Se ha descrito de diferentes formas la manera de lograr integridad, desde la sabiduría pragmática de Jorge Washington en su discurso de despedida en el que dijo que “la honradez es siempre el mejor curso de acción” hasta lo que escribió William Shakespeare en Hamlet: “Sé veraz contigo mismo”. Pero sin integridad innata, ¿cómo podemos ser verdaderamente honrados? Y sin una comprensión de nuestra verdadera identidad, ¿cómo podemos ser veraces con nosotros mismos? En realidad, manifestamos integridad en el grado en que reconocemos que nuestra identidad es el reflejo de Dios y comprendemos al Dios que reflejamos.
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