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La verdadera religión y su falsificación

Del número de agosto de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


La religión, como Cristo Jesús la enseñó, se basa en el Primer Mandamiento. Enseña que el único Dios, a quien debemos obedecer, es Amor divino, el Padre de todos, y demuestra que adorar a ese único, todopoderoso e infinito Dios, resulta en armonía y curación.

No hay otro camino para alcanzar la armonía celestial que no sea el de seguir esta regla de obediencia a Dios. No obstante, a través de los siglos han surgido cultos que pretenden mostrar una ruta más fácil que la que el cristianismo exige: la diaria fidelidad a la Deidad. A través de todas las épocas se han formado grupos, por lo general bajo la dirección de algún individuo persuasivo, sólo para desaparecer casi sin dejar vestigio — excepto una advertencia a la posteridad para que se cuide de tales efímeras empresas de las cuales, evidentemente, nada resulta sino sufrimiento.

“Por sus frutos los conoceréis” Mateo 7:16; fue como Cristo Jesús advirtió a sus discípulos contra los falsos profetas que habían de venir. Y esta manera de probarlos es todavía válida. Los frutos de la verdadera religión no sólo incluyen una mejor comprensión de Dios de parte de cada uno de sus adherentes, sino también su crecimiento espiritual individual, que se manifiesta en una creciente confianza en el bien, en satisfacción, independencia y en el desarrollo de cualidades cristianas. Tales frutos no pueden ser comprados o dados por una persona a otra. Sólo pueden obtenerse mediante la gracia de Dios, y aumentarse mediante el esfuerzo individual.

Cuando uno encara la necesidad de distinguir entre un grupo verdaderamente religioso y un culto falsificado, es razonable que uno se pregunte: “¿Alienta este culto a confiar en Dios y a obedecerlo a Él, o insiste en confiar en una persona? ¿Es su propósito el de fomentar la moralidad y el desarrollo espiritual individual, o el de fomentar el establecimiento de una organización humana de influencia mundana?” Si la individualidad espiritual de los miembros se pierde de vista en la actividad del grupo — aun cuando esa actividad sea ostensiblemente para beneficio de su comunidad en conjunto, y se afirme que tiene miras altruistas — ese proyecto es una falsificación de la verdadera religión.

En el primer siglo de la era cristiana, un hombre llamado Simón era conocido en Samaria como mago de considerable reputación. El relato de la Biblia dice que había “engañado” a muchos y era respetado “desde el más pequeño hasta el más grande” como “el gran poder de Dios”. Hechos 8:9, 10; Pero su influencia era espuria. Sus móviles eran malos. Había usado fuerzas mentales inmorales y mesméricas para hacerse de adherentes. Y tal vez lo sabía, porque cuando los discípulos de Jesús practicaron las enseñanzas de Cristo en su ciudad, fue atraído por ellas. Cuando vio que los cojos, los paralíticos y los mentalmente enfermos eran sanados mediante el poder del Espíritu divino, y se juntaban las multitudes para ser bautizadas, él mismo se hizo bautizar y después pidió a los discípulos si podía él comprarles el don del poder del Espíritu Santo.

Pero Pedro amonestó a Simón por sus móviles malignos, exponiendo la vacuidad de sus métodos y haciéndole ver claramente que sólo lo llevarían a la amargura y al sufrimiento. Entonces Simón se atemorizó y arrepintió — y la Biblia no lo vuelve a mencionar.

En este siglo, cuando algunos individuos aparecen con el vestido de oveja de la religión y buenas obras, ofreciendo consuelo y curación al solitario y ganándose la lealtad de gente inocente, podemos aprender una lección de cuán alerta estuvieron los primeros seguidores de Jesús al encarar la religión falsificada. Todavía se necesita poner en práctica ese sabio discernimiento, y podemos hacerlo.

La Sra. Eddy escribe: “Los frutos naturales de la curación por la Mente en la Ciencia Cristiana son armonía, amor fraternal, crecimiento y actividad espirituales. El intento malicioso del poder mental pervertido, o magnetismo animal, es el de paralizar el bien y dar actividad al mal”. Y más adelante escribe: “Estad siempre en guardia contra este enemigo. Vigilad vuestros pensamientos, y ved si ellos os llevan hacia Dios y hacia la armonía con Sus verdaderos seguidores”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 213.

Los discípulos inmediatos del Maestro sabiamente pusieron un alto a un culto peligroso. Nuestra propia vigilancia para distinguir entre la verdadera religión y su falsificación no sólo nos salvará del daño a nosotros, sino también a otros, y los guiará hacia Dios.

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