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Inspirado por la esperanza de que mi experiencia pueda beneficiar a...

Del número de agosto de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Inspirado por la esperanza de que mi experiencia pueda beneficiar a otras personas, doy este testimonio con reverencia a Dios y gratitud por Cristo Jesús, el Mostrador del camino, y por Mary Baker Eddy, sin cuyo inmortal descubrimiento de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), yo no sería lo que soy ahora.

Hace algunos años me llevaron como paciente a uno de los hospitales de Manila. Después de un minucioso diagnóstico y de un análisis clínico, se me dijo que tenía un tumor maligno en la garganta. Me sentí lleno de temor y no podía tenerme en pie, caminar, ni hacer todas las cosas que normalmente hacía. Puesto que no había remedio alguno, ya no me sentía dispuesto a tomar las medicinas que los médicos me recetaban. Mi caso fue declarado incurable.

En una ocasión, ya avanzada la noche, cuando todos los demás enfermos estaban dormidos en la sala, me arrodillé en oración silenciosa a Dios, rogándole que me viera con ojos de bondad y que tuviera misericordia de mí, para que saliera del horrible pozo en el cual me encontraba, por el bien de mis dos inocentes hijos. El mayor tenía entonces cuatro años, y el más pequeño, tres. Al día siguiente me visitó un primo hermano, quien me preguntó que si yo estaba dispuesto a someterme a tratamiento de la Ciencia Cristiana. Él había oído que la Ciencia Cristiana había sanado a muchos enfermos en nuestra localidad. Al oírlo, instantáneamente sentí como si alguien me tomara del brazo y elevara mis pensamientos. Pude levantarme, y rogué a mi primo que me llevara, junto con mi esposa, al lugar donde un grupo de Científicos Cristianos había empezado a celebrar cultos religiosos.

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