El término “habilidad conductora” surge a menudo en campañas políticas. Los candidatos para cargos públicos hacen difícil determinar cuál será el mejor dirigente cuando ponen de relieve personalidad, estilo e imagen. Estas distracciones superficiales no necesitan oscurecer temas más esenciales que requieren discusión pública y devota consideración privada. En una era en que se emplean con más frecuencia propagandas de treinta segundos en la televisión, encuestas de opiniones, y los servicios profesionales de creadores de imágenes para dar a conocer y “vender” candidatos al público — así como un fabricante anunciaría una nueva marca de jabón — es conveniente hacer un alto y preguntarnos: ¿Cuáles son las características espirituales de conducción y, más importante aún, dónde se originan?
Es bueno recordar primero que todo gobierno, ya sea internacional o nacional, de una ciudad, de un negocio privado, o de una familia, en último análisis está en la esfera de Dios. Uno de los siete sinónimos de Dios en Ciencia Cristiana es Principio, un término que revela el universo gobernado por la ley espiritual, Su divino poder. Principio también significa una causa o razón fundamental de la existencia. Los otros términos sinónimos que la Ciencia usa para la Deidad son Mente, Alma, Espíritu, Vida, Amor y Verdad.
Así como la ciencia de la música asigna identidades individuales a los tonos, ubica cada sonido o nota en correcta relación con respecto a todas las otras, dando así a cada tono un propósito determinado en la creación de la armonía, de la misma manera el Principio divino e infinito gobierna el universo de sus ideas. Cada persona y cada nación cuando se las considera correctamente — esto es, a través del sentido espiritual y no del material — indica un objetivo útil en el gobierno que Dios ejerce sobre todo el universo. En realidad, no existimos como grupos de mortales confundidos, divididos, belicosos, tratando de sacar ventaja el uno del otro. Tales conceptos tan comunes y erróneos, provenientes únicamente del testimonio de los sentidos materiales, tratan de oscurecer la realidad de que el hombre y el universo son reflejos perfectos de Dios perfecto, el gran Yo soy revelado en la Biblia.
Cuanto más reconozcamos y entendamos esta verdad científica, más veremos expresados el orden y la armonía en los asuntos mundiales diarios.
La Mente infinita, la fuente de toda inteligencia y sabiduría verdaderas, provee a los hombres y mujeres de talentos significativos. Porque el hombre es realmente la expresión individual de Dios, podemos afirmar ahora mismo que reflejamos toda cualidad de Dios y demostrar la capacidad de dirigir o de seguir, según sea el caso particular en que nos encontremos. A medida que aceptemos nuestra verdadera identidad como hijos de Dios, estaremos conscientes de los talentos y aptitudes que posiblemente no sabíamos que poseíamos, incluso aquellos que normalmente se necesitan para dirigir con firmeza, si ése fuera el papel que tuviéramos que desempeñar. Encontraremos en nuestro propio pensamiento integridad, valor, visión, persistencia y la habilidad de comunicarnos y de inspirar a otros a llevar a cabo cualquier esfuerzo que valga la pena. Y aprenderemos a ver y a valorar estas cualidades en otros.
Si fuéramos llamados a ser seguidores, una comprensión de nuestro verdadero ser — libre de limitaciones mortales tales como el sentido personal y la justificación propia — nos ayudará a expresar fácilmente valiosas cualidades tales como obediencia a Dios, paciencia, lealtad, flexibilidad y humildad.
La habilidad conductora de cualquier persona mejora profundamente al emular la vida de Cristo Jesús, al recurrir regularmente a Dios en busca de dirección, en resumen, al ser un fiel seguidor de Dios. Pablo habló de la responsabilidad que él sintió al ser seguidor y guía: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”. Entonces, explicando cómo los talentos o “dones espirituales” de cada uno, derivados de Dios, son esenciales para el desarrollo del cristianismo, prosiguió diciendo: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo”. 1 Cor. 11:1; 12:1, 4–6;
La Sra. Eddy igualmente hace hincapié en la continuidad y la naturaleza espiritual e impersonal de dirigir. En Ciencia y Salud, al hablar sobre la enseñanza de Ciencia Cristiana, escribe: “El amor a Dios y al hombre es el verdadero incentivo tanto para curar como para enseñar”. (¿Acaso no es el “amor a Dios y al hombre” un importante elemento en todo buen dirigente?) Ella continúa: “El Amor inspira, ilumina, designa y nos muestra el camino”.Ciencia y Salud, pág. 454; ¡Qué efecto tan sanador produce el saber y declarar que cualquiera sea el resultado de una elección, el Amor divino siempre está a la vanguardia, llevando el estandarte, dirigiendo el camino hacia un gobierno más compasivo, misericordioso y justo!
Un gobierno democrático incluye una responsabilidad compartida. No descansa enteramente sobre una sola institución, individuo o grupo de individuos. Ya sea que asuma o no el poder el candidato político más competente y calificado (en nuestra opinión), podemos estar seguros de que Dios nunca abdica Su autoridad. A medida que todos nos esforzamos individualmente por manifestar mejor el gobierno de Dios en nuestra vida, y ponemos de manifiesto mayor economía, recursos, justicia, etc., estos atributos derivados de Dios se hacen más evidentes en las distintas esferas del gobierno.
