Recientemente tuve un día extremadamente ocupado, lleno de actividades y responsabilidades. Pasé todo el día sintiendo que luchaba con la sugestión de que estaba cansada y enferma. Como Científica Cristiana, sé que Dios, la Mente, está siempre activo. Nunca está cansado, y, por lo tanto, Su reflejo perfecto, el hombre, no puede en realidad estar cansado tampoco.
Cuando llegué a casa me fui a acostar en seguida, pero no pude dormir. Busqué el consuelo sanador del Padre Nuestro, con su interpretación espiritual que la Sra. Eddy nos da en Ciencia y Salud (ver. págs. 16–17). Meditando sobre esta poderosa oración, me quedé dormida.
Sin embargo, a las dos de la mañana me desperté con fuertes dolores abdominales. Cada vez que el dolor me volvía yo afirmaba con autoridad que la Mente estaba gobernándome, protegiéndome y amándome, y que este hecho destruía la sugestión de que podía haber alguna otra cosa presente. Reconocí la verdad de este versículo de la Biblia, que se encuentra en Hechos (17:28): “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos”. No sentí temor, y el malestar pronto desapareció.
Durante los próximos días me pareció como si me hubiera podido tomar un océano de agua, pero no pude comer mucho. Me sentí muy atemorizada porque varias funciones normales del cuerpo cesaron. Me sentí tentada a recurrir a tratamiento médico. Pero gradualmente mi consciencia se elevó por encima de las sugestiones de la materia, y me volví con todo el corazón al único sanador, Dios. Razoné que como la Mente es todo, nada puede desplazar o disturbar esta totalidad.
El primer artículo de fe de La Iglesia Madre fue de mucho consuelo y aliento para mí: “Como adherentes de la Verdad, tomamos la Palabra inspirada de la Biblia como nuestra guía suficiente para la Vida eterna” (Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy, pág. 15).
En los días siguientes continué orando y estudiando para sanar esta condición. La Lección Bíblica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, las obras de la Sra. Eddy y las publicaciones periódicas fueron muy útiles. Hubo progreso, pero el temor trató de oscurecer mi pensamiento de nuevo. Resolví hacer todavía un mayor esfuerzo para discernir solamente la voz de la Verdad hablando en la consciencia. En un día todos los síntomas desaparecieron, y sané.
Siento mucha gratitud por nuestro Dios, el Amor divino, y por todo lo que Él nos ha dado: el Mostrador del camino, Cristo Jesús, y su obediente discípula, la Sra. Eddy, quien trabajó tan abnegadamente para traerle al mundo esta Ciencia sanadora.
Amberes, Bélgica