Todos los días Sarita iba en tren a la escuela en Bombay. Era una larga caminata desde su casa hasta la estación, y esa mañana ella tenía que apresurarse para alcanzar el tren expreso porque quería llegar a la escuela más temprano que de costumbre. Empujada por el gentío, logró abrirse camino hasta el puente del ferrocarril lo más rápido que pudo. Unos pocos metros más adelante, sintió un leve pinchazo en su pie debajo del tobillo. Pronto le resultó muy incómodo caminar. Al llegar a la boletería se detuvo en una esquina para mirar el pie y vio que el taco de su sandalia estaba suelto y que un clavo se le había clavado en el tobillo, al costado.
Al ver esto, de repente se asustó. Sarita trató de borrar rápidamente de su pensamiento el horrible cuadro, mientras se apresuraba hacia la plataforma del tren. Vio que aún faltaban algunos minutos para que llegara el tren. Se sentó en un banco y se preguntaba cómo se quitaría ese horrible clavo del pie sin lastimarse. La idea de arrancárselo parecía aterrorizarla. Comenzó a decir en voz baja el Padre Nuestro y luego se detuvo y volvió atrás mentalmente para considerar con cuidado la frase con la cual Cristo Jesús comenzó esta oración: “Padre nuestro que estás en los cielos”. Mateo 6:9;
“Pero”, de repente le vino el pensamiento, “yo no voy a hacerlo. ¡Dios, mi Padre, está haciendo todo lo que necesita hacerse!” Se encontró razonando que la Mente divina, Dios, siendo omniactiva, está siempre en operación y trabaja armoniosamente. Mientras pensaba de esta manera, antes de que se diera cuenta, se encontró arrancando el clavo. No sintió el más mínimo dolor, y usó su pañuelo para detener la sangre.
Entonces llegó el tren, así es que de un salto entró y se acomodó en un asiento. Fue bueno que encontrara uno, pues muchos días había tenido que viajar de pie.
Sarita era una estudiante bastante nueva de la Ciencia Cristiana. Aquí en la India la Ciencia Cristiana era una religión poco usual. Sarita estaba aprendiendo a resolver sus problemas a través de la oración, comprendiendo que Dios es Espíritu, el Todo-en-todo, completamente bueno, y que el hombre ha sido creado a la imagen y semejanza de Dios, perfecto como su Hacedor. Esta comprensión la había ayudado en varias ocasiones, y estaba aprendiendo a aplicarla más y más en su vida diaria.
En el tren se dijo a sí misma: “No puedo dejar esta situación a medio resolver. Si la Mente estaba actuando hace cinco minutos, está actuando ahora. El trabajo de la Mente es armonioso y completo, por lo tanto, no puede haber efectos posteriores malos. Después de todo, ¿qué es la sangre? ¡No es mi vida! Dios es Vida. Yo soy una idea espiritual de Dios, tan perfecta como cuando Él me creó”. Recordó la explicación de la Sra. Eddy sobre el hombre, que está en Ciencia y Salud: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales... El hombre es idea, la imagen del Amor; no es corpóreo. Es la compuesta idea de Dios, incluyendo todas las ideas correctas... ” Ciencia y Salud, pág. 475;
Mientras pensaba profundamente, Sarita quitó su pañuelo del pie. En ese momento, al mirar, no encontró ni siquiera un pequeño agujerito allí. Estaba tan contenta que dijo: “¡Dios lo hizo nuevamente! Gracias, Padre. ¡Tu amor es maravilloso!”
A pesar de que Sarita aún no sabía mucho sobre Ciencia Cristiana, utilizó la verdad que conocía. A medida que la usaba, encontró que la comprendía mejor. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Un grano de Ciencia Cristiana hace maravillas por los mortales, tan omnipotente es la Verdad, pero hay que asimilar más de la Ciencia Cristiana para perseverar en el bien hacer”.ibid., pág. 449. Sarita constantemente trabajó para aprender más de la Ciencia Cristiana. Comprendió un poquito más cada día y pudo ayudarse a sí misma y a otros, también.