Una mañana me sentí muy mal; tenía fiebre y otros síntomas. A pesar de que pasé la mayor parte del día durmiendo, en los momentos en que me despertaba pensaba en la totalidad de Dios y en mi identidad espiritual como Su imagen. Yo sabía que en realidad en ese preciso instante Su totalidad me beneficiaba. Mi tarea consistía en reclamar ese hecho espiritual. Reconocí Su poder supremo, eliminando totalmente la posibilidad de la existencia de otro poder. Porque Dios está siempre presente y llena todo el espacio, el mal no tiene lugar donde existir. Dios es el que todo lo sabe y crea solamente el bien.
De la lectura de la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana surgieron algunos pasajes que me resultaron particularmente útiles para ampliar mis conceptos sobre la totalidad de Dios, y busqué otros pasajes en la Concordancia del libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Uno de esos pasajes dice (Ciencia y Salud, pág. 331): “Las Escrituras dan a entender que Dios es Todo-en-todo. De esto se deduce que nada posee realidad ni existencia excepto la Mente divina y Sus ideas”. Y más adelante, en la misma página, continúa diciendo: “Todas las cosas en el universo de Dios Le expresan a Él”.
En unos pocos días sané completamente. Durante ese tiempo, a medida que meditaba en las declaraciones hechas en el libro de texto y en otros escritos de la Sra. Eddy, sentí que iba ganando una comprensión más clara acerca de mi verdadera semejanza como el reflejo de la Mente divina. Estoy sumamente agradecida por esta curación y por Ciencia y Salud, que es una fuente constante de ayuda e inspiración.
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