciencia Cristiana, y para enseñar y practicar la curación metafísica”,Manual de La Iglesia Madre, Art, IV, Sec. 1; la Sra. Eddy no estaba limitando al solicitante. Estaba liberándolo, protegiéndolo, amándolo. Tenemos que edificar sobre cimientos sólidos; tenemos que nutrirnos con el pan completamente puro de la Verdad. La Ciencia Cristiana es Ciencia. Las opiniones humanas y las interpretaciones personales no promueven la Ciencia, sino que la pierden de vista.

Cuando oramos para recibir iluminación espiritual, recibimos inspiraciones maravillosas. Después, así como los magos de antaño que buscaban al niño, así nosotros tenemos que buscar. ¿Dónde? En estos mismos libros. Si lo que hemos aceptado como iluminación lo es realmente, será corroborado en estos libros de texto. Si no está en ellos, podemos desecharlo.

Una de las maneras en que la mente mortal trataría de defraudarnos es haciéndonos creer que carecemos de tiempo para estudiar o que no queremos estudiar. Esto es magnetismo animal. Nunca es nuestro propio pensamiento. Ya sea que seamos la enfermera, el practicista o el paciente en el caso, tenemos que precavernos contra estas sugestiones y rechazarlas.

Un argumento común en la enfermedad es el de la desnutrición y el agotamiento. Pero mucho más importante es cuidarse del empobrecimiento espiritual. Tenemos que vigilar para no desnutrirnos espiritualmente, vigilar con mayor diligencia que la del comisionista de bolsa que sigue las cotizaciones del mercado bursátil o con más cuidado del que ponemos en proteger nuestros ahorros. Nuestro entendimiento necesita constante reabastecimiento.

Una Científica Cristiana alerta decidió leer Ciencia y Salud de principio a fin varias veces en un corto período de tiempo. Comentó luego acerca del estímulo espiritual que había alcanzado, del enriquecimiento y del sentido de poder espiritual que logró. Pero de mayor significación fue su comentario de que este estudio intensivo se había hecho para sí mismo un lugar en su activa vida, la que debía satisfacer con un mayor estudio. Esto es lo que esta clase de estudio hace por todos nosotros.

Tenemos que estar alerta contra la penuria mental o el empobrecimiento espiritual. Ni la enfermera ni el practicista podrán atender un caso eficazmente si están empobrecidos espiritualmente.

¿Y qué decir, pues, acerca de “embeber el espíritu”? Al referirse a Cristo Jesús y a sus opositores, Ciencia y Salud dice: “Sus sentidos embebían el testimonio espiritual de la salud, la santidad y la vida; los sentidos de ellos atestiguaban lo contrario y absorbían el testimonio material del pecado, la enfermedad y la muerte”.Ciencia y Salud, pág. 52;

Hoy en día estamos con demasiada frecuencia bombardeados con imágenes de pecado, enfermedad y muerte. Sólo la Ciencia puede romper este mesmerismo. Estar conscientes de Dios — sentir Su presencia, Su poder, Su totalidad y la unidad del Principio y su idea — es estar armados con la luz y el amor que destruyen las fortalezas del pecado y de la enfermedad, y sanan. El apóstol Pablo dice: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”. 2 Cor. 10:4;

¿Estamos, por medio de la vitalidad espiritual de nuestro pensamiento, embebiendo la Verdad — embebiendo la evidencia espiritual de la salud y la felicidad? ¿O estamos absorbiendo el testimonio de los sentidos materiales? Esto es lo que el Científico Cristiano tiene que vigilar. Al enfrentarse constantemente con las sugestiones de la mente mortal de que hay vida en la materia, la enfermera — o el enfermero — debe fortalecer sus reservas espirituales. En Apocalipsis leemos: “Y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. Apoc. 22:17;

A veces surge la pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre las obligaciones de la enfermera y del practicista en un caso? La diferencia es simple, pero grande.

