Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Cuando era niña vivía con el constante temor de que nadie me...

Del número de julio de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando era niña vivía con el constante temor de que nadie me quería. Crecí en una familia rica creyendo que todo lo que importaba en la vida era mi apariencia y cómo me sentía físicamente. En mi búsqueda de felicidad y éxito, recurrí al licor y a las drogas; pasé así quince amargos años, hasta que finalmente fui recluida en varias instituciones para enfermos mentales. Había perdido a mi familia y a mis amistades, la salud, el hogar, una considerable fortuna, y la habilidad de cuidarme o de ocuparme de mí misma. Había llegado al punto en que no sabía la diferencia entre el bien y el mal, y sólo estaba tratando de sobrevivir.

En noviembre de 1971 me llevaron a un lugar para alcohólicos, donde empecé a vislumbrar que existe un poder supremo que gobierna la vida — Dios. Conocí a un hombre con quien más tarde me casé. Él estaba estudiando la Ciencia Cristiana; me dijo que yo era espiritual. Eso me agradó porque pensé que él quería decir que yo era algo especial. Todavía tenía que aprender que mi verdadera identidad era una idea espiritual de Dios, hecha a Su semejanza.

Después de tres semanas me enviaron a un albergue para mujeres que eran alcohólicas. Al otro lado de la calle estaba una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Después de haber dependido de las drogas durante quince años, no sabía cómo enfrentarme a la vida, y me atemoricé. Empecé a visitar la Sala de Lectura con regularidad. Allí recibí gran estímulo de los bibliotecarios, y del amigo a quien ya he mencionado. Pasé horas estudiando esta bella Ciencia. El deseo de tomar bebidas alcohólicas desapareció.

Una de las primeras cosas que aprendí fue que nuestro pensamiento determina nuestras experiencias. Aprendí de memoria muchas verdades expuestas en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y las repasaba varias veces durante el día. Empecé a darme cuenta de que en verdad nunca había sido víctima de las circunstancias, sino que en verdad era la hija de Dios, eternamente bajo Su cuidado. Vi que mi tarea no era la de cambiar a otros, sino cambiar mi punto de vista espiritualizando mi pensamiento acerca de ellos. Guiada por las verdades de la Ciencia Cristiana, mis buenos pensamientos eran pensamientos verdaderos, en armonía con el poder de Dios, y numerosos temores empezaron a dejarme, uno tras de otro. Me ayudó un pensamiento que leí en una de las publicaciones de la Ciencia Cristiana: Dondequiera que está Dios hay vida perfecta; y no hay lugar donde Dios no existe. Y de Ciencia y Salud (pág. 393): “Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de esto, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente otorgados al hombre”. Aprendí a aceptar y a esperar el bien; sentí alegría, satisfacción, y que mi vida ya tenía un propósito, cosas que jamás pensé fuesen posibles.

Después de unos seis meses de estudio con muchas pruebas del cuidado de Dios, todavía yo estaba tomando anfetaminas y varias otras drogas que tenía escondidas. Pero tenía confianza en que esto de alguna manera llegaría a su fin. Estaba aprendiendo la verdad de las palabras de la Sra. Eddy: “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo” (Ciencia y Salud, pág. 463). Un domingo, antes de ir a la iglesia, escuché el programa de radio de la Ciencia Cristiana, “La Verdad que sana”. Oí a una mujer hablar, que había estado usando las mismas drogas que yo, y había sanado. Después de que ella terminó su relato, empecé a llorar, y sentí que estaba llegando mi curación. Ese día en la iglesia, las palabras de Cristo Jesús escritas en la pared: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32), hicieron que mi corazón saltara de alegría. Después del servicio me fui a mi casa, y tiré todas las drogas y medicinas excepto un rociador nasal, y pronto triunfé sobre el uso de éste al sentir un profundo deseo de unirme a La Iglesia Madre. Mi enviciamiento a las drogas fue sanado por completo. No había encontrado satisfacción en el concepto material e ilusorio de las cosas. Aprendí que todas las soluciones para una vida feliz y satisfactoria están en la realidad espiritual.

A medida que la espiritualización de mi pensamiento iba progresando, la voluntad propia fue sometida. Pude descartar mis anteojos. También he sanado de dolores de cabeza, estreñimiento, catarros frecuentes, un carácter incontrolable, un hombro dislocado, y una enfermedad de la piel complicada por una intoxicación sanguínea. No me es posible expresar suficientemente mi aprecio por la ayuda recibida de los practicistas de la Ciencia Cristiana. La dedicación y esfuerzo que se requieren para mantener un pensamiento elevado y sanador, es algo que yo respeto mucho.

Estoy en verdad agradecida a la Sra. Eddy porque estableció el movimiento de la Ciencia Cristiana. Esta Ciencia ha revelado toda la verdad del ser, y está señalando el camino para su demostración.

He servido, con gozo, un período como Segunda Lectora en mi iglesia filial, y he tomado instrucción en clase de la Ciencia Cristiana. He tenido la bendición de un buen matrimonio. La vida para mí sigue llena de nuevas y maravillosas pruebas y vistas de la bondad de Dios, que siempre está presente. He encontrado que una de las cosas más grandes que se puede aprender es cómo tratar a otros de acuerdo con la verdad espiritual. La disciplina del pensamiento es muy importante, porque el despojarse del viejo hombre y revestirse del nuevo — despertando activamente a nuestra verdadera identidad — es un acontecimiento diario. Ya no pienso constantemente sobre cómo me veo y cómo me siento. La satisfacción personal es un camino solitario y triste. Mi meta ahora es saber más de mi identidad espiritual y ayudar a otros por medio de la guía de Dios.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 1980

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.