Visto desde una perspectiva histórica, la humanidad siempre ha luchado con valores contrarios, normas variables, y con la resistencia del pensamiento material cuando se le exige someterse a la autoridad espiritual. Y, sin embargo, ha habido épocas en que ha surgido la declaración más profunda sobre valores espirituales y ésta ha permanecido firme ante la resistencia desenfrenada e insensible.
Mientras Moisés estaba en el Monte Sinaí, los hebreos, fatigados por el desierto y cansados de esperar el regreso de Moisés, pusieron su fe en una imagen de oro que hicieron construir. Cuando Moisés descendió del monte trayendo las tablas que contenían el mandato radical de Dios: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”, Éx. 20:3; Moisés se enfrentó con la adoración desenfrenada a un becerro de oro.
Lleno de ira rompió las tablas de piedra y luego volvió al Monte Sinaí. Nuevamente Dios le dio los Diez Mandamientos. Esta vez el corazón de los hebreos estaba conmovido y reanudaron su larga aventura de confiar en el único Dios, el Yo soy el que soy.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!