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El viaje de Sarita

Del número de marzo de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todos los días Sarita iba en tren a la escuela en Bombay. Era una larga caminata desde su casa hasta la estación, y esa mañana ella tenía que apresurarse para alcanzar el tren expreso porque quería llegar a la escuela más temprano que de costumbre. Empujada por el gentío, logró abrirse camino hasta el puente del ferrocarril lo más rápido que pudo. Unos pocos metros más adelante, sintió un leve pinchazo en su pie debajo del tobillo. Pronto le resultó muy incómodo caminar. Al llegar a la boletería se detuvo en una esquina para mirar el pie y vio que el taco de su sandalia estaba suelto y que un clavo se le había clavado en el tobillo, al costado.

Al ver esto, de repente se asustó. Sarita trató de borrar rápidamente de su pensamiento el horrible cuadro, mientras se apresuraba hacia la plataforma del tren. Vio que aún faltaban algunos minutos para que llegara el tren. Se sentó en un banco y se preguntaba cómo se quitaría ese horrible clavo del pie sin lastimarse. La idea de arrancárselo parecía aterrorizarla. Comenzó a decir en voz baja el Padre Nuestro y luego se detuvo y volvió atrás mentalmente para considerar con cuidado la frase con la cual Cristo Jesús comenzó esta oración: “Padre nuestro que estás en los cielos”. Mateo 6:9;

“Pero”, de repente le vino el pensamiento, “yo no voy a hacerlo. ¡Dios, mi Padre, está haciendo todo lo que necesita hacerse!” Se encontró razonando que la Mente divina, Dios, siendo omniactiva, está siempre en operación y trabaja armoniosamente. Mientras pensaba de esta manera, antes de que se diera cuenta, se encontró arrancando el clavo. No sintió el más mínimo dolor, y usó su pañuelo para detener la sangre.

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