Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Manteniendo nuestra individualidad

Del número de agosto de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Se cuenta que hace algunos años, en ocasión de una visita a la India, dos personas tuvieron una interesante experiencia. Estas dos personas se encontraron con un faquir — un “hacedor de maravillas” en la India — quien les invitó a su casa para contemplar una hermosa rosa que había cultivado. Cuando llegaron, el faquir les llevó al jardín, pero no se veía ningún rosal. De pronto, salido de la nada, apareció un rosal, lleno de rosas.

El faquir cortó una rosa y se la obsequió a sus visitantes para que la llevaran a su hotel. La rosa no era artificial; era real. Cuando llegaron a su hotel, sin haber salido de su asombro todavía, narraron el incidente a una amiga. Ella no se asombró. En cambio, echó atrás la cabeza y se rió. “¿No se dan cuenta cómo los engañó el faquir? Los hipnotizó para que no vieran el rosal. Luego los sacó del trance mesmérico y vieron lo que siempre había estado allí: ¡un hermoso rosal!”

En la Ciencia Cristiana podemos ver de qué manera esta historia ilustra el carácter engañoso de los sentidos materiales. Podemos saber que no hay tal cosa como mesmerismo de estos sentidos que haga desaparecer una verdad espiritual presente ni tampoco hipnotismo que nos haga perder de vista nuestra identidad e individualidad espirituales, o nos haga pensar que aparecen y desaparecen. Dios, la Mente, y Su eterna manifestación están en todas partes y no existe una mente opuesta que invierta o encubra esta presencia. Nuestra verdadera individualidad, con su percepción y conocimiento espirituales, es mantenida por la Mente. No puede ser fragmentada o absorbida por las presiones de la vida cotidiana o por la atracción descendente de la mente carnal, que la Sra. Eddy ha denominado magnetismo animal.

Las sugestiones de la mente mortal querrían hacernos pensar que somos mortales frustrados o sin objetivos, demasiado insignificantes para hacer algo que valga la pena, ya sea por nosotros mismos o por la humanidad, o que somos meras partículas entre millones de partículas que se desplazan en el vasto escenario de un drama cósmico. La Ciencia Cristiana nos hace ver el poder que está a nuestro alcance para negar y derrotar tales sugestiones — nuestra confianza en la absoluta totalidad de Dios, el bien, confianza basada en la Mente.

Sería difícil encontrar en los tiempos modernos a alguien que haya enfrentado y derrotado los desafíos del magnetismo animal en mayor medida que la Sra. Eddy mientras estaba empeñada en fundar y dirigir el movimiento de la Ciencia Cristiana. Su profundamente arraigada confianza en la totalidad de Dios la llevó a prever y prevenir las conjuras del mal y a demostrar el propósito de la Mente divina. Su confianza la llevó al triunfo. En todos sus escritos observamos que nuestra Guía nos enseña a triunfar y a no dejarnos vencer y a vivir una vida de gozo. La Sra. Eddy dice: “El magnetismo animal, el hipnotismo, etc., son desarmados por el practicista que excluye de su propia consciencia y de la de sus pacientes todo sentido del realismo de toda otra causa o efecto que no provengan de Dios. Y debe enseñar a sus estudiantes a defenderse de todo mal y a sanar al enfermo reconociendo la supremacía y la totalidad del bien”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 364;

Muchos de nosotros, en ciertas ocasiones, nos hemos sentido embargados por el sentimiento de la infinitud y el amor maravilloso de Dios. Y acaso hayamos experimentado una idea instantánea y liberadora que trae consigo un torrente de luz y abre una crisálida oscura del pensamiento para dar nacimiento a una mariposa. Sin embargo, el interrogante que muchos nos planteamos es cómo conservar esa luz. ¿Cómo establecer nuestra individualidad a la manera del Cristo y lograr una seguridad absoluta de que Dios y Su divina creación son el Todo y lo Unico?

