¿Está usted aceptando las insistentes predicciones de recesión? ¿Está de acuerdo con la teoría de que el desempleo tiene que aumentar antes de que se pueda acabar con la inflación?
Pese al alcance o a la duración de una recesión y a la extendida creencia de que ella es inevitable, la Ciencia Cristiana nos enseña a no alistarnos en las filas de aquellos que temerosa y pasivamente se someten a tales acontecimientos. Aun cuando nuestra voz pueda parecer como la de uno que “clama en el desierto”, podemos rechazar tales predicciones y luchar contra ellas con tanta convicción como lo haríamos contra la predicción de una enfermedad epidémica. Podemos poner en práctica la inmunidad del hombre contra influencias mesméricas. La Sra. Eddy escribe: “Jesús nos enseñó a caminar por encima, no dentro, ni con las corrientes de la materia, o sea la mente mortal. Sus enseñanzas desafiaron a los leones en sus fosos. Él convirtió el agua en vino, reprendió a los vientos, sanó a los enfermos, — todo en oposición directa a la filosofía humana y a las llamadas ciencias naturales”.La Unidad del Bien, pág. 11;
Jesús, nuestro Mostrador del camino, comprendió la sustancialidad del Espíritu. Esto lo capacitó para producir, sin sembrar ni cosechar, sólo mediante comprensión instantánea, alimento necesario para alimentar a la gente. En efecto, multiplicó cinco panes y dos peces en cantidad suficiente como para alimentar a cinco mil personas, y lo hizo allí mismo, delante de los ojos de la gente.
Podemos aproximarnos a la disposición espiritual que capacitó a Cristo Jesús a hacer esto, a medida que nos convencemos de que el Espíritu es la única sustancia del hombre y del universo. Entonces las necesidades individuales pueden ser provistas sin pasar por ciclos de necesidad y estancamiento. ¿Cómo puede lograrse esto en la época actual? La siguiente declaración de la Sra. Eddy nos lo indica: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria”.Escritos Misceláneos, pág. 307;
Cuando nos vemos abocados a perspectivas de desempleo, de algún negocio que va decayendo, o de escasez de cualquier clase, recurrimos a la Mente divina en procura de las ideas espirituales que nos dan nuestra “provisión diaria”. El Apóstol Pedro nos asegura que “Dios no hace acepción de personas”. Hechos 10:34; Esto quiere decir, entonces, que las ideas de Dios están disponibles para todos, para jóvenes y menos jóvenes, para quienes cuentan con una entrada fija y para quienes no cuentan con medio material alguno.
Estas ideas dadas por Dios, aunque espirituales en origen, no son nebulosas. Se las reconoce en su bondad estable, en su pureza invariable, en su caridad para todos. Vienen a aquella consciencia humana que recurre a la Mente divina en oración científica. Esta oración estimula mayor percepción, capacitándonos para reconocer estas ideas. Por ejemplo, como resultado de reconocer la realidad de la dirección espiritual, podemos ser impulsados a hacer esto o aquello, a ir aquí o ir allá. O puede abrirse un plan de acción de amplias perspectivas. Las direcciones de la Mente divina a menudo se sienten como un impulso claro que no deja lugar a dudas en cuanto a su origen y acierto.
La Mente divina está constantemente expresándose. Ésta es la naturaleza de la Mente. El concepto espiritual necesario para solucionar cualquier problema de escasez o discordancia, ya existe en la Mente, y por siempre ha existido allí. No tenemos que persuadir a la Mente divina a que entre en acción para que sus ideas se manifiesten. Recibir las ideas de la Mente es como recibir la gracia de Dios. La gracia no es algo que comienza y se detiene o que se otorga según se pida. La gracia es la continua emanación de bien que viene de Dios a la consciencia humana espiritualmente preparada para recibirla. Así ocurre con las ideas de Dios, las cuales están por siempre revelándosenos a medida que reconocemos la omnipresencia y poder de la Mente. Aprender esto ha sido una de mis más grandes bendiciones.
En cierta ocasión mi abogado me dijo: “Declararse en quiebra es su única solución”. Esto ocurrió durante una grave recesión económica. Casi al mismo tiempo un administrador judicial bancario me informó que si declaraba bajo juramento que había quedado yo en la indigencia, sin recursos de ninguna clase, mi obligación con el banco quedaría cancelada. En efecto, no contaba yo con ningún activo, pero decliné ambas proposiciones, prefiriendo confiar en la Mente para que me mostrara la solución para mi enmarañada situación financiera en vez de declararme en quiebra o indigente.
