Inspirado por la esperanza de que mi experiencia pueda beneficiar a otras personas, doy este testimonio con reverencia a Dios y gratitud por Cristo Jesús, el Mostrador del camino, y por Mary Baker Eddy, sin cuyo inmortal descubrimiento de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), yo no sería lo que soy ahora.
Hace algunos años me llevaron como paciente a uno de los hospitales de Manila. Después de un minucioso diagnóstico y de un análisis clínico, se me dijo que tenía un tumor maligno en la garganta. Me sentí lleno de temor y no podía tenerme en pie, caminar, ni hacer todas las cosas que normalmente hacía. Puesto que no había remedio alguno, ya no me sentía dispuesto a tomar las medicinas que los médicos me recetaban. Mi caso fue declarado incurable.
En una ocasión, ya avanzada la noche, cuando todos los demás enfermos estaban dormidos en la sala, me arrodillé en oración silenciosa a Dios, rogándole que me viera con ojos de bondad y que tuviera misericordia de mí, para que saliera del horrible pozo en el cual me encontraba, por el bien de mis dos inocentes hijos. El mayor tenía entonces cuatro años, y el más pequeño, tres. Al día siguiente me visitó un primo hermano, quien me preguntó que si yo estaba dispuesto a someterme a tratamiento de la Ciencia Cristiana. Él había oído que la Ciencia Cristiana había sanado a muchos enfermos en nuestra localidad. Al oírlo, instantáneamente sentí como si alguien me tomara del brazo y elevara mis pensamientos. Pude levantarme, y rogué a mi primo que me llevara, junto con mi esposa, al lugar donde un grupo de Científicos Cristianos había empezado a celebrar cultos religiosos.
Me recibió una señora que había sanado de cáncer interno, por medio de la Ciencia Cristiana. La curación que había tenido esta señora me dio gran inspiración, convicción, percepción, y plena esperanza de sanar, ya que nuestros casos eran idénticos. Momentos después entró una señora de edad madura a quien no se esperaba, y me la presentaron como practicista de la Ciencia Cristiana. Mientras me hablaba, la curación comenzó con el mandato de Cristo Jesús (Marcos 5:36): “No temas”. Trataba de ayudarme a comprender que Dios no es autor de enfermedades. Con la fuerza de la convicción espiritual ella me aseguró que una comprensión de Dios mediante la Ciencia Cristiana me podía sanar. Me ayudó a comprender que la enfermedad es producto del pensamiento que se exterioriza en el cuerpo; de tal manera que si el temor a la enfermedad, o el pensamiento de ella, es destruido, la enfermedad desaparecerá así como un sol brillante disipa la neblina. Además, me convencí de que “todas las cosas son posibles para Dios”. Más tarde me di cuenta de que estas palabras estaban incluidas en la frase con que comienza el capítulo “La Oración” en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy (pág. 1): “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que para Dios todas las cosas son posibles, — un entendimiento espiritual de Él, un amor abnegado”. En ese momento hice una pausa con expectación absoluta. Súbitamente me sentí liberado del terror a la enfermedad.
Mi dieron un ejemplar de Ciencia y Salud y una Biblia, versión King James, para que los leyera y estudiara. Abriendo el libro Ciencia y Salud en la primera página del Prefacio leí (pág. vii): “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”. Me mantuve firme en esta primera promesa en Ciencia y Salud, y pude apoyarme en la ayuda de Dios, durante todo el camino y hasta el final. Descarté totalmente toda medicina.
Me fui a casa invadido por la felicidad, y me sentí completamente sanado. Mi alegría, que no tenía límites, estaba acompañada de un fuerte deseo de estudiar Ciencia Cristiana, y de seguir al Cristo, con el fin de servir a la humanidad. Oro para no olvidar mi deber para con Dios, ni mi deber como miembro de La Iglesia Madre. Por medio de la estipulación en el Manual de La Iglesia Madre, escrito por la Sra. Eddy, he recibido la bendición de la instrucción en clase de Ciencia Cristiana. Por todo esto no cesaré de reiterar mi inmensa gratitud a Dios Todopoderoso, en cuyo amor encontré la respuesta a mi oración.
Pateros, Rizal, Filipinas
