Desde su comienzo, la industria mundial de energía nuclear ha sido motivo de controversias. Han surgido problemas de importancia sobre el curso de acción a seguir en bien del público, los cuales necesitarán solucionarse. El temor, opiniones mal fundadas e intereses personales necesitan que se los frene a medida que se consideran los hechos y se llega a conclusiones sobre futuras fuentes de energía.
Si bien puede que pocos de nosotros comprendamos el funcionamiento de un reactor atómico, hay, sin embargo, algo que podemos hacer. Podemos comprender mejor que Dios es la Mente divina todopoderosa. “De Dios es el poder”, Salmo 62:11; aseveró positivamente el Salmista. Si consideramos a la materia como la base del poder, siempre estaremos enfrentando facetas de la naturaleza destructiva de la materia. Pero si consideramos a la Mente como el único poder y sustancia genuinos, encontraremos formas eficaces para hacer frente a nuestros actuales conceptos de la materia. En efecto, nos daremos cuenta de que tenemos dominio sobre los acontecimientos materiales, por muy amenazadores que parezcan ser.
Es posible que para algunos haya poca o ninguna conexión visible entre el obtener una comprensión más profunda de que Dios es la Mente divina, y la solución de los apremiantes problemas acerca de la protección en el uso de la energía nuclear. Mas para el metafísico cristiano, un reconocimiento de la omnipotencia de la Mente y una comprensión de lo que esto entraña para el bienestar humano, confieren dominio sobre las condiciones materiales. No incluyendo elemento destructivo alguno, “la Mente pura exhala una atmósfera que sana y salva”,Escritos Misceláneos, pág. 260; para usar las palabras de la Sra. Eddy.
La Mente es la fuente de todo poder y radiación verdaderos; y la radiación de la Mente es benéfica, inocua, espiritual. Cuando atribuimos acción y sustancia a la materia, le damos — en la creencia humana — lo que sólo pertenece a Dios. Nos dejamos gobernar por la creencia en vez de por la Mente. Pero cuando atribuimos a Dios, el único Yo soy, todo lo que realmente pertenece a Él, disminuimos los temores y las dudas que las condiciones de la materia quisieran producir. La Sra. Eddy nos da este oportuno discernimiento: “El Ego es la consciencia divina que resplandece eternamente a través de todo el espacio en la idea de Dios, el bien, y no en la de su opuesto, el mal”.La Unidad del Bien, pág. 51;
Así como pasaron muchos años antes de que el público empezara a comprender plenamente el concepto de Einstein en cuanto a la física, es posible que pasen años antes de que podamos comprender más cabalmente las inferencias del discernimiento de la Sra. Eddy de que “la acción atómica es Mente, no materia”.Esc. Mis., pág. 190; No obstante, podemos empezar a captar y poner en práctica lo que ella percibió. Los temores sobre la acción atómica disminuirán a medida que aumente una comprensión, por pequeña que sea, de lo que es la verdadera naturaleza espiritual de la acción. El resultado podría ser que la sociedad se aparte del desarrollo de la energía nuclear. Por otra parte, quizás continuemos este desarrollo con soluciones nuevas para los desafíos presentes. Pero sea cual sea la dirección específica en que nos movamos, ella debiera estar subordinada a un conocimiento creciente de que la Mente es suprema, que la materia es incapaz de gobernarnos y de gobernar nuestro ambiente o de constituirlo.
La tentación es la de concentrar nuestra atención principalmente en factores humanos. Pero la necesidad mucho más importante es la de reconocer que el Espíritu divino, y no la materia, es la verdadera sustancia. Tal comprensión responderá a la necesidad humana. Lejos de estar expuesto a radiaciones perjudiciales de materia, el hombre espiritual, el único hombre verdadero, siempre está bendecido por la radiación del Espíritu. Al comprender lo que es la radiación, no mediante el razonamiento físico sino mediante la revelación divina, vemos que la radiación es espiritual. Después de referirse a algunas clasificaciones de vida orgánica, la Sra. Eddy nos asegura: “Estas falsas creencias desaparecerán cuando la irradiación del Espíritu destruya por siempre toda creencia en materia inteligente. Entonces el cielo nuevo y la tierra nueva aparecerán, porque las cosas de antes habrán pasado ya”.Ciencia y Salud, pág. 556. Para la consciencia espiritual este cielo nuevo y tierra nueva es la realidad presente. Son indestructibles y seguros, y así lo es el hombre verdadero.