Se ha descrito de diferentes formas la manera de lograr integridad, desde la sabiduría pragmática de Jorge Washington en su discurso de despedida en el que dijo que “la honradez es siempre el mejor curso de acción” hasta lo que escribió William Shakespeare en Hamlet: “Sé veraz contigo mismo”.
Pero sin integridad innata, ¿cómo podemos ser verdaderamente honrados? Y sin una comprensión de nuestra verdadera identidad, ¿cómo podemos ser veraces con nosotros mismos?
En realidad, manifestamos integridad en el grado en que reconocemos que nuestra identidad es el reflejo de Dios y comprendemos al Dios que reflejamos. En este sentido, se identifica la integridad con la compleción o plenitud espiritual, en la que el hombre representa todos los atributos de Dios. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), explica que el ser verdadero del hombre es la imagen perfecta de su Hacedor. Usando la analogía de un espejo, escribe: “Ahora comparad al hombre ante el espejo con su Principio divino, Dios. Llamad el espejo la Ciencia divina, y llamad al hombre el reflejo. Entonces observad lo fiel que es, según la Ciencia Cristiana, el reflejo a su original”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, págs. 515–516;
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