Elías, profeta admirable, desmayaste, pero no claudicaste.
El error en muchas formas pretendió engañarte,
mas la llama viva y eterna te alumbró
y la diestra divina te sustentó.
Fortalecido con el poder de Dios caminaste hasta Horeb
donde te fue revelada la magnificencia del Señor.
¡Te elevaste tan alto! Purificado el pensamiento a lo divino llegaste.
¡Qué gloria sublime cuando la luz divina alboreó en tu consciencia!
Mediante revelaciones silentes sentiste de Dios la gracia;
el Espíritu te iluminó, y hoy eres ejemplo viviente de todo desalentado,
que inspira confianza para seguir adelante, a la meta prometida.
No conociste la muerte pues no hay muerte en la Verdad;
el Cristo presente en ti subyugó lo material
y el resplandor de la gloria de Dios coronó tu partida.
Elíseo fue testigo de tan grande maravilla;
recibió clara visión, más amplio discernimiento,
un espíritu de sabiduría que le capacitó para demostrar
el concepto superior de la vida en la infinitud de Dios.