Recientemente tuve un día extremadamente ocupado, lleno de actividades y responsabilidades. Pasé todo el día sintiendo que luchaba con la sugestión de que estaba cansada y enferma. Como Científica Cristiana, sé que Dios, la Mente, está siempre activo. Nunca está cansado, y, por lo tanto, Su reflejo perfecto, el hombre, no puede en realidad estar cansado tampoco.
Cuando llegué a casa me fui a acostar en seguida, pero no pude dormir. Busqué el consuelo sanador del Padre Nuestro, con su interpretación espiritual que la Sra. Eddy nos da en Ciencia y Salud (ver. págs. 16–17). Meditando sobre esta poderosa oración, me quedé dormida.
Sin embargo, a las dos de la mañana me desperté con fuertes dolores abdominales. Cada vez que el dolor me volvía yo afirmaba con autoridad que la Mente estaba gobernándome, protegiéndome y amándome, y que este hecho destruía la sugestión de que podía haber alguna otra cosa presente. Reconocí la verdad de este versículo de la Biblia, que se encuentra en Hechos (17:28): “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos”. No sentí temor, y el malestar pronto desapareció.
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