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Hasta que la Ciencia Cristiana* vino a mi vida, viví en constante...

Del número de julio de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hasta que la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) vino a mi vida, viví en constante temor. Aun cuando tenía esposo e hijos, mi vida no parecía tener ningún sentido, razón, ni propósito. En 1970 algunos médicos me dijeron que tenía anemia perniciosa, y muy poca esperanza de recuperación. Estaba perdiendo peso rápidamente y además sufrí un desequilibrio nervioso. Inclusive intenté suicidarme. Me pusieron bajo el cuidado de un psiquíatra, lo cual sólo sirvió para confundirme aún más. Los tratamientos médicos eran insoportables. En mi hora más oscura clamé a Dios para que me ayudara.

Repentinamente me acordé de un libro que una amiga me había dado hacía unos once años. Fui al desván y lo encontré en una caja. Su título era Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Estaba tan necesitada de consuelo que comencé a leerlo, lo que hice por casi tres días. Descubrí que Dios as Amor; esto significaba que ¡Él me amaba y cuidaba! Realmente sentí este amor. Volví a ver a los médicos y al psiquíatra y les dije que había encontrado lo que realmente necesitaba.

Esta declaración de Ciencia y Salud (pág. 494) me daba seguridad diariamente: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”. Mi esposo con frecuencia estaba sin empleo, y teníamos muchas cuentas que pagar a los médicos. A menudo nuestra provisión de alimentos era escasa. Estaba esperando a mi tercer hijo, y si no hubiera sido por la Ciencia Cristiana toda la situación hubiera parecido sin esperanza. Pero debido a mi nueva comprensión, me rehusé a sentir temor. Supe que el Amor divino estaba protegiéndonos a todos y confié en este Amor. Una noche unos vecinos nos invitaron a cenar. Al día siguiente, mi tía, una Científica Cristiana, que desconocía nuestras circunstancias porque hacía varios años que no nos comunicábamos, viajó una larga distancia para visitarme y nos trajo tres cajas llenas de alimentos y dijo: “De pronto sentí que necesitaban esto”. ¡En verdad lo necesitábamos! También me trajo muchos ejemplares del Chrisitan Science Sentinel.

Desde ese momento, mi vida cambió radicalmente. Mi esposo encontró un empleo con un salario superior y la seguridad de tener un empleo permanente. Con la gentil persistencia de mi tía comencé a asistir a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y obtuve ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana. A los pocos meses me había curado de la anemia perniciosa y lentamente iba adquiriendo estabilidad mental. Por fin, mediante mi comprensión del gran amor de Dios, me curé completamente de la enfermedad mental.

Estaba tan agradecida por esta nueva manera de ver la vida que estudié fielmente la Ciencia Cristiana, me hice miembro de una filial y también de La Iglesia Madre. Ésta fue mi manera de servir a Dios y de agradecerle por la vida. El Himno No. 324 del Himnario de la Ciencia Cristiana, que comienza: “Ten mi vida, que estará consagrada a Ti, Señor”, era mi diaria oración.

Durante los últimos años, mis días han estado llenos de alegría, y mi familia ha tenido muchas curaciones maravillosas. Nuestro cuarto hijo fue prematuro, y además no nació de cabeza y tenía el cordón umbilical alrededor de su cuello. Un practicista me estaba ayudando por medio de la oración. Más tarde el médico me dijo que al nacer el niño el cordón se desenredó dejando el cuello del niño libre.

Sin embargo, parecía que había muy pocas esperanzas de que el niño viviera ni siquiera esa noche, pues tenía un grave problema de respiración y también cardíaco. Me negué a aceptar esto y me aferré a la verdad de que Dios era su Vida. Sabía que Dios es la Vida y el Amor inagotables, que nunca pueden ser extinguidos. A la mañana siguiente el niño comenzó a mejorar repentinamente, y supe que estaba bien. Toda señal del problema del corazón desapareció. Subió de peso muy rápidamente, y en menos de dos semanas ya estaba en casa.

Por medio de mi estudio descubrí que el hogar es realmente la consciencia del Amor divino. Cinco meses después, este mismo niño sanó de meningitis espinal, gracias a la oración científica. Comprendí que él era en realidad el hijo de Dios, porque sólo el Amor es el creador. Hoy este niño es saludable y activo.

Un día nuestro niño de cinco años se cayó de una altura de aproximadamente cuatro metros. Cayó de cara y se hirió por el golpe; la nariz se le aplastó y el labio se le partió. Cuando me avisaron y me dijeron que estaba inconsciente, de inmediato cambié ese cuadro afirmando que el hijo de Dios permanece por siempre en la consciencia de Su amor. Con la ayuda de unos amigos el muchacho caminó hasta la cocina. Mientras lo limpiaba afirmaba en voz alta que él nunca podía caer de los brazos del Amor divino. Les pedí a los otros tres niños que le dieran gracias a Dios que ese cuadro lastimoso no era Su realidad. Luego les pedí que repitieran el primer párrafo de la respuesta de la Sra. Eddy a la pregunta: “¿Qué es el hombre?” (Ciencia y Salud, pág. 475). La hemorragia se detuvo inmediatamente, y el niño estaba muy calmado. Le dije que él reflejaba la felicidad pura, y que Dios lo amaba tiernamente.

Lo llevé a su cuarto con su hermano mayor, que tenía diez años, y él le leyó un artículo del Sentinel. La niña de ocho años tomó su Biblia y Ciencia y Salud y con la ayuda del hermano mayor le leyó parte de la Lección Bíblica en el Trimestral de la Ciencia Cristiana. También cantaron himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana. El niño se durmió pacíficamente. Yo permanecí en mi cuarto de estudio, estudiando y dando gracias a Dios porque el niño jamás había sido lastimado en ninguna forma, porque el Amor está siempre cuidando a sus hijos y protegiéndolos. Comprendí que Dios era el Padre-Madre del niño, el único creador, y lo entregué totalmente al amor de Dios.

Durmió un poco más de tres horas, y cuando despertó casi no había inflamación ni moretones en la piel y su nariz estaba normal. Nuestro hijo comió como de costumbre y salió a jugar. A medida que avanzaba la noche la inflamación en los labios comenzó a disminuir. A la mañana siguiente la cara del niño estaba completamente curada.

Hemos tenido muchas otras curaciones en mi familia, incluyendo ligamentos rotos e infecciones en los oídos. Estoy eternamente agradecida a la Sra. Eddy por mostrarnos, a través de su libro Ciencia y Salud, la Ciencia de la curación mediante la oración. Doy gracias a Dios por la Ciencia Cristiana.


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