El concepto mortal del yo argüía que puesto que yo no era culpable de la recesión, había buenas y suficientes razones para la lógica de adoptar el camino fácil que me sacaría de la situación. Pero debido a que la Ciencia Cristiana siempre había solucionado mis problemas, decidí aferrarme a Dios. Mediante una firme oración, reconociendo la omnipresencia de la Mente y escuchando confiadamente para percibir la realidad espiritual de sustancia y actividad, fui guiado paso a paso fuera de todas mis dificultades. Una vasta recuperación tomó lugar precisamente en los momentos más devastadores de esa recesión.
En la Biblia, el autor del Apocalipsis describe la Nueva Jerusalén así: “En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones”. Apoc. 22:2; Es obvio que el autor se estaba refiriendo a la continua e ilimitada emanación de sustancia que viene de Dios al hombre. El árbol daba fruto cada mes. No había ciclos de abundancia seguidos de escasez. “Jesús no tuvo necesidad ni de ciclos de tiempo ni de ciclos de pensamiento a fin de madurar la aptitud para llegar a la perfección y sus posibilidades”, escribe la Sra. Eddy. “Él dijo que el reino de los cielos está aquí y está incluido en la Mente; que mientras vosotros decís: Hay todavía cuatro meses, y entonces viene la siega, yo digo: Mirad hacia arriba, no hacia abajo, porque vuestros campos ya están blancos para la siega; y juntad la mies por medios mentales y no materiales”.La Unidad del Bien, págs. 11–12.
Es posible que aquellos que recurren a Dios en busca de dirección, tengan que estar dispuestos a cambiar sus caminos a medida que la Mente los va guiando.
Mucha gente ha percibido la insensatez de confiar en recursos financieros para sentirse segura, ya sea en la forma de adquisición de bienes materiales o en conservar un puesto. Una multitud de fuerzas de pensamiento mortal están cambiando de continuo la escena mundial, algunas veces con violencia devastadora. Si confiamos en una cuenta bancaria para nuestra seguridad, o en bonos y acciones, o en casas y cosas, nuestra seguridad puede ser efímera, por muy grandes que estos haberes sean.
Si recurrimos a la Mente divina temerosos o determinados a que la Mente continúe nuestro negocio bajo un curso de acción anticuado, o para que nos mantenga en un empleo que ya nos queda chico, puede que no estemos reconociendo la intuición espiritual que señala hacia un cambio en bien del progreso. Nociones preconcebidas acerca de cómo queremos que la Mente divina nos guíe, deben ser puestas de lado, y debemos confiar en Su sabiduría infinita para que nos muestre el cómo, el cuándo y el por qué.
¿Es demasiado esperar el que uno pueda demostrar inmunidad individual contra los efectos empobrecedores de una recesión, aun cuando ésta sea mundial? ¡No! La solución final del problema de una economía decadente o estancada, tiene que empezar con quienes han captado algo de la verdadera naturaleza de la sustancia y que empiezan a demostrar la eficacia de la habilidad de la Mente divina para proveer a la necesidad humana. Cuando el predominio del pensamiento mundial capte el concepto cristiano de sustancia, los elementos anticristianos de la naturaleza humana, tales como el egoísmo y la avaricia, que actualmente influyen en gran medida en los problemas económicos del mundo, perderán su influencia. Cualquiera sea el planeamiento económico que se necesite, éste procederá entonces de una base más elevada y tendrá un efecto benéfico más amplio, más universal.
El vencer la escasez, al igual que ocurre con la destrucción de la enfermedad, es una acción redentora. Requiere abandonar medios restrictivos y puntos de vista egoístas, falsos valores y falsas confianzas; en efecto, exige una completa renuncia a estos medios y conceptos para confiar en la toda presencia y el poder de la Mente divina. A medida que logramos esta confianza más elevada, reconociendo la supremacía de la Mente, se va viendo que las ideas de la Mente se revelan y son siempre adecuadas. ¿Podrá ser acaso que aquellos que comprenden que las ideas espirituales son la única fuente de la provisión diaria realmente sean los economistas más iluminados?