Hace unos dos años sentí que en la parte de atrás del cuello me había salido una pequeña protuberancia. No me molestaba mucho, ni se notaba fácilmente pues la ocultaba el cuello de la camisa y mi cabello. Mi peluquero bondadosamente comentó sobre ella, sugiriéndome que debía hacerla extirpar. De cuando en cuando yo me daba tratamiento según la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), pero nunca me enfrenté con el problema enérgicamente.
Gradualmente la protuberancia fue creciendo, hasta que doce meses más tarde ya era bastante grande. Ahora, preocupado en gran manera, recurrí seriamente a la Ciencia en busca de curación. Comprendí que con mi tardanza no había sido yo fiel a las enseñanzas de Mary Baker Eddy. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras nuestra Guía escribe (pág. 390): “No permitáis que pretensión alguna de pecado o enfermedad se desarrolle en el pensamiento”. Parecía que había yo permitido que esta condición empeorara por no haber buscado un cuidadoso tratamiento en la Ciencia Cristiana. Sin embargo, también supe que, como lo dice San Pablo, “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Yo no estaba condenado a sufrir hoy por los errores de ayer. Lo que necesitaba hacer era volverme al Cristo hoy. La ley de Dios es efectiva ahora mismo, y su aplicación no puede demorarse, interrumpirse o volverse inoperante por alguna circunstancia humana, y esta verdad incluye el pasado.
Aunque oré por mí durante varios días, la protuberancia parecía ir creciendo. Decidí llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara y seguí recibiendo esa ayuda durante un mes más o menos.
Juntos consideramos varias de las citas sobre “crecimiento” que se encuentran en los escritos de la Sra. Eddy. El pasaje que me llamó más la atención fue éste de sus Escritos Misceláneos (pág. 364): “La Ciencia Cristiana refuta todo lo que no es un postulado del Principio divino, Dios... No es una búsqueda de sabiduría, es sabiduría: es la diestra de Dios que tiene asido al universo — todo tiempo, espacio, inmortalidad, pensamiento, extensión, causa y efecto; que constituye y gobierna toda identidad, individualidad, ley y poder. La Ciencia Cristiana se basa en las siguientes proposiciones de las Escrituras: que Él hizo todo lo que fue hecho, y que ello es bueno, refleja la Mente divina, es gobernado por ella; y que nada aparte de esta Mente, el Dios único, es creado por sí mismo ni evoluciona al universo”.
Mi perspectiva cambió. Vi que no era asunto de afanarme con mis libros, o tratar de comprender, con la ayuda de la Ciencia Cristiana, la falsedad de la protuberancia o la verdad acerca de mí mismo. En vez, por medio de los escritos de la Sra. Eddy, la Ciencia estaba presentándome el claro y correcto concepto de Dios y del hombre, y de la relación del hombre con Dios, incluso la verdadera identidad del hombre o cuerpo verdadero, a la semejanza de su Hacedor. Esta verdad, operando en la consciencia humana, aniquila el temor a la enfermedad y la creencia en su realidad. Así fue que percibí que la Verdad divina constituye una ley espiritual de actividad correcta la cual gobernaba hasta mi cuerpo físico. ¡Por cierto que la Ciencia Cristiana refuta toda sugestión inarmoniosa! La enfermedad no es un postulado del Principio divino, Dios; por lo tanto, no puede realmente existir.
La protuberancia empezó a abrirse y a drenar. Dos semanas más tarde había desaparecido y no quedaba evidencia alguna de ella. La Sra. Eddy dice (Escritos Misceláneos, pág. 299): “Saber el qué, el cuándo y el cómo del error, destruye el error”. Y realmente lo hace.
Estoy agradecido por este ejemplo de cirugía mental, y por la devota oración del practicista. Por sobre todo, estoy agradecido a Dios por Su infinita bondad revelada en el poder sanador de la Verdad.
Oklahoma City, Oklahoma, E.U.A.