Mediante la identificación correcta. Lo que pensamos de nosotros mismos es sumamente importante. Este concepto determina el camino que seguimos y la celeridad con que nos desplazamos. Al identificarnos como la expresión de Dios estamos en libertad de afirmar que somos Su reflejo.

Que andemos cerca de Dios es lo que nos exige tal identificación, que vivamos una vida a la semejanza del Cristo en nuestros hogares, en nuestras relaciones y en nuestro mundo. Debemos vivir una vida nueva. Los hábitos de la crítica y el chisme, el temor y la limitación comienzan a disiparse. Los vemos como interrupciones carentes de interés en nuestra diaria comunión con Dios. En esta invariable unidad con Dios descubrimos con mayor certeza Su poder para actuar y, por reflejo, nuestro poder. Su poder para amar y, por reflejo, nuestro poder. Al descubrir y vivir las cualidades o aspectos de nuestro ser a la manera del Cristo que antes habían pasado desapercibidos, esas cualidades vienen a ser una parte vital de nuestra acción. Nuestra comprensión y conocimientos florecen en nuestras acciones.

Los Estatutos del Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy son muy valiosos, pues nos ayudan a demostrar nuestro ser verdadero. Cuatro de ellos, por lo menos, deben ser objeto de consideración diaria. Exigen que expresemos orden, vigilancia y devoción. Cristo Jesús practicó estas cualidades y exigió el compromiso devoto de sus seguidores. Dice el Evangelio según Lucas: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. Lucas 9:23;

¿Qué significa para nosotros “cada día”: sólo una vez por día? ¿No significa, acaso, vivir continuamente cada día la realidad y seguridad de nuestro ser verdadero? La Sra. Eddy abre la puerta a la individualidad de manera brillante en su pregunta: “¿Cree usted en Dios?” Su respuesta dice, en parte, lo siguiente: “Creo más en Él que la mayoría de los cristianos, pues no tengo fe en ninguna otra cosa ni en ningún otro ser. Él sostiene mi individualidad. No, aún más —Él es mi individualidad y mi Vida. Porque Él vive, yo vivo”.La Unidad del Bien, pág. 48;

¿Qué querría privarnos de esta comprensión y hacer que siguiéramos preguntándonos: qué pasó con mi propósito para este día? ¿Qué pasó con mi iniciativa? ¿Por qué se han malogrado mis buenas intenciones y han quedado a medio realizar? Pueden presentarse toda clase de excusas pero son sólo un disfraz del magnestismo animal, no dominado, que quisiera destruir nuestras buenas intenciones. No tenemos que estar atados a la creencia de que somos personas mortales y que el poder generador para actuar y alcanzar nuestro objetivo depende de nosotros mismos. Estas sugestiones nos hacen apartar la atención del ser que Dios nos ha dado.

Si esas creencias falsas se presentaran, la Ciencia nos enseña a reemplazar lo que parece ser una falsificación por la verdad pertinente. Es menester ver el error, ver su irrealidad y luego dejar de verlo. No podemos encubrirlo.

Nada hay más allá de la infinitud. En la totalidad de Dios no queda lugar para que el mal se genere o multiplique. Dejamos de percibir las sugestiones del mal sabiendo qué es lo que en realidad está presente. El mal no es un formidable adversario con el que debemos pelear o una inteligencia sutil a la que debemos derrotar. Sólo es otro nombre para la nada, y nos estamos dando cuenta de ello. Estamos encarando los desafíos del mal con menos temor y con más confianza en el poder de Dios para dominar y determinar toda situación. San Juan, en una carta a los primeros cristianos respecto a las creencias mundanas, les aseguraba y también a nosotros con estas palabras: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y [las] habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”. 1 Juan 4:4. A medida que aumenta nuestra comprensión en la Ciencia, es natural reemplazar la prisa con una tranquila serenidad, expresar una humildad que escucha en lugar de interés y voluntad propios y ampliar nuestras oraciones y nuestro trabajo a fin de incluir al mundo.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 1980

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.