En nuestra industria tuvimos un paro total en el trabajo, o, en otras palabras, una huelga. Como Científico Cristiano, desde el principio vi claramente que las emociones y opiniones humanas tenían que ser puestas de lado; que la única manera de sanar esta situación discordante era mediante una confianza absoluta en la Verdad y el Amor divinos. “Una Regla para móviles y actos”, del Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy, embargó mi pensamiento. Comienza así: “Ni la animadversión ni el mero afecto personal deben impulsar los móviles y actos de los miembros de La Iglesia Madre” (Art. VIII, Sec. 1). Resolví no permitirme ninguna palabra o acción que no reflejaran un origen espiritual.
En una reunión de los jefes de nuestra compañía hice notar la necesidad de que todo se hiciera con mucha calma, para evitar animosidades. Durante todas las varias reuniones, mis oraciones abrazaban al hombre a la imagen y semejanza de Dios. También reconocían que Dios ha creado todo lo que realmente existe, y “que era bueno en gran manera” (Gén. 1:31). De gran trascendencia fue el que cada vez me hallara más consciente de la omnipresencia de Dios, un hecho que hacía muy natural el orar para obtener dirección divina.
Después de presentar varias proposiciones preliminares al sindicato, todas las cuales fueron rechazadas, la industria abordó los detalles de una última proposición. Entonces uno de los representantes de la industria tomó una súbita y testaruda decisión que consistía en rebajar la oferta de la industria dejándola a sólo unos pocos centavos más por hora que una cifra previamente rechazada por el sindicato. Esta acción parecía ser muy poco inteligente, pero contó con la opinión de la mayoría, y prevaleció.
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