Bajo el punto de vista cristiano, aplicar el precepto “ojo por ojo, y diente por diente”, Mateo 5:38; es inconcebible. La venganza, que a menudo ocasiona sufrimiento a inocentes criaturas, es siempre moralmente insostenible y espiritualmente inválida. No se obtiene jamás beneficio alguno pagando mal con mal.
Por otra parte, la ley del Amor trae sanidad y es constructiva, y esta ley siempre puede entrar en operación de inmediato tanto en problemas que enfrentan naciones que han sido atacadas como en problemas individuales. Éste es un hecho aplicable hoy en día a situaciones en muchos países del mundo. La ley divina actúa en todas partes y bajo toda circunstancia — ya sea que el odio que instiga la acción proceda de circunstancias pasadas o actuales. En la medida en que dejamos que la ley del Amor gobierne nuestra vida, ayudamos a demostrar la operación de esta ley en el nivel nacional e internacional.
Poniendo un freno al impulso de vengarse, y persistiendo en la oración para reconocer de continuo el poder que tiene el Principio divino para corregir el mal, todos podemos contribuir a aportar soluciones pacíficas a cualquier situación internacional que necesite ser corregida. Y esto lo podemos hacer seguros de que la justicia se impondrá totalmente. La Sra. Eddy escribe: “Si has sido injuriado profundamente, perdona y olvida: Dios recompensará este agravio y castigará, más severamente de lo que podrías hacerlo tú, a quien ha procurado perjudicarte. Jamás devuelvas mal por mal. ..”Escritos Misceláneos, pág. 12;
Ayudamos a neutralizar el mal en el mundo en la medida en que comprendemos la omnipresencia del bien, el cual fluye irresistiblemente de Dios, el Amor divino. El hombre real, la manifestación de Dios, no es el origen ni el objeto de la venganza. Debemos analizar el estado moral y espiritual de nuestros propios pensamientos y de nuestra manera de vivir. Tenemos que estar alerta para no permitirnos ni el más leve regocijo ante algo malo que pueda ocurrirle a alguna nación o a alguna persona que no goce de nuestra simpatía.
El Amor divino es una de las constantes en la práctica de toda religión espiritual verdadera. Cada esfuerzo por amar y perdonar cuenta con el apoyo del Amor divino. Está dirigido por la inteligencia divina y, por lo tanto, está a salvo de imposiciones. Viviendo este amor, el paso humano legal que haya que tomarse para reparar el mal se manifiesta y será eficaz.
Cristo Jesús fue un destacado exponente de la norma del perdón. En la cruz dijo de sus enemigos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Lucas 23:34.
La mente mortal, la creencia en una mentalidad aparte de la consciencia del Amor divino, jamás sabe lo que hace. En la realidad espiritual, la mente mortal jamás está haciendo algo. La Mente divina es la fuente de toda acción verdadera, y sus actuaciones son siempre bondadosas. No importa en qué forma parezca estar manifestándose el odio en los acontecimientos mundiales — odio religioso, o cualquier nacionalismo, racismo, opresión — estos elementos no pertenecen a la realidad espiritual, y debieran rechazarse en base de su irrealidad. Por supuesto, esto no quiere decir que lo malo no haya de castigarse. Pero la justicia, no la venganza, debiera ser el motivo, y podemos tener fe en los caminos y medios de Dios para ajustar todo lo que esté mal.
El mal que parece atrincherado en el pensamiento humano no puede de pronto ser desarraigado y echado fuera simplemente declarando una verdad metafísica de manera superficial — sí, simplemente diciendo con un encogimiento de hombros: “Todo está bien”. Por el contrario, se requiere que luchemos con las pretensiones del mal, que las veamos como impotentes para ejercer sobre nosotros control alguno, y que las venzamos. Por último, todos comprenderemos y demostraremos que el mal jamás ha tenido presencia ni realidad en la omnipresencia del Amor divino. La Ciencia Cristiana exige que nos mantengamos ocupados comprendiendo y viviendo las leyes y los valores espirituales, ahora mismo. Requiere que profundicemos nuestra convicción de que Dios y el hombre son absolutamente perfectos, y que la realidad final, todo lo que tiene realidad inmediatamente, es el Amor divino y su expresión, el hombre, el cual no odia ni es odiado.
Mediante la oración espiritual y su aplicación en la vida diaria, la venganza puede erradicarse del pensamiento y de la experiencia humana, individual y colectivamente.