Si nos pareciera que se ha cometido un error, o que las decisiones las toman personas que no son capaces, debemos saber que Dios no deja que Su propósito sea frustrado. Las acciones divinamente impulsadas jamás toman una dirección errada. Ezequiel, haciendo referencia a lo inevitable de la justicia de Dios, proclamó: “Así ha dicho Jehová el Señor: Depón la tiara, quita la corona; esto no será más así; sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré”. Ezeq. 21:26, 27;
Una dirección incompetente y un gobierno mal administrado son pretensiones elementales del ilusorio sueño mortal que quisiera hacernos creer que de alguna forma podemos estar separados de la Mente omnipresente y de su gobierno perfecto. La verdad es que el reino de Dios no puede ser dañado por esas falsas sugestiones — no es accesible a ellas — y los individuos que mantienen esta verdad en su consciencia establecen buenos gobiernos. En palabras de un himno favorito:
Todo el poder es del Señor,
en Él confiar podemos;
Dios uno solo es,
en Su poder confiad,
Su santa voz oíd,
ayuda en Él tenéis:
Su reino es eterno.Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 10;
La Biblia contiene muchos relatos de líderes divinamente inspirados buscando la dirección de Dios que los librara a ellos y a sus seguidores de situaciones amenazantes. Uno de los primeros fue Moisés. Cuando Dios primeramente lo llamó para que sacara a los hijos de Israel de Egipto, Moisés no estaba seguro de poseer las cualidades de líder que esa tarea exigía. Preguntó: “Quién soy yo para que vaya a Faraón.. . ?” Y después protestó: “¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra... porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”. En moderna terminología, él dudó de que tuviera el carisma y la habilidad para comunicarse, la imagen, que él pensaba, necesitaba un líder. Dios le aseguró que estaría con él: “¿Quién dio la boca al hombre... Ahora pues, vé, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar”. Éx. 3:11; 4:10–12; Y, como diría un político hoy en día, la obra de Moisés habla por sí misma. Prevaleció sobre el desierto y el Mar Rojo. Fue constructor y legislador de una nación, y probó ser un notable líder debido a su confianza en Dios.
Usando las normas humanas contemporáneas, alguien podría argumentar que Cristo Jesús no parecía ser un líder. No sacaba provecho de los ornamentos del poder humano ni de los beneficios que su ministerio le brindaba. Sin embargo, ¡qué “servidor público” fue él en el sentido más profundo, revelando a la humanidad sufriente la naturaleza verdadera y redentora del Cristo y mostrando en palabras y hechos el camino a la salvación universal! “Yo soy el buen pastor” Juan 10:11; es como él describió su benévola, compasiva y tierna misión guiadora. No obstante, podía ser valiente y enérgico cuando era necesario, como cuando sacó a los cambistas del templo. Su reprensión a la maldad fue enérgica. Sus discípulos lo llamaron Maestro y Señor, títulos que él aceptó; a pesar de eso, lavó los pies de ellos en humildad y los instó a seguir su ejemplo.
La Sra. Eddy explica cómo un humilde carpintero, sin la educación de rigor pudo asombrar a hombres cultos y esclarecer el pensamiento de la humanidad para que obtuviera un mejor entendimiento de Dios. Ella escribe: “El elemento del Cristo en el Mesías le hizo el Mostrador del camino, la Verdad y la Vida”.Ciencia y Salud, pág. 288; Jesús no pensaba que sus obras eran mérito personal, mas explicaba que era Dios quien trabajando a través de él sanaba a los enfermos, y resucitaba a los muertos. El reconocimiento que tenía Jesús del Cristo impersonal que brillaba a través de él y de sus enseñanzas lo llevó a hacer esta desinteresada declaración: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Juan 8:12;
A lo largo de la historia, el Cristo, la Verdad, ha iluminado a los líderes, dentro y fuera del gobierno, que recurrían a Dios en busca de dirección. El Cristo aún está aquí para quien esté dispuesto a dejar el testimonio del sentido material y escuchar la voz superior de la Verdad hablando a la consciencia humana. La Sra. Eddy, notable por sus sacrificios y su firme dedicación para revelar la Ciencia del cristianismo a esta era, ciertamente debe ser considerada entre aquellos que escucharon y prestaron atención a la Palabra de Dios. Ella dijo a sus estudiantes: “Otra vez lo digo: Seguid a vuestra Guía, sólo en tanto que ella siga al Cristo”.Message to The Mother Church for 1902, pág. 4.
En el grado en que cualquier dirigente siga al Cristo, sus obras bendecirán a la humanidad. Y en la medida en que cada uno de nosotros escuche constantemente la omnisciente guía del Amor, confiará en que no podrá faltar la dirección inspirada: aquí mismo en este mundo.