La obligación de la enfermera, como la de todos nosotros, es mantener siempre su pensamiento al nivel de la Verdad. Es ocuparse sólo de su propio pensamiento para no aceptar como verdadero el testimonio de los sentidos, por estridente que sea. Ella embebe el espíritu. Siente en su corazón la presencia de Dios, la presencia del Cristo, Su labor no es juzgar, criticar o condenar al paciente, ni tampoco descubrir el error. Su labor es reflejar el Cristo, mantener una atmósfera de esperanza, confianza, gratitud y alegría y atender a las necesidades prácticas del paciente.

La enfermera acaso tenga que orar fervientemente para sí misma a fin de embeber la evidencia del Espíritu y no absorber el error, pero su trabajo es para sí misma y no para el paciente. La enfermera no invade el santuario mental del paciente, ni interfiere en sus pensamientos. Sostiene la obra del practicista, pero no se inmiscuye en ella.

El practicista, en cambio, trabaja específicamente por el paciente y con el paciente, dejando que la Verdad descubra el error y que el Cristo se haga presente y sane al paciente.

El trabajo de la enfermera es confidencial y sagrado. Ciertamente, el Artículo VIII, Sección 22, del Manual de La Iglesia Madre es tan válido para la enfermera como para el practicista. Es evidente que la Sra. Eddy amaba y apreciaba a las enfermeras y a los enfermeros de la Ciencia Cristiana, pues en el Artículo VIII del Manual incluyó la Sección 31: “Enfermeros de la Ciencia Cristiana”. En este Estatuto la Sra. Eddy ha establecido el lugar que ocupa la enfermera por el tiempo que dure el movimiento de la Ciencia Cristiana, esto es, hasta que la mente mortal sea destruida y no haya nada más que curar, hasta que el reino del Espíritu sea demostrado como absoluto y final.

Adherirse al Principio es esencial en toda nuestra obra como Científicos Cristianos. Al revelar al Amor como Principio divino y al Principio como Amor, la Ciencia establece claramente la infalibilidad de la curación cristiana. No hay incertidumbre en el Principio que todo lo gobierna ni parcialidad en el Amor que todo lo abarca. Sólo hay reglas que debemos obedecer y leyes divinas que debemos seguir. Cada página de Ciencia y Salud contiene estas reglas. Algunas son órdenes específicas: “Hágase esto” o “Hágase aquello”. Otras son amplias afirmaciones de los hechos; sin embargo, también son reglas sobre las que debiéramos preguntarnos si las estamos cumpliendo. Estudiar Ciencia y Salud con el propósito de obedecer las reglas específicas que establece es recompensador.

Nuestra Guía obedeció la ley de Dios. Fue esta obediencia lo que abrió su pensamiento a la revelación, lo que la capacitó para descubrir la Ciencia de la Verdad, fundar la Iglesia de Cristo, Científico, y dirigir el movimiento. Nuestra Guía escribió a una iglesia filial: “No estoy en medio de vosotros como persona corpórea: no estoy presente como dictador, árbitro o gobernante, mas, como una madre cuyo corazón palpita al unísono con el de sus hijos por el bienestar de ellos, sí, estoy presente, y me regocijo con los que se regocijan”.Escritos Misceláneos, pág. 152. No olvidemos nunca que ella habla a cada uno de nosotros a través de sus escritos. En ellos encontramos su admonición y consejo. En ellos encontramos las respuestas.

La enfermera de la Ciencia Cristiana no está sola. Su trabajo la coloca en el corazón mismo del movimiento. La enfermera tiene ante sí una ilimitada oportunidad de llevar adelante la obra sanadora de la Ciencia Cristiana. Su camino abunda en promesas.

Cuando se adhiere al Principio divino — cuando se aferra a él como lo hiciera nuestra Guía — la enfermera mora en el lugar secreto al abrigo de Sus alas. La sabiduría de Dios está presente para guiarla y Su fortaleza para sostenerla en toda situación.

En un sentido más amplio, todo estudiante dedicado de la Ciencia Cristiana, todo miembro leal de La Iglesia Madre y seguidor de nuestra Guía, está comprometido con este ministerio universal del Amor e incluido en su bendición.

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